el punto más visitado, con toda probabilidad, es la casa de la estilosa protagonista, Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker), cuyas icónicas escaleras pateó multitud de veces enfundada en sus amados Manolos, como apodaba cariñosamente a los zapatos diseñados por Manolo Blahnik.

Visitas guiadas como la de On Location Tours tienen parada obligatoria en el brownstone -vivienda típica neoyorquina- situado en el West Village, donde una cadena en la entrada impide a los curiosos acercarse a la puerta y un cartel en la ventana clama hoy “¡Vergüenza, Trump!”. Elyse Brandau, una actriz que lleva tres años como guía turística revelando los entresijos de Sexo en Nueva York (Sex and the city), relata a Efe que tras la llegada del nuevo propietario a la casa, vendida por casi 10 millones de dólares hace seis años, algunos tours tenían prohibido pasar por allí, pero ahora pueden volver a hacerlo en silencio.

Esos tours permiten medir en cifras la atracción por la serie, que no sucumbe al tiempo: sólo teniendo en cuenta a On Location, que lleva diecisiete años haciendo recorridos diarios, son “más de medio millón de mujeres” las que han acudido a la ciudad para peregrinar por los antiguos escenarios de rodaje. Un viernes cualquiera por la mañana, Brandau cautiva a un autobús repleto de fans que se emocionan al recordar momentos de la serie y guardan la esperanza de ver en algún momento a Sarah Jessica Parker, tan admirada como el personaje al que interpretó durante seis años y que después recuperó en dos películas.

Parker es una vecina más del encantador West Village, en cuyo corazón hace esquina la pastelería Magnolia Bakery, que algunos fines de semana “tuvo que contratar a un portero” por la cantidad de turistas que acudían allí para emular a Carrie y a su amiga Miranda comiendo cupcakes en la puerta. Precisamente la actriz Cynthia Nixon, que encarnaba a la protagonista pelirroja (Miranda) y es conocida por su activismo LGBT, es otra residente de Nueva York presente en la mente de muchas seguidoras, ya que anunció este año que aspiraba a ser candidata a gobernadora del Estado. A través de Miranda es como la guía turística demuestra que no todo se ajustó a la realidad en cuanto a Nueva York: aunque las localizaciones en la ficción estaban repartidas por los cinco distritos de la ciudad, la mayor parte de la producción estuvo anclada en el West Village.

licencias topográficas Allí es donde se encuentra su gimnasio, que supuestamente estaba en Brooklyn, donde residía, pero también la casa de Carrie, en teoría ubicada en el Upper East Side, desde donde se podía espiarla por la ventana reflexionando sobre amistad, amor y sexo mientras escribía su columna. “Un día de rodaje suponía unos 130.000 dólares en gastos de producción”, relata Brandau, quien recuerda con cariño la escena “de 30 segundos” en la que actuó como extra en la primera película de Sexo en Nueva York, aunque no tanto las 12 horas que costó grabarla. Y es que el equipo de la serie no escatimaba en esfuerzos: para esa película, en la que se representa la boda de Carrie, se grabaron dos versiones alternativas con el objetivo de despistar a los curiosos, y sólo “la verdadera” opción costó unos 230.000 dólares.

Con motivo de este vigésimo aniversario, y de la década que cumple la película, la diseñadora Vivienne Westwood ha expuesto en su tienda el voluminoso vestido nupcial que Carrie lució en la icónica Biblioteca Pública, que separa Bryant Park de la Quinta Avenida. Unos bloques más allá, en la tienda de Gucci, Brandau señala un maniquí alto y con peluca pelirroja, inspirado en Miranda, que observa todos los días a hordas de turistas atraídos por la ciudad donde tantos personajes han vivido trepidantes historias. Y entre toda esa gente, nunca faltan amigas que creen tener un poco de Carrie, Charlotte (Kristin Davies), Miranda o Samantha (Kim Catrall) y que están dispuestas a comerse el mundo, contarse los detalles “entre cosmos” (la bebida más habitual del grupo) y tejer su propia historia, como hicieron otras antes que ellas.