- Teniendo en cuenta lo taimado del protagonista, queda la duda de si lo de Arnaldo Otegi en Eibar fue una pillada del quince o el clásico posado robado a lo María José Cantudo en Interviú. En todo caso, el estriptis (creo que la RAE manda escribirlo así) ha sido integral. En los seis minutos del vídeo que condensa la rajada del líder indiscutible e indiscutido de la izquierda ahora llamada soberanista está la reproducción a escala del ideario de la segunda fuerza política de la demarcación autonómica y tercera de la foral. De entrada, esto no va de principios sino de presos. A las demandas sociales, que les vayan dando. ¿Qué son decenas de miles de personas al lado de doscientos heroicos luchadores a los que hay que sacar a la calle? Una menudencia. Y quien lo ponga en duda, incluso desde los ámbitos sindicales cercanos -un saludo, Mikel Lakun-tza- o desde las más cercanas aún cofradías que echan humo en las redes sociales son una panda de frívolos. Tres veces lo dijo.

- Y como lo único importante son los presos, a Sánchez hay que darle nada menos que seis años más. Ojo, solo para ir vaciando las cárceles. Lo dice quien dejó por escrito que en 2014 el PNV se habría visto superado en las urnas y que en 2017 la República Vasca sería una realidad del copón. Ahora se conforma con que el estado opresor le suelte unas migajas penitenciarias. “Esto no lo decimos en público”, afirmó... ante el público que lo seguía en directo en la villa armera y la cámara que lo enfocaba para su transmisión al mundo y para que el momento quedara registrado. No se ha visto ni perspicacia ni cinismo parecidos. O quizá sea sinceridad brutal, como cuando admitió que, como esto es un juego de pillos, el Gobierno español también conoce las urgencias que apremian a su partido y les aprieta por ahí. ¿Por lo nacional, por lo social, por lo económico? Que no, leñe. Por los presos. No hay más: “Tenemos esta necesidad y ellos lo saben”.

- El vídeo habrá de guardarse como documento fedatario para cuando se acuse a otros de practicar el autonomismo ramplón y/o el entreguismo de cambiar cromos con el pérfido invasor. Pero, sin ir tan lejos, la pieza sirve como desmontaje y autoenmienda a la totalidad de la presunta gran declaración lamentando el sufrimiento de las víctimas y blablablá. Y regreso a la literalidad: “¡Hostia! Hemos vuelto a colocarnos en el centro. En este pueblo narcotizado hemos vuelto a hacer plas, patada al hormiguero”. No hay más preguntas, señoría.