Petilla pasó a pertenecer al reino de Navarra gracias a un préstamo monetario. Corría el siglo XIII, cuando el rey aragonés, Pedro II, enfrascado en múltiples conquistas, y algo corto de dinero, solicitó un préstamo de 20.000 maravedíes al monarca navarro Sancho VII. La condición de Sancho era que lo devolviera al cabo de veinte años.
La operación se avaló con varias propiedades reales, entre ellas el castillo de Petilla, el pueblo y su entorno. La mala fortuna quiso que el rey maño muriera en la batalla de Muret, en 1213, sin haberlo devuelto. El crédito lo heredó su hijo, Jaime I, quién tampoco lo pudo satisfacer. De esta manera, el rey de Navarra anexionó a sus dominios Petilla, su castillo y el paraje del barranco de Los Bastanes.
En 1402, Carlos III de Navarra y Martín I de Aragón negociaron la posibilidad de que el enclave se incorporara a la corona aragonesa mediante una permuta, pero el proyecto no llegó a prosperar. Así que se quedó para siempre en tierras navarricas.
La guerra de Sucesión causó grandes perjuicios en la villa. Habiendo tomado partido por Felipe V, envió veinte hombres armados que contribuyeron a la toma de Uncastillo y Luesia. Pero poco después cambiaron las tornas. En enero de 1707, Petilla fue ocupada y los asaltantes destruyeron diecisiete casas, talaron los árboles y saquearon e incendiaron la iglesia, perdiéndose gran parte de la documentación de los archivos parroquiales. En 1860, la población de la localidad ascendía a seiscientos sesenta y dos habitantes, la mayoría dedicados a la agricultura y a la ganadería. Pero como en otros muchos lugares, cuando se inició la industrialización comenzaron a abandonar el pueblo.
En la actualidad, la villa alberga solamente a un reducido número de residentes, ya que la mayoría de los habitantes censados han establecido su hogar en localidades distantes, como Pamplona, que se encuentra a 73 kilómetros de distancia, o Zaragoza, que está a 125 kilómetros.
La configuración de la localidad se define por tres calles principales: Mayor, Amadeo Marco y Santiago Ramón y Cajal, las cuales convergen en la plaza de Navarra, donde se encuentra el edificio del Ayuntamiento. Un dato curioso es que, para llevar a cabo trámites de índole autonómica, los petillanos deben atravesar la villa aragonesa de Sos del Rey Católico, lugar de nacimiento de Fernando II de Aragón.
Las festividades patronales, que tienen lugar en septiembre, se celebran siguiendo las tradiciones navarras, con torneos de pelota o concursos de pinchos. Además, es relevante destacar que Petilla ostenta el título de ser el último pueblo en Navarra en el que se conservó la lengua navarroaragonesa.
Visitamos el pueblo
El recorrido por el pueblo se puede comenzar visitando la iglesia parroquial dedicada a san Millán Abad. Es un edificio del siglo XIII realizado en piedra, de nave única, dividido en dos tramos y cabecera poligonal. La entrada la configura una puerta de arco de medio punto abocinada cuyas arquivoltas se decoran con motivos geométricos, de ajedrezado y pomas, según la tradición cisterciense de comienzos del siglo XIII. Una vez dentro del recinto se puede observar cómo la nave está cubierta con bóvedas sexpartitas con claves labradas y la cabecera con bóveda de paños nervados. Algunas ménsulas que sostienen nervios en cabecera y nave se hallan esculpidas con rostros humanos, pájaros enfrentados o animales fantásticos.
Durante el siglo XVI se incorporó la sacristía, adosada al presbiterio por el lado de la epístola, y también sendas capillas-hornacinas, cubiertas con bóveda de cañón, abiertas una a cada lado en el segundo tramo de la nave.
La capilla mayor recibe iluminación de la ventana axial, de arco apuntado y parteluz central, en contraste con los estrechos vanos abiertos en los restantes muros del templo. La torre campanario, cuadrangular de tres cuerpos, se adosa a los pies por el lado del evangelio.
Del primitivo retablo mayor son dos imágenes que se hallan situadas a los lados del presbiterio: una Virgen con el Niño y un san Millán Abad. Son figuras de complexión fuerte, fieles a la tendencia romanista de comienzos del siglo XVII. Al mismo retablo debieron pertenecer los dos paneles con las figuras en relieve de san Pedro y san Pablo que se conservan en la capilla del lado del evangelio.
En la capilla del lado de la epístola se venera la imagen de Nuestra Señora de la Caridad, titular de una ermita próxima. Es una talla sedente del siglo XIII muy modificada por las restauraciones. En la misma capilla se encuentra una pequeña escultura de san Francisco Javier del siglo XVIII en madera policromada. En el muro del lado del evangelio hay un Crucificado del siglo XIV de tres clavos y notable tamaño, algo alterado por la restauración; presenta a Cristo agonizante con una expresión dulce en su rostro.
El coro alto, situado a los pies del templo, ofrece el interés de conservar parte de su barandilla primitiva de primera mitad del siglo XVI. Son nueve paneles decorados con tracería gótica flamígera que se complementan con las correspondientes ménsulas talladas con cabezas humanas y animales diversos. Por último, no hay que perderse la pila bautismal renacentista en la que, según la tradición, fue bautizado Santiago Ramón y Cajal.
Siguiendo con el recorrido, a las afueras del pueblo se pueden contemplar varias ermitas como la de la Virgen de la Caridad; la de san Miguel, de la que solo quedan algunos restos, y la de san Juan. En Los Bastanes se puede ver la de san Antonio, un pequeño edificio de piedra de mampostería restaurado en 1988 con una sola nave y cabecera recta y portada a los pies.
Aunque quedan pocos restos, merece la pena acercarse hasta la peña conocida como La Torreta, donde se encontraba el castillo roquero. Hoy en día, lo único que permanece en pie son unos surcos labrados en la roca a tres metros de altura. Se sabe por la documentación que contaba con una gran torre de tres pisos y una cubierta de madera sobre su almenado. La guarnición habitual era de unos treinta hombres. En 1512, figuraba en la relación de las guarniciones demolidas por el rey Fernando II de Aragón para evitar sublevaciones, pero también para ahorrar costes de mantenimiento de edificios y tropas. Con todo, el alcaide aragonés siguió recibiendo la retenencia incluso en 1525.
Para terminar, es visita obligada la casa natal de Santiago Ramón y Cajal. Esta vivienda, ahora museo, además de ser el lugar donde vino al mundo el conocido médico, ofrece también un interés etnológico al recrear una casa de mediados del siglo XIX.
Santiago Ramón y Cajal, padre de la neuroanatomía moderna, premio Nobel y el navarro más universal
Santiago Ramón y Cajal, hijo de Justo Ramón y de Antonia Cajal, nació en Petilla el 1 de mayo de 1852. Su padre era médico cirujano, profesión que obligó a la familia a cambiar de residencia constantemente. Así, con apenas dos años, la familia dejó el enclave navarro para mudarse sucesivamente a las localidades aragonesas de Larrés, Luna, Valpalmas y Ayerbe.
El futuro médico, realizó sus estudios primarios en Jaca y los de bachillerato en Huesca, en una época marcada por la agitación social. En esas fechas, comenzó a mostrar su rebeldía, negándose a memorizar conceptos. Con el tiempo, se matriculó en medicina en la capital aragonesa cursando sus estudios con éxito. Tras licenciarse fue llamado a filas. Tras unos meses en la milicia, se presentó a las oposiciones para el cuerpo de sanidad militar quedando en sexto lugar. Una vez ingresó en el cuerpo fue destinado a Cuba.
De vuelta a España en 1875, fue nombrado ayudante interino de anatomía en la Universidad de Zaragoza y dos años más tarde obtuvo el doctorado en la Universidad de Madrid con la tesis Patogenia de la inflamación. A continuación, ganó la plaza de director del Museo Anatómico de Zaragoza, cargo que desempeñó hasta que obtuvo la cátedra de anatomía general de la Universidad de Valencia.
Posteriormente, ejerció su magisterio en Barcelona y en Madrid. En 1907, se convirtió en el primer presidente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Participó también en las principales iniciativas para crear una infraestructura científica y educativa en España.
En 1908 fue elegido senador en representación de la Universidad de Madrid. Sin embargo, no aceptó ningún nombramiento de contenido político, hasta el punto de que rechazó ser ministro de Instrucción Pública.
Sus aportaciones sobre el conocimiento del sistema nervioso central y periférico le convirtieron en el creador de la neuroanatomía moderna. Sus descripciones y sus láminas han servido de texto para la formación de generaciones de médicos en todo el mundo. Ramón y Cajal, publicó multitud de artículos y diversos libros, entre los que destacan: Manual de histología normal y técnica micrográfica; Manual de anatomía patológica general y Textura del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados.
A lo largo de su vida recibió numerosas muestras de reconocimiento a su obra y diversos premios: la Gran Cruz de Isabel la Católica; el Premio Internacional de Moscú; la Gran Cruz de Alfonso XII; la Medalla de Oro de Helmholtz de la Real Academia de Berlín y el Premio Nobel en Fisiología y Medicina.
Falleció el 17 de octubre de 1934, a los 82 años, y fue sepultado en el cementerio de la Almudena de Madrid.
El edificio, con doble acceso, cuenta con una planta baja y dos alturas. En la primera, se ha dispuesto una sala para conferencias y otro espacio para exposiciones temporales. En 1994, se inauguró una exposición permanente sobre la vida del científico.
La muestra está dividida en cuatro áreas donde se pueden contemplar diferentes facetas y aficiones de su vida, incluyendo dibujos realizados por él, así como fotografías, una de sus mayores aficiones. La primera estancia recrea una habitación de la época decorada con una cama, varios muebles e imágenes de su familia colgando de las paredes. El segundo espacio está dedicado a su infancia y a su adolescencia. La tercera estancia cuenta con reproducciones artísticas y científicas hechas por su propia mano. Además, se incluyen varias máquinas fotográficas de la época dando a recordar, o a conocer según los casos, la gran afición que tenía por esta naciente técnica a caballo entre los siglos XIX y XX. Por último, en el cuarto espacio se pueden admirar sus grandes logros.