madrid. La filosofía del programa es "estar en todos los rincones del planeta en los que hay cosas interesantes que contar". En su opinión, "el reportaje perfecto no existe y eso es lo que nos mantiene vivos".

Cinco años como director de 'En portada'. ¿'Quema' el despacho?

No, porque hago más o menos los mismos reportajes que el resto de los redactores. En pocos días iré a Ruanda a hacer un trabajo sobre los veinte años del genocidio, que yo cubrí entonces para los Telediarios.

El periodismo de postguerra no es una asignatura. ¿Es una especialidad que ha inventado usted?

He ido a varias guerras y allí me he encontrado a muchos periodistas. La conclusión es que las guerras siempre se van a contar, mejor o peor. El problema es que nosotros nos vamos y se olvida lo que ha ocurrido allí. ¿Qué habrá sido de aquella persona a la que dedicamos un minuto en un Telediario, que perdió su casa y su familia, que se estaba subiendo a un autobús con una mochila en la que llevaba todo lo que tenía para ir a un campamento con un toldo azul de ACNUR y creía que su vida no tenía sentido? Ahí es cuando yo creo que el periodismo cobra un valor adicional fundamental por el contrato que nos une con la sociedad.

¿Y qué hay que hacer?

Comprobar si se ha instaurado el régimen democrático que se prometió, si se ha liberado a los presos políticos, si ha habido elecciones o si la comunidad internacional ha invertido los millones de dólares que anunció para la reconstrucción del país. Saber eso es fundamental para que vivamos a gusto con nosotros mismos.

¿Dice que los periodistas tienen un contrato con la sociedad?

Sí, y ese contrato tiene varios artículos, además de la veracidad. Yo trabajo en una televisión pública y no concibo que se pueda hacer un periodismo que no esté directamente relacionado con nuestro espectador, que es a la vez quien nos financia. Al margen de que la empresa sea pública o privada, el periodismo tiene esa razón de ser: somos periodistas porque hemos querido pero debemos asumir que tenemos un compromiso que nos obliga a responder por qué nos hemos equivocado o por qué hemos mentido. García Márquez decía que en este juego el que miente, aunque sea sobre el color de los ojos del que tiene enfrente, pierde. Yo cuando me planteo que tengo un contrato social lo primero que pienso es que la historia que voy a contar no es para mí porque hay muchos periodistas que escriben para demostrar lo mucho que saben. Tenemos que saber mucho, pero escribir pensando que el que no sabe se tiene que enterar y que al que sabe tenemos que aportarle algo nuevo.

Los periodistas tenemos otro contrato... con nuestras empresas, que suele ser cada vez peor.

Esta profesión solo se puede disfrutar con pasión y cuando algo te apasiona llega un momento en que no pones en el primer escalón la remuneración. Admito que eso nos ha hecho daño porque hemos olvidado reivindicaciones que hemos ido perdiendo por no defenderlas en su momento. Ante los estudiantes yo suelo entonar el mea culpa porque tenía que haber luchado más por los derechos de los periodistas. Cada uno vamos por libre y las empresas se aprovechan de ello.

Ha estado en docenas de conflictos. ¿Hay alguno en el que no haya entendido por qué se mataban?

Francamente, nunca he llegado a entenderlo muy bien. El público tiene la sensación de que los periodistas contamos las guerras desde uno de los frentes, especialmente a raíz de la guerra de Bosnia e incluso antes, en Vietnam: proserbio o probosnio, prohutu o protutsi... Eso es un error garrafal porque las guerras no se pueden simplificar en un nivel de izquierda o derecha.

¿Cómo hay que contarlas?

Hay que hablar de arriba y abajo. Arriba están los poderosos, que son los que inventan argumentos para llevar a los pueblos a la guerra; y abajo están los que las sufren, que pueden ser combatientes o los habitantes de una población que se ven en medio de un conflicto alimentado por un odio que normalmente han provocado los de arriba. Cuando cuento una guerra, intento hacerlo desde esa perspectiva. ¿Se puede contar objetivamente? Es muy difícil porque yo siempre voy a estar del lado del bosnio o del serbio que ha perdido su casa y ha tenido que irse a otro país y no del dirigente, sea bosnio o serbio, que se aprovecha de los instintos más básicos de los seres humanos para lanzar una guerra.

¡Acaba de inventar la cobertura marxista de los conflictos bélicos!

Ja, ja, ja... No sé si es para tanto pero desde luego yo lo tengo así de claro. Los buenos son de los dos bandos y los malos también.

Fue el primer periodista español que envió una crónica de televisión por Internet hace 15 años...

Así es, fue desde Guinea Ecuatorial. Fuimos a cubrir el juicio contra un grupo bubi que se suponía que había intentado dar un golpe de Estado contra Obiang. No había forma de enviar las imágenes, así que hablamos con Telefónica y nos facilitó una serie de medios, pero tuvimos muchos problemas: lo que hoy llevas en un iPhone ocupaba ocho maletas. Al final logramos enviar las imágenes con una frecuencia de cuatro imágenes por segundo: daba saltos, pero lo logramos. También hemos sido los primeros en rodar en HD, en tener nuestra propia web en TVE y en hacer reportajes interactivos. Todo lo que sean nuevas formas de narrar me motiva y no me importa ser conejillo de Indias.

¿Las nuevas tecnologías no tienen repercusiones negativas? ¿No provocan, por ejemplo, que se cuelen informaciones falsas?

Eso siempre ha ocurrido, desde que alguien llevaba un teletipo corriendo al plató para que lo leyera el presentador sin filtro ni confirmación, pero con las nuevas tecnologías se ha multiplicado. Nos puede la tentación de ser los primeros en contar algo, aunque no sea verdad. Es la condición humana, pero como periodistas tenemos ese contrato con la sociedad que nos obliga a confirmar que lo que hacemos público es cierto. Las prisas son compañeras de viaje del periodismo, por eso es bueno hacer como en los toros: parar, templar y mandar.

Hasta que se jubile le recordarán como el periodista que consiguió la última entrevista en exclusiva con Mandela. ¿Tiene alguna espina clavada, algún personaje imposible?

A mí siempre me motiva conocer las razones íntimas por las que el ser humano comete determinadas acciones. Para eso el periodismo de guerra es fundamental. Una guerra muestra al ser humano en su grado máximo de bondad o de maldad. ¿Personajes malos que me hubiera gustado entrevistar? Pues Pinochet, Milosevic y Mugabe. Y a Osama Bin Laden, pero ahí está el debate periodístico. ¿Hay que entrevistarle o no? Yo creo que sí, pero sabiendo quién es. Ahora me gustaría hablar con Snowden, he hecho gestiones pero aún no han dado fruto.