Para descubrir los innumerables encantos de la ciudad más pequeña del mundo no hace falta coger un avión o un barco ni realizar miles de kilómetros en tren ni en coche. Está más cerca de lo que te imaginas y es un enclave de ensueño, que retiene su estructura medieval y tiene menos de trescientos habitantes y una treintena de kilómetros cuadrados de término municipal.

Concretamente está al norte de la provincia de Burgos y es la cabecera del municipio, enmarcado en la comarca de Las Merindades, partido judicial de Villarcayo, y su antiguedad como ciudad data de 1435, el rey Juan II de Castilla le otorgó tan señorial título.

La villa, emergiendo entre la niebla. 22 T. F. y B.

La ciudad es Frías se alza sobre el cerro de La Muela y a orillas del caudaloso río Ebro mantiene una estructura urbana medieval que corona el castillo de los Velasco y la iglesia de San Vicente, con los la mayoría de los edificios de toba y madera que van adosándose entre sí.

La villa hunde sus raíces ya en el primer milenio y las primeras referencias históricas se remonta al año 867, en plena repoblación de estas tierras después de su conquista a los musulmanes.

El puente medieval, al anochecer. T. F. y B.

En 1202 el rey Alfonso VIII de Castilla le otorgó un espléndido fuero real e hizo de ella un importante centro comercial, viario y defensivo en el valle de Tobalina.

En el siglo XII el conde Sancho García, conocido por el sobrenombre de "el de los buenos fueros", adquiere la ciudad y a su muerte Frías se integra en el reino de Pamplona Nájera (predecesor del reino de Navarra) bajo el reinado de Sancho Garcés III el Mayor.

Iglesia de San Vicente. T. F. y B.

Su puente medieval de origen romano es un emblemático ligar para detenerse y contemplar una de las localidades más sorprendentes de España, con una panorámica excepcional coronada sobre su escarpada muela (peñón), con el castillo a un lado y la iglesia de San Vicente a otro y sus casas colando sobre el precipicio en un equilibrio casi imposible.

Es el ejemplo de una manera de construir que se adapta al escaso terreno con el que cuenta la parte alta de Frías, lo que obliga a desarrollar la casa tanto hacia arriba como hacia abajo, excavando en la roca de toba y superando el número habitual de dos plantas.

Una de las típicas calles empedradas medievales de Frías. T. F. y B.

Pasear por sus empedradas calles es otro de los encantos a los que el viajero no debe de renunciar. Paseo tranquilo y sosegado que bien se puede completar con un alto en la caminata para tomar un refrigerio y degustar la gastronomía de la zona.

Como colofón, la empinada subida al castillo y la necesaria visita para rememorar otras épocas repletas de gran contenido histórico. Imprescindible, por supuesto, ascender a la torre para otear los montes Obarenes y el embalse de Sobrón.

Vista panorámica de la localidad. T. F. y B.

Su puente ha sido, desde hace siglos, nexo de unión entre tierras cántabras y vascas con las castellanas de Burgos con sus 143 metros de largo, tres y medio de ancho y once en su parte más alta. 

La ciudad está protegida por una muralla del siglo XIII que contaba con tres puertas: la de Medina, la del Postigo y la de la Cadena. Actualmente, se conservan las dos primeras, junto al castillo y la iglesia de San Vicente respectivamente.

Casas colgantes de Frías. T. F. y B.

Un par de alojamientos rurales en la propia ciudad completarán la sensación de revivir escenas medievales.

También se pueden visitar en los alrededores Tobera, a pocos minutos paseando junto al río Molinar y sus espectaculares ermita del Cristo y la de Nuestra Señora de la Hoz. Cascadas, saltos de agua, remansos, miradores y unos paisajes de ensueño jalonarán esta ruta sencilla de realizar y apasionada por los paisajes que puedes descubrir.

Pequeño puente de piedra junto al lavadero. T. F. y B.

En este paseo de poco más de un kilómetro el río Molinar rasga con su curso los Montes Obarenes y después de abrirse paso a través de un desfiladero adornado de vegetación se precipita hacia el Ebro, entre Tobera y Frías, por unos rápidos aprovechados desde el siglo XIII para mover molinos y batanes, pisones y dejan a la vista varias cascadas que discurren con fuerza en invierno y primavera.

Las dos ermitas de Tobera, junto al río Molinar. T. F. y B.

Un poco más lejos, tendrás que tirar de coche para en pocos minutos llegar a Miranda de Ebro, la villa y el Monasterio de Oña, o las salinas de Añana, un trío de opciones que merece la pena tener en cuenta para visitar.