MADRID - Discovery Max se sumerge en una realidad que afecta a miles de personas en todo el mundo con el estreno de la serie internacional Encarcelados en el extranjero, que aterriza hoy a las 22.00. Cada entrega narra casos de viajeros encerrados en algunas de las prisiones más peligrosas y violentas. Historias como la de Susan Haglof, protagonista del episodio No sin mi hijo, el primero y uno de los más desgarradores testimonios de la serie, que recrea la historia de una estadounidense de 46 años que pagó su deseo de ser madre con una temporada en la cárcel. Todo comenzó cuando, junto a su marido, el egipcio Medhat Besada, adoptó un bebé a través de una catedral de El Cairo. Desconocían que para la legislación egipcia la filiación es exclusivamente biológica y no está contemplada la adopción. Este vacío legal es el que empuja a algunas familias a buscar adopciones en secreto, sin documentos capaces de acreditarla. Haglof consiguió su bebé, pero sin que constara en ningún registro oficial. Los primeros días de felicidad se vieron interrumpidos cuando a la madre de Haglof, residente en Estados Unidos, le fue detectado un cáncer. El matrimonio acudió al consulado americano en busca de un visado para el pequeño. Ante la ausencia de papeles, la única posibilidad de Susan fue mentir y firmar un documento en el que aseguraba ser la madre biológica del pequeño, lo que despertó los recelos de los funcionarios estadounidenses, que no dudaron en pedir un certificado médico que acreditara su maternidad. La pesadilla no había hecho más que comenzar. Los falsificadores del mercado negro se perfilaron como su única opción, una salida que tampoco convenció a la embajada americana que se apresuró a pedir más pruebas y a advertirle de que si abandonaba el país con el niño podría ser acusada de secuestro. Haglof se vio obligada a viajar sola. De vuelta a El Cairo, juró no separarse nunca más de su pequeño. Hasta que la Policía llamó a su puerta. La pareja no sólo tuvo que enfrentarse a la pérdida del bebé para siempre, sino a la posibilidad de cumplir una condena en una cárcel egipcia no inferior a 25 años por tráfico de personas.

historias reales Encarcelados en el extranjero muestra historias reales, narradas por sus propios protagonistas, de viajeros que han visto cómo se hacía realidad la peor de las pesadillas tras cometer un delito, no siempre de forma deliberada. La gran mayoría de los extranjeros en cárceles de todo el mundo debe su encierro a asuntos relacionados con el tráfico ilegal de estupefacientes. Es el caso de Scott Campbell, que tras organizar un viaje a China con su padre recién divorciado se llevó la peor sorpresa de su vida. Y es que su padre había planeado un viaje bien distinto: introducir ilegalmente veinte kilos de cannabis en el país oriental. El contrabando ilegal también llevo al judío ortodoxo Samuel Leibowitz a ingresar en la peligrosa prisión brasileña de Carandiru, tristemente célebre por albergar un motín en 1992 que terminó en masacre. Un destino terrorífico para un viaje a priori idílico, que Samuel inició cuando un amigo le ofreció unas vacaciones gratis en Brasil. Justo antes del viaje de regreso, la Policía le detuvo con un paquete para ese amigo que resultó ser cocaína.