La Navidad es esa época del año en que familia, amigos o compañeros de trabajo se reúnen alrededor de una mesa para disfrutar de una amplia variedad de platos típicos de esta festividad. Pero también empiezan algunos problemas. Por regla general se tira de tradición y de unos menús prácticamente invariables cada año, especialmente si la encargada de la cocina es la abuela.
Pero a las familias van incorporando nuevos miembros, bien por emparejamientos bien por nacimientos. Y cada uno de ellos puede traer su propia variación, su propia particularidad. Dietas vegetarianas o veganas, intolerancias, prescripciones facultativas… Todo esto tiene una solución pactada y asumida, no suele dar más problemas: somos familia y para eso estamos.
El desafío
Pero hay unos elementos familiares que suele dar más de un quebradero de cabeza, los niños y la mesa de Navidad. En función de su edad y de sus costumbres, los especiales y a veces contundentes platos característicos de Navidad pueden que no sean los más adecuados para ellos.
Los tradicionales excesos de las grandes citas familiares pueden traducirse en empachos o indigestiones, si son de los comer mucho y probarlo todo. O, en el otro extremo, rechazar todas la novedades o los sabores y texturas extrañas. Además, la excitación de vivir un momento nuevo que altera su rutina puede convertir el encuentro familiar en un mal rato.
Consejos preparatorios
A parte de una preparación previa con vistas a estos convites, pueden aplicarse algunos de los siguientes consejos:
- Al ser días de muchas emociones, quizá no sea el mejor momento para probar cosas nuevas con sabores y texturas desconocidas. Es probable que lo hagan ellos mismos por pura curiosidad, pero no es bueno forzarles o insistir en que lo prueben y les guste sí o sí.
- Ojo con el alcohol. Directamente bebido en lugar de agua, refresco o zumo queda descartado. Pero también hay que ser cuidadoso con la recetas que tengan vino, cerveza o licores entre sus ingredientes, la evaporación total del alcohol suele ser problemática y su ingesta un riesgo para os menores.
- Los horarios habituales deberían alterarse lo mínimo posible. Pero como esto es muy difícil de lograr en Navidad, podemos darles un tentempié ligero antes de las comidas y las cenas importantes para que mantengan una apariencia de rutina.
- No es mala idea que el resto de las comidas sean muy ligeras para equilibrar el aporte de calorías, grasas y azúcares del día. Y por ligeras hay que entender los vegetales, cereales o legumbres en sopas, hervidos, ensaladas, guisos sin grasas animales…
- Ofrecer también tanto al niño como la resto de los comensales alguna opción más saludable para que pueda asociar también festín familiar de Navidad con comer bien, sano y limpio.
- Dedicarse al batchcooking, un método eficaz a la hora de organizar las comidas, cocinar de forma sana y planificar lo que se comerá durante la semana en previsión de lo que vendrá. Así no hay improvisación y se compensan los posibles excesos.
- Convertir la hora de comer y su ambiente en algo agradable y ameno. Si el infante se encuentra cómodo hace que se sienta bien y se abra a descubrir nuevos sabores.
- La estética navideña fascina a lo niños y niñas, y a muchos que no lo son tanto, y en la mesa no es distinto. Aceptarán con gusto platos que llamen su atención y les recuerden que es un momento especial.