BILBAO.En 1933 el bilbaíno Pedro Martínez Lejarza fundó una pequeña empresa para la importación y distribución de productos Ford Motor Ibérica, esencialmente camiones ligeros destinados a la incipiente industria de la época. Aquella semilla germinó y fue creciendo hasta convertirse en el frondoso árbol que es hoy. Ocho decenios después, Lejarza y Cía, S.L. ha engendrado el principal grupo empresarial vasco dedicado a la distribución de vehículos. Sus actividades son abundantes y heterogéneas. La más conocida es la representación de Nissan, Peugeot, Suzuki e Infiniti. No obstante, Lejarza también comercializa scooters de Peugeot, productos de Volvo Maquinaria, carretillas de diversas marcas e industriales ligeros chinos DFSK. Además, realiza transformaciones de vehículos pesados y conversiones de motores a Autogas.
El salto cualitativo que impulsó a la firma embrionaria hasta convertirla en lo que hoy es se produjo en 1958. Coincidiendo con el mutis de Ford, que dejó en solitario a Motor Ibérica, se refunda como Lejarza, S.A. En dicha sociedad entra a participar el empresario Miguel Delgado, padre del actual presidente de la compañía.
La casa matriz seguía por aquel entonces en pleno corazón de Bilbao, en la Alameda de Urquijo. Allí se ubicaban las oficinas y el taller donde eran ensamblados de manera artesanal los populares camiones y furgonetas Ebro, que llegaban embalados por piezas. Luego la sede se trasladó a Gregorio de la Revilla y el taller a Erandio-Tartanga.
La empresa vivió otro momento decisivo en los años setenta, época en la que ingresa en el mercado de los vehículos profesionales. Este paso marcó el punto de inflexión a partir del cual se produce la expansión definitiva. Las carretillas Fenwick y la maquinaria Massey Ferguson primero, y una década después los productos de Nissan y de V ayudaron a fraguar los sólidos cimientos del consorcio.
Los beneficios obtenidos en dicha área de negocio en un momento de intensa actividad industrial y de abundante obra pública permitieron abordar nuevos proyectos con el automóvil como protagonista. "Nos aportaron el músculo financiero necesario para lanzarnos a otras aventuras", reconoce hoy Miguel Delgado hijo, a quien el prematuro fallecimiento de su progenitor obligó a asumir las más altas responsabilidades nada más finalizar sus estudios.
Suya fue la decisión de trasladar la empresa del casco urbano bilbaino a su actual ubicación de Asúa en 1983, movimiento táctico que luego han imitado muchas empresas del sector para ganar operatividad. Las nuevas instalaciones permitieron afrontar un reto que Delgado evoca ahora con una mezcla de satisfacción y contrariedad: "Pusimos en marcha la ITV. Entre el 83 y el 92 fuimos Taller Auxiliar Colaborador y por aquí pasó a revisión la mitad del parque de Bizkaia; hubo días de más de trescientos vehículos? Luego vino la privatización y quedamos sorprendentemente excluidos de las adjudicaciones, lo que nos dejó bastante lastrados justo cuando comenzaba la crisis económica de los 90".
Finalmente, Lejarza se repuso de aquel trance gracias a sus actividades tradicionales en el sector industrial y de maquinaria, así como a su incipiente negocio de venta de coches. Nissan comenzaba por entonces a ganar peso específico en el mercado, fundamentalmente gracias a los robustos y eficientes Patrol, promotores directos de la pasión 4x4 que aún colea. En los noventa se incorporaron al equipo Peugeot y Suzuki. Hace tres años el grupo decidió probar en el segmento Premium al lado de Infiniti, una apuesta ganadora si el rumbo ascendente del mercado no se hubiese truncado. Con la división de lujo de Nissan no se cierra la puerta ni se pone punto final al libro de familia del grupo, que ya estudia nuevas incorporaciones, alguna de las cuales podría materializarse antes de un año.