Barro dirige en Galicia el centro tecnológico Citius, donde pelea por que su centenar de investigadores puedan trasladar sus descubrimientos a la sociedad. Porque, más allá de la mente científica de este catedrático en Inteligencia Artificial y ex rector de la Universidad de Santiago, se asoma alguien preocupado por los demás y por el mundo en que vivimos. En una entrevista desde Citius poco después de enviar a su gente un correo recordándoles que a Isaac Newton le golpeó la manzana confinado por la peste allá por 1665, Barro llama a los "señores poderosos" a darse cuenta de que, para salir de esta, hay que actuar en conjunto. Porque "ya no hay males locales, los males se globalizan".

¿Conseguirá la inteligencia artificial que superemos antes la pandemia?

Bien utilizada, sí. Por primera vez se está usando como una tecnología madura y de modo intensivo en una circunstancia de este tipo. Pero creo que va a ser más útil para una nueva pandemia que para la actual, porque en general mucho de lo que puede aportar se basa precisamente en técnicas de análisis de datos, de aprendizaje automático. Para eso se necesitan capturar muchos datos de modo fiable y representativos del problema que queremos resolver. En este momento se está empezando a protocolizar cómo recoger los datos, se está empezando a tener datos fiables. La inteligencia artificial está demostrando ya que tiene un potencial brutal para ayudarnos en estas circunstancias inesperadas y calamitosas.

¿Cómo nos ayudan las máquinas a controlarla?

Hay varias claves para controlar la pandemia. Una son los test fiables y masivos, en lo que estamos empezando, pero estamos aún lejos de hacerlo de modo masivo. Otra es la reducción de la propagación de contagios, el seguimiento de contactos. Ahí la tecnología es indispensable. A mano se hace intentando construir el mapa de contactos, pero eso es imposible en una pandemia como esta, porque perdemos mucho tiempo que son vidas. También el distanciamiento físico y la minimización del contacto y, de nuevo, aquí la tecnología existe. Dentro de edificios ahora tendremos que controlar los flujos de personas, y si hay un positivo saber dónde ha estado. ¿Hay tecnología para eso? Sí. Disponemos de una tecnología fantástica que no teníamos hace cinco o diez años, pero que hay que utilizar bien.

Para pensar, las máquinas necesitan nuestros datos. ¿Dónde fijaría los límites a ese uso?

Dejar en la ética el comportamiento de las grandes corporaciones es un brindis al sol, porque la cumplen... o no. Si no quiero que mi información no se grabe o no se pueda usar de modo no anónimo, quiero que quien no cumple eso esté incumpliendo una ley.

¿Y hay que reforzar esas leyes de big data?

Sí, pero lo que no debemos es hiperregular, porque puede suponer atarte las manos, por ejemplo en este caso. Hacer un seguimiento de los contactos de las personas para poder actuar de forma rápida con un contagiado tiene enormes beneficios. No hay que negar el uso de la tecnología para eso, lo que hay que hacer es usarla adecuadamente.

¿Descargaría en su móvil una app de localización para contener el virus Covid-19?

A mi, si el Estado español me dice que es segura, que esa información no se va a usar para ninguna otra cosa, que va a ser temporal mientras requiera la situación que vivimos, para atenderme mejor a mi y al resto de las personas, que después se va a borrar de los sistemas y que no va a quedar ninguna traza, sí. Lo autorizaría no solo por mi, egoístamente, sino porque es un compromiso con el resto de personas. Lo mismo que si doy positivo lo diría, para que se pueda actuar y quienes han estado en mi entorno puedan ser atendidos. Cada día, millones de personas descargan aplicaciones en las que firmas un contrato que no te lees. A veces somos un tanto inconscientes y no percibimos que estamos dando información extremadamente sensible, pero eso no ocurre cuando afrontamos circunstancias excepcionales.

Lleva mucho tiempo analizando la automatización del trabajo, ¿qué ocurrirá en la era poscovid?

Lo que estamos viviendo va a acelerar lo que se iba a producir a lo largo de una década, y en muchos casos lo va a comprimir en meses, un año o muy pocos años. La circunstancia que vivimos, extremadamente extraordinaria y grave, es un acelerador de la penetración de la tecnología en nuestras vidas, tanto en lo profesional como en lo personal. La automatización inteligente va a ir sustituyendo muchas de las tareas que desarrollamos en el día a día. ¿Y eso es bueno? Si estamos preparados, sí. Si tenemos la capacidad para ir cediendo ciertas tareas e ir asumiendo otras, que incluso van a ser más gratificantes, con mayor creatividad, menos pesadas y rutinarias, está bien. Si las empresas en lugar de preocuparse en sustituir a personas, se preocupan por innovar alrededor de la tecnología, está bien. Está bien si lo hacemos bien y con anticipación. Pero si todo viene en avalancha tendremos un desempleo tecnológico enorme sin posibilidad de reciclado de muchísimas personas.

"La tecnología nos puede ayudar enormemente a nivel mundial si compartimos datos"

En España, ¿nos hemos puesto las pilas en inteligencia artificial?

España y Europa en general tienen un alto nivel de investigación en inteligencia y existen grupos de investigación muy potentes. Nuestro principal problema es la transferencia, que nuestra investigación acabe teniendo un impacto en el tejido productivo, en nuevos productos. Este es un mal generalizado en nuestro país y ahí hay que hacer muchos esfuerzos porque, si somos un país que hace buena ciencia pero que no la transfiere, también somos uno que pierde oportunidades porque otros las usarán. Estamos invirtiendo muchos recursos con un talento enorme que no somos capaces de retornar para que mejore nuestra sociedad.

Visualice el mundo pospandemia tecnológico. El mejor y el peor escenario que se le ocurra.

El mejor escenario es aquel donde vemos el valor de la tecnología y la introducimos para acelerar procesos que todos entendemos que son positivos. La tecnología, y se puede demostrar en esta pandemia, nos puede ayudar enormemente a nivel mundial si compartimos datos. Yo ese futuro lo compro. ¿Cuál es el que no compro? En el que simplemente se evidencie que la tecnología estaba siendo infrautilizada y que se aplica solo para automatizar, lo que crearía más desempleo tecnológico. No nos engañemos, va a haber un mundo cada vez más tecnológico, pero lo podemos usar bien, en beneficio colectivo, o mal, en beneficio de unos pocos. Porque la tecnología puede ser un amplificador de diferencias. Puede concentrar la riqueza en muy pocas manos, y lo vemos con los oligopolios tecnológicos. Lo que me preocuparía es que esta situación no haga más que acelerar lo potencialmente dañino desde un punto de vista colectivo. Y lo que me agradaría es que lo que haga sea poner en evidencia a los gobiernos, universidades, ongs y empresas que necesitamos un mundo algo distinto.

¿En qué sentido?

En los países capitalistas necesitamos otro tipo de capitalismo, más humano, menos intensivo en dinero y más intensivo en el bien común. Eso ya lo sabíamos, lo que pasa es que esto, a quienes quieran entenderlo, lo pone todavía más en evidencia. Vivimos en un mundo global para lo bueno y para lo malo, y ya no hay males locales, porque los males se globalizan. Señores y señoras poderosos, por su propio bien, el de sus familias, el de sus empresas, el de su entorno y el de sus gobiernos, actuemos con otros parámetros si nos queremos salvar colectivamente para salvarnos individualmente.

PERSONAL

Lugar y fecha de nacimiento: Pontes de García Rodríguez, 21 de noviembre de 1962

Formación: Logró la licenciatura y el doctorado (premio extraordinario) en Física de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) en 1985 y 1988, respectivamente.

Trayectoria: Profesor de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial desde 1995, director del Departamento de Electrónica y Computación de la USC desde 1993 hasta junio de 2002, entre 2002 y 2010 fue rector de la Universidad de Santiago de Compostela. Presidió el grupo de TIC de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) desde junio de 2003 hasta octubre de 2005. Fundador y director del Grupo de Sistemas Inteligentes, primer grupo de Inteligencia Artificial en Galicia y uno de los primeros en España. Es autor de numerosos libros científicos y director del centro Citius (Centro Singular de Investigación en Tecnologías Inteligentes) de la Universidad de Santiago de Compostela.