U na tenue evolución formal, acompañada de progresos técnicos y de equipamiento, da nuevo lustre al DS 5. La intervención coincide con el primer aniversario de la segregación de la firma de la familia Citroën. El modelo estandarte de la otrora división de lujo de la marca de los galones sigue llamando a la puerta del segmento Premium con una mezcla de tecnología avanzada, estilo diferenciador y cuidada puesta en escena.

El DS 5 protagoniza uno de esos raros casos de insumisión frente a la dictadura del diseño único que sigue imperando. Claro que abandonar el rebaño e ir por libre tiene sus riesgos; el mayor de todos es causar rechazo, o como poco desconcertar, al gran público, poco proclive a desviarse de los cánones de la moda. Cuando un fabricante lo hace, apuesta por la autenticidad pero se arriesga a perder la sintonía con la clientela. Por las aristas de ese abismo discurren, precisamente, algunas creaciones de DS. Sobre todo su buque insignia.

El DS 5 es un automóvil impecable condicionado por un diseño peculiar que está en las antípodas del que lucen las berlinas convencionales de su tamaño. Ese estilo sin parangón rara vez deja indiferente y provoca reacciones de repulsión o de fascinación. Lo malo es que no todas las personas cautivadas por sus cualidades técnicas y estéticas se atreven a dar el paso de la adquisición.

La operación renovadora no comporta modificaciones estructurales al peculiar vehículo. Así pues, mantiene intacta su carrocería de cinco puertas con líneas mestizas entre sedan y familiar. La peculiar silueta resta contundencia a un conjunto relativamente corpulento (ocupa 4,53 metros de largo, 1,87 de ancho y 1,50 de alto). Los creadores de este coche optaron por imitar el leve declive de techo de los formatos ‘wagon’ y por retrasar todo lo posible el eje posterior, dejando así 2,72 metros de batalla. El objetivo era fomentar la habitabilidad: el DS 5 está homologado para cinco ocupantes (como todos, desmerece con más de cuatro) y brinda un hueco de carga en la zaga de 468 litros.

Los cambios de la nueva entrega se concentran en la proa. El semblante presenta ahora una parrilla de diferente concepción, dominada por el todavía poco conocido logotipo de DS. Varía también la forma de los grupos ópticos delanteros (son de diodos o de xenón, dependiendo de la versión) y del parachoques. La paleta de colores agrega una tonalidad azul y la nómina de complementos incorpora nuevos dibujos de llantas. La ambientación interior sube nota tras el reajuste de la instrumentación. La presencia de una pantalla táctil para el sistema multimedia permite suprimir unos cuantos pulsadores del salpicadero, lo que refina la apariencia general. La calidad de materiales y ensamblaje sigue siendo satisfactoria, acorde a lo exigible a un modelo con evidentes pretensiones Premium.

Las modificaciones alcanzan asimismo al reparto motriz, cuyos integrantes han sido afinados para contener consumos y atenuar emisiones. El DS 5 dispone de dos propulsores a gasolina, tres turbodiésel y una sexta alternativa híbrida. La oferta de gasolina renueva las variantes del 1.6 THP, que incrementan su rendimiento a 165 y 210 CV. La de gasóleo contiene propuestas BlueHDi, una 1.6 de 120 CV y dos 2.0 con 150 y 180. La berlina sugiere, asimismo, la mencionada variante con sistema de impulsión mixto ‘dieseléctrico’, que rinde 200 caballos. Todas las motorizaciones van asociadas a sistema Start&Stop; se combinan con caja manual o automática de seis relaciones.

La gama DS 5 aplica cuatro definiciones de acabado y equipamiento. Despliega una tarifa oficial que va de 29.050 a 45.500 euros.