La reina Margarita II de Dinamarca celebró este viernes medio siglo en el trono con un programa de actos reducido al mínimo por las restricciones de las autoridades danesas debido a la pandemia de coronavirus.

Margarita, de 81 años y solo superada en el trono danés por Christian IV (1588-1648), participó en un Consejo de Estado y un acto con asistencia reducida en el Parlamento y visitó la catedral de Roskilde, al oeste de Copenhague, donde hizo una ofrenda floral en la tumba de sus padres, los reyes Federico IX e Ingrid.

La monarca danesa estuvo acompañada en Roskilde por sus dos hijos, el heredero Federico y Joaquín, así como por las esposas de estos y una de sus dos hermanas, la princesa Benedicta.

La mayor parte de los actos programados, entre ellos una cena de gala con invitados de la realeza europea y un paseo en carroza por Copenhague, han sido aplazados hasta septiembre.

El Gobierno danés y el Parlamento anunciaron que regalarán a la reina una obra de arte que simbolizará los lazos entre Dinamarca y sus dos territorios autónomos, Groenlandia y las Islas Feroe.

"Nuestra reina es nuestro punto de unión", dijo en un discurso la primera ministra danesa, Mette Frederiksen. La pandemia ya había estropeado en abril de 2020 el 80 cumpleaños de Margrethe Alexandrine órhildur Ingrid, su nombre completo, que se llevó un baño popular alternativo debido al cierre de la actividad económica y social y las limitaciones en las reuniones públicas vigentes entonces.

Miles de daneses le cantaron sin embargo desde balcones, parques, patios o desde sus casas gracias a una iniciativa popular difundida por las redes sociales, mientras representantes de la realeza europea le enviaron también sus felicitaciones por mensajes de vídeo.

La jornada terminó con una sorpresa para la monarca. Su familia preparó una cena junto a sus hijos, nietos, nueras y su hermana, la princesa Benedicta. Solo faltó la reina Ana María de Grecia, ya que su marido, el rey Constantino II, se encuentra delicado de salud. La cena secreta tuvo lugar en el pabellón de Christian VII, uno de los cuatro edificios que componen el complejo de Amalienburg.

Los cumpleaños y otros homenajes a su persona suelen congregar a miles de compatriotas, lo que refleja la gran popularidad de que goza entre su población, que valora su discreción y su habilidad para modernizar una institución que goza de un apoyo sólido.

Según una encuesta difundida esta semana por el conservador Jyllands-Posten, el 72 % de los daneses está a favor de mantener la monarquía, una institución que en Dinamarca se ha mantenido alejada de grandes escándalos, y cuando se ha producido alguno, no se ha resentido.

El más reciente fue provocado hace casi cinco años por su difunto marido, el príncipe Enrique, quien transformó sus ya conocidas quejas por sentirse menospreciado en su papel de consorte en un alegato contra la reina, a la que acusó de tomarlo "por tonto" y no respetarlo, a la vez que reiteraba su amor por ella.

La Casa Real danesa reveló semanas después que Enrique padecía demencia senil y que se retiraba de la actividad pública: meses más tarde murió tras serle detectado un tumor y se respetó su deseo de no ser enterrado en el panteón real.

REINA GRACIAS A UN CAMBIO CONSTITUCIONAL

Margarita, la mayor de tres hermanas, tuvo que esperar a un cambio constitucional en 1953 para convertirse en heredera, y diecinueve más para suceder en el trono a su padre.

En su medio siglo de reinado no ha protagonizado ninguna salida de tono reseñable, aunque sus discursos navideños han provocado alguna polémica menor.

A su condición de reina cercana y discreta añade otro punto a su favor: su variada faceta artística, que incluye desde los decorados y el vestuario de ballets, obras de teatro e incluso películas; al diseño de los monogramas de los miembros de la Casa Real o su afición por la pintura.

Y esa vocación artística continúa vigente: hace unos meses se supo que diseñará la escenografía y el vestuario de "Ehrengard", película dirigida por su compatriota Bille August sobre el relato homónimo de Karen Blixen y que estrenará la plataforma Netflix en 2023.

Fumadora empedernida, aunque desde hace unos años ya no lo haga en público, y enemiga de los teléfonos móviles, esta octogenaria ha dejado claro muchas veces que no se le pasa por la cabeza abandonar el trono, que considera "un deber de por vida", siguiendo la tradición escandinava, con el que además dice sentirse "muy a gusto".