Dedicarse profesionalmente a la música no es una salida laboral muy común, pero decidirse por ello es mucho más sencillo cuando se viene de una familia que está dentro del entorno cultural. Por eso, cuando con apenas tres años Irene Mena comenzó a mostrar devoción por el violín, a nadie le cogió por sorpresa y contó con el apoyo necesario para dedicar su vida a ese instrumento del que habla con pasión. “La música siempre ha estado muy presente en mi casa. Todo comenzó cuando con tres años fui a ver un concierto en el que Chiara Banchini tocaba el violín barroco. Me quedé todo el concierto mirándola solo a ella, la postura, cómo tocaba. Yo creo que todo el mundo se quedó asustado al verme así... Me llamó muchísimo la atención y cuando llegué a casa me puse con dos palillos chinos a hacer como que tocaba el violín. Luego mis padres me apuntaron a una academia y posteriormente me presenté a las pruebas de profesional al Conservatorio”.