Madrid - Antena 3 estrena hoy los dos primeros capítulos de El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale), la ficción del año en Estados Unidos. Con este estreno la serie llega en abierto a las pantallas españolas tras haberse ofrecido sólo a los suscriptores de HBO, canal que ahora está emitiendo la segunda temporada.

La multipremiada ficción, basada en el bestseller de Margaret Atwood, narra la vida en Gilead, una sociedad totalitaria que antes pertenecía a Estados Unidos. Los desastres medioambientales y una baja tasa de la natalidad han llevado a que Gilead esté gobernado por un régimen fundamentalista que trata a las mujeres como propiedad del Estado. Una de las últimas que aún es fértil es Defred, criada del Comandante y una de las mujeres forzadas a la esclavitud sexual en un último intento desesperado para repoblar un mundo devastado. En esta sociedad en la que una palabra inadecuada podría acabar con su vida, Defred se mueve entre comandantes, sus crueles esposas, Marthas domésticas y sus compañeras criadas -de las que cualquiera podría ser una espía de Gilead- con un objetivo: sobrevivir y localizar a la hija que le arrebataron.

las protagonistas Este drama está protagonizado por la ganadora del Emmy y Globo de Oro Elisabeth Moss, Joseph Fiennes, Yvonne Strahovski, la ganadora del Emmy Alexis Bledel, Madeline Brewer, la ganadora del Emmy Ann Dowd, O-T Fagbenle, Max Minghella y Samira Wiley. En total ganó ocho Emmys, dos Globos de Oro y un Peabody Award... y los merece todos.

La escritora Margaret Atwood está muy satisfecha con la adaptación de su novela, escrita en 1985 con una intuición increíble. La novelista incluso aparece levemente difuminada en uno de los capítulos. Los espectadores que sientan curiosidad por este producto no deben perder la oportunidad de verla, al menos intentarlo con los dos primeros episodios. El cuento de la criada es una serie muy dura, desasosegante, cruel... pero no es porno ni gore. Da mucho que pensar: lo fundamental es que no se debe dar ningún derecho por consolidado y que las democracias son frágiles y no se puede bajar la guardia. Nadie debe hacerlo, ni mujeres, ni hombres; aunque las primeras, como es habitual, siempre tienen más que perder.