- Cuenta las experiencias con desparpajo y muchas ganas de convencer, pero ha puesto su listón de catadora de comidas extrañas muy alto. No es muy posible que los espectadores aliviaran su sed si están en Lima con un batido de rana o pidieran un bocadillo de embutido de caimán en Nueva Orleans, ¿o sí? Hay paladares para todo. Aunque no todos los platos son así Verónica Zumalacárregui (Madrid, 1988) recomienda el grillo marinado, los gusanos fritos o el semen de pescado. Quiere trasladar sus experiencias a un público curioso.

Un lujo hacer programas como ‘Me voy a comer el mundo’.

-Sobre todo cuando a alguien le gusta tantísimo viajar como a mí. Es mi pasión, este programa es meterte en la cultura del país que visito.

¿También entra en su capítulo de pasiones la gastronomía?

-Muchísimo, mis raíces vascas han dejado sus posos en forma culinaria. En mi casa se come muy bien, son muy sibaritas. Las recetas que hace la amona han pasado de generación en generación.

Cocina con amplitud de miras,

-Sí. Cuando era más joven todo lo que ahorraba lo dedicaba a irme fuera, y siempre me llamaba la atención todo lo que se cocinaba; lo apuntaba en mi cuaderno de notas.

¿Qué le atrae de la gastronomía más alejada de sus latitudes?

-Me ha encantado siempre ir a los mercados, a un supermercado normal de cualquier país porque siempre me ha generado mucha curiosidad ver qué se comía en las casas.

Una gira por los cinco continentes.

-Aún no hemos terminado de grabar. Estamos en ello y tenemos buena experiencias de los viajes y de lo que hemos probado.

¿Qué es lo más apetitoso que ha probado?

-Para mí la mejor comida del mundo es la peruana, la japonesa es también una delicia, la jordana me ha sorprendido un montón. Pero mi preferida es la peruana.

¿A qué sabe la comida de Perú?

-A fusión. Sobre todo la fusión que tienen con dos culturas que son muy importantes en la gastronomía: la japonesa y la china. Perú tiene kilómetros de costa y unos productos excepcionales en ella, pero también tiene la selva. Tienen 2.500 patatas diferentes, muchos tipos de maíz con los que hacen el choclo o la canchita serrana.

¿Cómo consigue llegar a hacer un programa de este tipo?

-Formando parte de un equipo que une pasión por el periodismo en general y por viajar en particular. Lo más difícil del programa ha sido encontrar a los anfitriones, nuestra regla número uno es que no sean españoles, tienen que ser personas locales.

¿Y en qué idioma se entienden?

-Son locales pero hablan español, no queríamos subtitular nada. En Nápoles fue fácil pero en Japón fue dificilísimo.

¿Una muestra turística?

-No. Vamos a los bares de cabecera de nuestros anfitriones, a los mercados de sus barrios. Queremos algo genuino.

Acaba de volver de Perú y de Brasil, ¿le cuesta hacerse con el ritmo de su ciudad?

-No, para mí no existen los periodos de adaptación, me adapto enseguida a los lugares, debe ser porque me encanta viajar y asimilo cada nueva ciudad. Me siento bien en cualquier hotel y comer distinto no me cuesta, me encanta.

Para comer, Perú, pero ¿qué país le ha impresionado?

-Japón, fue un shock cultural brutal, todo era susceptible de ser grabado. Cada lado al que mirase, podía grabar cosas que no había visto nunca. Es el país con el que más he alucinado.

¿Repetiría alguno?

-Todos. De hecho, cuando terminamos de grabar en un lugar, siempre me quiero quedar ahí, me gusta la gente que nos acoge y nos atiende tan bien. Son experiencias únicas.

Volvemos a Perú, que le sirvan un batido de rana tiene que impresionar, ¿o no?

-Un poco sí, son nuestras costumbres frente a las de otro pueblo.

Embutido de caimán en Nueva Orleans?

-Suena raro, pero es lo que te pueden servir. Si la verdad es que puede sorprender, pero allí se come con normalidad y está dentro de lo exquisito.

¿Qué tal sabe una cucaracha del tamaño de su cabeza?

-Uy, es una experiencia. Supongo que es una experiencia que a muchos de los que vean el programa no les gustaría vivir.

Quizá mejor la tortilla de patata.

-Tampoco parece agradable comer el cerebro del cordero y yo lo hecho o semen de pescado; yo lo pruebo todo aunque a priori no me guste.

¿Recomendaría alguna de estas exquisiteces gastronómicas?

-Ja, ja, ja? El semen de pescado sí. Tiene una textura cremosa interesante, quizá no apta para todos los paladares, y con un sabor a mar muy fuerte. La cucaracha esa tan grande que me comí la puedes descartar, pero sí puedo recomendar un saltamonte pequeño o un grillo marinado, están buenos, un gusano frito?

Creo que a algunos lectores y espectadores se les va a revolver el estómago con sus explicaciones.

-Pienso que hay que probarlo todo, te puedes sorprender un poco e incluso algunos platos que en nuestra cultura son inconcebibles pueden resultar exquisitos.

Y también mortales.

-Sí, eso puede pasar con el fugu, lo comí en Tokio y si se corta mal puede ser mortal.

Algún lujo habrá vivido.

-En Dubái. Allí está el restaurante más elevado del mundo, en el hotel más alto del mundo. Una langosta podía costar unos mil euros, por un kilo de percebes de Cedeira (Galicia) pagas mil euros? Tengo la suerte de vivir todas las experiencias, también alguna de esas que a mucha gente no le gustaría vivir.

Entre los percebes de Cedeira y el semen de pescado? ¿Elige?

-Ja, ja, ja? Elijo experiencias diferentes.