Bruselas - “Europa necesita una nueva sangre, nueva energía y más fortaleza para combatir el eje francoalemán”, señaló ayer Matteo Salvini, ministro de Interior de Italia, en su visita oficial a Polonia. “Varsovia y Roma serán los héroes de la nueva primavera europea”, auguraba junto a Jaroslaw Kaczynski, líder del partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS). Poco después esta alianza era definida por Viktor Orbán, primer ministro húngaro, como “el acontecimiento más importante del año”.

A la UE le crecen los enanos. Y lo hacen dentro de su propia casa. Las fuerzas populistas y euroescépticas ya no compran el discurso de querer sacar a sus países del bloque. Su principal objetivo es hacerse fuertes desde dentro para adaptar la Unión a su imagen y semejanza: proteccionista, con menos soberanía, con el cierre completo de la inmigración y una reducción importante del presupuesto comunitario.

Los grupos con esta concepción se encuentran en conversaciones continuas para intentar presentarse en una sola lista de cara a las elecciones europeas de mayo. De conseguirlo, el euroescepticismo podría ser la segunda fuerza de la Eurocámara. No obstante, las diferencias en las agendas de los diferentes partidos populistas hacen, de momento, esa posibilidad más opaca.

En el otro lado, los europeos convencidos luchan por no solo sobrevivir, sino por que su discurso de “más Europa” cale en una ciudadanía descontenta y que sufre todavía los latigazos de la crisis económica. “A aquellos que pueden pensar que jugar al margen de las normas acordadas significa fuerza, les digo que se equivocan. Supone debilidad. A quienes trabajan duro defendiendo los valores europeos, nuestras libertades y derechos, les digo: seguir luchando”, señalaba ayer Donald Tusk, presidente del Consejo, desde Rumanía. En esa lucha se encuentran Berlín y París, los motores históricos de la UE, que no atravesaron en 2018 el mejor año liderando la Unión. - Efe