Basta un batacazo electoral como el sufrido por el PSOE en Andalucía para que cualquier político, en este caso Pedro Sánchez, vea las orejas al lobo y trate de apaciguar los ánimos del personal con alguna determinación de cara a la galería. Ante las dudas que está generando la excepción ibérica para reducir la astronómica factura de la luz, el Gobierno ha optado por bajar el IVA del 10 al 5%. Lo curioso es que se trata de un plan ejecutado sobre la marcha y que llega solo unos días después de un sopapo en unas elecciones que han confirmado el hartazgo de la ciudadanía por la carestía de la vida. La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha quedado en paños menores porque recientemente tildó de “propuesta cosmética” la revisión del IVA para los precios de la luz. Lo cierto es que pasan las semanas y, por desgracia, este panorama tan oscuro permanece invariable. La energía y la gasolina siguen por las nubes y cada día que pasa nos empobrecemos un poco más. A estas alturas, los parches deberían haberse acabado. No queda otra que coger el toro por los cuernos. Meter mano a los astronómicos beneficios de las eléctricas y las petroleras, donde el presidente y la oposición tienen innumerables amiguetes en los consejos de administración, sería un buen punto de partida para calmar al personal.