Ha vuelto a ocurrir: cuanto más cerca parecía del poder el antiguo Frente Nacional, más lejos ha quedado. El rotundo triunfo en las elecciones europeas de junio y en la primera vuelta de las legislativas invitaban a pensar que el presidente francés, Emmanuel Macron, tendría que encargar al líder de Rassemblement National (RN), Jordan Bardella, formar gobierno. Sin embargo, el partido que lidera Marine Le Pen se ha quedado muy lejos de los 289 escaños de la mayoría absoluta: tercero con 143 representantes. Casi 50 menos que el ganador Nuevo Frente Popular de izquierdas y 25 menos que los macronistas. El resultado de este domingo, eso sí, tiene su propia letra pequeña.
A punto, pero no
No es la primera vez que el partido lepenista roza una gran victoria pero se queda lejos. Desde su entrada por primera vez en la Asamblea Nacional en 1986 como Frente Nacional, ha protagonizado un ascenso paulatino. A las puertas del verano de 2002 protagonizó su primer gran hito, al apear de la segunda vuelta presidencial al socialismo. En aquella elección que enfrentó a Jacques Chirac (82%) y a Jean Marie Le Pen (18%) hunde una de sus raíces la crisis existencial del socialismo galo.
Este crecimiento se ha ampliado en la última década de la mano de la hija del fundador, Marine Le Pen, que ha transformado hasta el nombre del partido: Agrupación Nacional (RN). Ya tras las municipales de 2014 proclamó que “el bipartidismo ha muerto”.
La llegada a la cima del poder, sin embargo, no era tan sencilla, como ella misma comprobó en 2022, cuando rondó el triunfo en las presidenciales: en la primera vuelta quedó segunda a 4,5 puntos de Macron, que en la ronda decisiva derrotó a Le Pen: 59%-41%. Un margen más estrecho que el 66%-34% de cinco años antes. Esta tendencia hoy continúa.
La ultraderecha gana en votos...
Sufragio uninominal mayoritario a dos vueltas. Se trata del concepto clave para entender los resultados electorales del domingo. El actual RN, antiguo Frente Nacional lepenista, aventaja en más de tres millones de votos al gran bloque de izquierdas, pero no ha logrado todo el poder que se presumía.
Las reglas de juego eran bien conocidas. Las mismas que le llevaron al RN a arrasar en la primera vuelta, la clasificatoria: el ganador en una circunscripción en la segunda vuelta se lleva la representación completa del distrito.
Un sistema similar al que empleó la semana pasada el Reino Unido (a una única vuelta) para las elecciones legislativas, en las que arrasó el Partido Laborista. Winner takes all. El ganador se lleva todo.
...pero no en escaños, que es lo que vale
La ultraderecha se ha presentado en más circunscripciones que otros partidos y ha logrado más votos, pero no más escaños. Este lunes ya ataca al sistema electoral y no solo: algunos portavoces del RN buscan socavar la democracia con la excusa del cambio de un sistema electoral que hasta el sábado creían que le podía beneficiar
Nada que no hiciera François Miterrand en 1986, cuando creía que el sistema uninominal perjudicaba al Partido Socialista: lo cambió por uno proporcional y dio la mayoría absoluta a la derecha de Jacques Chirac en una Asamblea Nacional en la que entró por primera vez… el Frente Nacional de Jean Marie Le Pen. Aquella modificación electoral quedó revertida en 1988.
El detalle por circunscripciones
Los resultados de la primera vuelta dispararon la euforia del RN y provocaron la reacción de buena parte del resto. Los candidatos de izquierda o los macronistas que se clasificaron terceros en la primera vuelta se retiraron para dificultar el triunfo del aspirante de RN. Una lógica que ha operado con solvencia.
Ahora bien, si bajamos al detalle, los votos aportan una lectura adicional: la ultraderecha ha superado los 10 millones de sufragios en las 451 circunscripciones en las que se ha presentado. Una media de 22.300 sufragios en cada una.
La coalición izquierdista, 7,4 millones en 288 distritos, lo que se traduce en 25.700 votos de media. Quien mejor dato presenta en relación a las circunscripciones es el macronismo: 26.400 apoyos de media en cada uno de los 238 distritos en los que ha concurrido en la segunda vuelta.
En el mapa, el RN ha cosechado grandes resultados en la Costa Azul mediterránea y en la frontera con Bélgica en el norte, así como en algunos puntos del interior. El Sur y el Oeste, en cambio, han sido terreno abonado para los candidatos del Nuevo Frente Popular, por el que ha sido elegido el abertzale Peio Dufau.
¿Y con sistema proporcional?
Con los resultados de la primera vuelta y si tomáramos el Estado francés como circunscripción única, el partido de Marine Le Pen tendría la mayoría relativa de la actual Asamblea Nacional si empleáramos un sistema proporcional como la Ley d'Hondt que se emplea en el Estado español. Muy lejos, eso sí, de la mayoría absoluta que creían que le iba a dar el sistema uninominal.
Así, tendría alrededor de 188 diputados, seguido de la izquierda (160), los macronistas (120), la derecha republicana (37), la unión de extrema derecha (22), derechas diversas (20) e izquierdas diversas (8), entre otros. La foto de un parlamento casi ingobernable. Similar a la actual.
Más que culpa de un sistema electoral u otro, los errores más parecen de cálculos de unos y otros.
Y ahora, ¿qué?
El primer ministro francés, Gabriel Attal, renunció al cargo la noche del domingo, un formalismo habitual en cada elección legislativa, aunque esta vez puede tener un mayor significado. El dirigente ha sido uno de los defensores en la mayoría macronista de levantar el conocido como Frente Republicano frente a la extrema derecha. El presidente, sin embargo, no: según ha desvelado Le Monde, Macron incluso ha maniobrado para que candidatos de su formación no se retiraran allá donde un aspirante del Nuevo Frente Popular tenía más opciones ante RN.
Uno de los responsables del escenario endiablado es el propio Macron, cabeza de un sistema presidencialista y que decidió, al ver el resultado de las elecciones europeas, disolver el Parlamento. Un órdago que recordó al adelanto electoral que hace un año activó Pedro Sánchez tras las autonómicas y municipales de mayo de 2023.
Los resultados han sido bien dispares y corresponderá al presidente, que no aceptará la renuncia de Attal hasta que tenga un nuevo gobierno —se especula que después de los Juegos—, elegir a un primer ministro o primera ministra que sea capaz de concitar el apoyo de la Asamblea Nacional.
En una Francia poco dada a las coaliciones amplias de gobierno como la que protagonizan el PNV y el PSE o el PSOE y Sumar, las formaciones deberán pasar de los bloques electorales coyunturales a algo más estable. La legislación impide una nueva disolución de la Cámara baja durante al menos un año.
Con el horizonte 2027, la única certeza es que Emmanuel Macron no puede volver a presentarse. A partir de ahí, todo está abierto: una derecha amplia, una izquierda reconfortada y un centro cuyas fronteras son difusas. En ellas se jugarán las próximas partidas electorales francesas.