Gasteiz - Su vida es cine, música y libros; radio y televisión. 2015 se estrena para Félix Linares con un nuevo programa de televisión que llevará al espectador a viajar por acontecimientos históricos a través de un mundo lleno de fotogramas. Este jueves El pianista y Linares nos transportan a Auschwitz setenta años después de su liberación. En esta entrevista, Linares nos habla de cómo los premios de cine tienen poco que ver con el cine, aunque parezca absurdo, y están enfocados a los modistos de la noche de la entrega.
Se duplica su trabajo en televisión, el próximo jueves comienza ‘El mundo según La noche de...’.
-No estoy pensando en parar sino lo contrario, también las circunstancias ayudan a ello. Pienso que lo que vamos a hacer está muy bien pensado y va a resultar bien; y, en todo caso, es una aventura más y a cierta edad nos viene genial.
¿Demasiadas vueltas de tuerca a un mismo programa?
-No, de hecho, este nuevo espacio es consecuencia del éxito de una de las secciones de La noche de? La historia según Hollywood. Hemos decidido hacer un programa que refleje dos vertientes con mucho más detalle, el lado histórico y la historia en el cine.
¿Va a ser perenne, no va a parar ni en verano como ocurre con ‘La noche de?’ de los martes?
-Estamos dando mucho aire al tema. La noche de? es un programa que ha cuajado, que lleva veinte años y que tiene una fidelidad por parte del espectador. No sabemos cómo va a funcionar El mundo según LND. Tenemos el propósito de hacer este espacio hasta Semana Santa y los más optimistas piensan en el verano, pero si el público responde, acabaremos haciéndolo las cincuenta y dos semanas del año.
En 2014 fue el centenario de la Primera Guerra Mundial, ¿vamos a empezar por ahí el jueves?
-Empezaremos con la Segunda Guerra Mundial porque el martes se cumplieron setenta años de la liberación de Auschwitz. El jueves haremos el programa contando cómo fue el holocausto, cómo se ha visto reflejado en el cine y qué papel jugaron los vascos. Hubo 185 prisioneros vascos, y veremos que pasó con alguno de ellos. Después vendrá una película relacionada con el tema: El pianista. En ella se habla del gueto de Varsovia y de los campos de concentración.
Cambiemos a la gran pantalla y hablemos de los Goya, ¿cómo los ve en esta edición?
-Venimos de un año en el que la recaudación ha sido importantísima. Si hay que echarle la culpa a Ocho apellidos vascos, se la echamos y ya está. También hay otras películas que han funcionado muy bien, incluso La isla mínima está todavía en cartelera. Se ha roto el tabú con el cine español y eso te pone en los Goya con unas expectativas altas, otra cosa es que se premie lo mejor.
¿Qué se premia según Linares?
-Los premios de cine están hechos para los modistos, se habla más del vestido de alguien que de la película que ha protagonizado, y al día siguiente lo que alguien ve es la pasarela y si alguien se ha caído a la hora de recibir el premio o si ha cometido alguna indiscreción. Los Goya, los Bafta, los Oscar y todos los premios no tienen nada que ver con el cine.
¿Entonces?
-El cine es la disculpa para hacer otra cosa; pero hay que considerar otras cosas, los premios y las nominaciones hacen que se vea más cine. Hay gente que se siente impulsada a ver esas películas considerando que por algo las han premiado y por algo las han nominado. A mí eso me parece fantástico, ojalá hubiese unos premios cada semana.
¿Es fan de ‘Ocho apellidos vascos’?
-Lo soy en el sentido comercial. Me parece fantástico que haya películas de estas que permitan que se puedan ver otras películas. Ocho apellidos vascos me parece una peliculita tirando a bajita, pero eso no lo oculta absolutamente nadie. Hasta los mismos que la hicieron son conscientes de que es una película vulgar y con unos chistes igual no demasiado afortunados y en algunos momentos un poco de sonrojar, pero cayó en un momento, en una situación, y la cosa se disparó y ha pasado lo que ha pasado; fantástico, necesitamos de esas.
Cada vez dicen que se ve más cine en casa.
-Hay que verlo en las salas, está más claro que el agua. Hay un proceso a la hora de entrar en el cine, es casi como entrar en un lugar sagrado. No tenemos la misma sensación cuando entramos en un cine que cuando entramos en una biblioteca.
Pero no es lo mismo.
-¿Por qué no? Tú entras en una biblioteca y dices: aquí se acumula mucho saber. Pues en las salas de cine también. Entras y eliges una película, en una biblioteca escoges un libro. Es lo mismo, un reducto donde hay cultura y, no solo cultura, entretenimiento también. Entras y compartes las sensaciones que da la película. Que hay que reír, se ríe; que hay que llorar, se llora, y que hay que patalear, se patalea si es necesario. Eso no pasa en casa.
También se sentirán emociones en casa, ¿o no?
-Sí, es posible, pero hay estudios que demuestran el interés que pone el cerebro en una situación u otra: que si la familia, que si el perro, la tormenta...pasan cosas que no se dan en el cine. Eres una especie de cautivo atrapado por lo que está ocurriendo allí y tu cerebro reacciona de diferente manera.
No le veo a usted en el cine riendo, llorando o pataleando.
-Yo soy un tío serio, pero en ocasiones cuando la película es desternillante entiendo que la gente se ría a carcajadas. Me pongo muy serio a ver cómo está el encadenado de planos, cuál ha sido el encuadre y qué error de iluminación han tenido.
¿En serio ve usted así la película? ¿Dónde está la magia del cine?
-No tengo ningún problema en hacer eso al mismo tiempo que disfruto de la película. Es en lo único que sé hacer dos cosas al mismo tiempo. En el cine lo mismo, tienes que apreciar que el encuadre ese no es muy ortodoxo o es arriesgado.
¿Cine con palomitas?
-Pues no, yo nunca he comprado palomitas ni nada que se le parezca, aunque hubo un tiempo en el que compraba pastas con mi hijo. Pero nos las acabábamos antes de que terminaran los créditos de las películas.