La fractura de cadera es una consecuencia grave de una caída, siendo su mayor factor de riesgo la existencia de osteoporosis. En las personas mayores, presenta una alta morbilidad y mortalidad. Entre el 20 y el 40% de las personas que sufran una fractura de cadera, fallecerá en el siguiente año, siendo las tasas de mortalidad mayores en hombres que en mujeres.

Se trata de una patología capaz de disminuir en dos años la esperanza de vida. Además, únicamente entre el 30 y el 40% de las personas que la padezcan recobrará su estado funcional previo, requiriendo uno de cada cinco pacientes, asistencia sociosanitaria de forma permanente.

Por todo ello, dado que las caídas son su precipitante, es importante realizar un abordaje preventivo, identificando a las personas con alto riesgo de sufrir una caída e interviniendo precozmente en los factores de riesgo modificables (uso de calzado adecuado, iluminación, eliminación de fármacos precipitantes de caídas…). Además, se pueden indicar tratamientos con calcio, vitamina D y fármacos antirresortivos (reducen la progresión de la osteoporosis) u osteoformadores para mejorar la calidad del hueso en caso de evidencia de osteoporosis.

Rehabilitación

La rehabilitación de una fractura de cadera irá dirigida a recuperar la capacidad funcional previa, contando con un equipo multidisciplinar que trabaje de manera cohesionada para elaborar un plan integral e individualizado (definiendo los objetivos con el paciente y atendiendo a sus preferencias).

El objetivo en la primera fase irá dirigido a recobrar la movilidad articular, minimizar el edema de la extremidad y mejorar el balance muscular, realizando un abordaje adecuado del dolor que permita progresar en la terapia y conseguir una adecuada reeducación de la marcha y el equilibrio. También se adaptarán los productos de apoyo para la marcha que pueda precisar la persona hasta la carga completa sobre la extremidad (andador, bastones ingleses…). El objetivo global será recobrar la autonomía del individuo, favoreciendo el desplazamiento de forma independiente.

Además de la rehabilitación de la movilidad, algunas personas desarrollan síndromes geriátricos añadidos, siendo los más frecuentes la incontinencia urinaria (21% de las mujeres), el delirium (entre el 15 y el 50%, más prevalente en personas con deterioro cognitivo previo), la desnutrición (hasta el 60% presentan desnutrición o riesgo nutricional) y las úlceras por presión (con una incidencia del 16%), que prorrogan los tiempos de estancia en las unidades de recuperación funcional y son un riesgo para la institucionalización por imposibilitar la recuperación de la autonomía.

Familia

La implicación por parte de la familia es primordial para lograr una recuperación completa. En múltiples estudios se ha podido evidenciar que la soledad y la escasa relación con miembros de su familia repercuten negativamente en la evolución funcional del individuo.

Es importante consensuar tanto los objetivos como los planes de intervención con el usuario y sus familiares, para que el trabajo del equipo multidisciplinar persiga una recuperación funcional adaptada a las necesidades de la persona con fractura de cadera y que, de cara al futuro, minimice la existencia de nuevas caídas y, por ende, aumente su calidad de vida.