Bruselas - Manfred Weber no está dispuesto a tirar la toalla. El candidato del Partido Popular Europeo (PPE), la formación más votada durante las pasadas elecciones europeas, sigue aferrándose al modelo de spitzenkandidaten y a su legitimidad para ser el próximo presidente de la Comisión Europea. Sin embargo, el sistema de candidatos propuestos por las familias europeas parece visto para sentencia a tenor de las conclusiones de la cumbre de líderes europeos de la semana pasada. Weber se agarra al acuerdo tácito alcanzado por la mayoría de partidos antes de estas elecciones, el sistema del spitzenkandidaten. Este modelo de candidatos propuestos por las distintas familias para ser el presidente de la Comisión se vendió desde primera hora como una manera de “acercar las instituciones europeas a los ciudadanos” y profundizar en su “democratización”.
Y así es como lo ha vuelto a defender el candidato del PPE en una entrevista con el diario alemán Die Welt. “Sería un gran revés si las decisiones en la UE regresan ahora a los despachos de los diplomáticos”, señala el representante de la CSU bávara, que también hace un llamamiento a todos los eurodiputados a respetar el modelo del spitzenkandidaten.
Sin embargo, lo que a priori podría observarse como un choque institucional entre dos de las tres patas que acompañan a la Comisión en el trinomio de poder europeo, no es para tanto. Weber solo goza del apoyo de una mayoría de diputados populares en la Eurocámara y de la canciller alemana Angela Merkel. Sin embargo, ni liberales ni socialistas apoyarían al candidato alemán en una hipotética votación en Estrasburgo para designar el futuro jefe del Ejecutivo comunitario.
El bloqueo es similar con los otros candidatos principales. Ni Frans Timmermans, el representante de los Socialdemócratas (S&D), ni Margrethe Vestager, una de las siete candidatas de ALDE -la familia liberal, ahora conocida como Renew Europe-, alcanzarían la mágica cifra de 376 apoyos en el hemiciclo comunitario que necesitaría el sucesor de Jean-Claude Juncker para acceder al cargo. La fragmentada nueva realidad del Parlamento Europeo dificulta la posibilidad de alcanzar acuerdos y las tres familias a la cabeza, junto con Los Verdes, aspiran a repartirse el pastel de los puestos clave en la cúpula dirigente de la UE. Atrás quedan los viejos tiempos de la Gran Coalición, cuando populares y Socialdemócratas despachaban entre sus miembros los puestos relevantes gracias a la comodidad de una aplastante mayoría en la Eurocámara. Ante los complejos cálculos aritméticos que supondrá la nueva distribución de poderes en Bruselas, los líderes de los Estados miembros no quieren “ceder la capacidad de decisión a automatismos” o candidatos predispuestos. No solo está en juego la Presidencia de la Comisión. También se reparte el despacho del Consejo Europeo, de la propia Eurocámara, el del Banco Central y el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Cinco puestos que deberán responder a un triple criterio: geográfico, de signo político y de género. La cuadratura de un círculo que, a todas luces, deberá comenzar a resolverse en la cumbre de este domingo en Bruselas.
Según se suceden los días, las posibilidades de Weber no paran de reducirse. Los enemigos le aparecen incluso en casa. Michel Barnier, miembro de Les Republicans y negociador jefe de la UE para el Brexit, es el cuarto nombre que ha aparecido en las quinielas para suceder a Juncker.