Entre aplausos y gritos de ánimo, el buque Aita Mari ha zarpado este lunes a las 9.15 horas desde el puerto de Pasaia rumbo a su decimotercera misión humanitaria de rescate en aguas del Mediterráneo central. El escenario previsible no es nada halagüeño. Demasiados muertos en los últimos tiempos. “Este año está habiendo más incidentes que nunca con respecto a personas fallecidas, incluidos hundimientos. La verdad es que estamos a la expectativa”, confesaba a este periódico desde el muelle pasaitarra, poco antes de que zarpara el barco, el presidente de Salvamento Marítimo Humanitario (SMH), Íñigo Mijangos.
“¡Vamos con el largo de babor!”. El grito del capitán, acompañado del rugido del motor, ponía en guardia a toda la tripulación, que ha soltado amarras con puntualidad y se ha ido despidiendo de quienes quedaban en tierra, entre ellos, el alcalde de Pasaia, Terro Alberro.
Una misión humanitaria de esta naturaleza siempre se desarrolla con un margen de incertidumbre. En esta ocasión, la principal novedad para el atunero vasco convertido en buque de rescate humanitario viene de la mano del papel que está desempeñando Túnez, que ha pasado a tomar una parte activa en el control de flujos migratorios, algo que preocupa a la ONG.
“Es un país que ha comenzado una labor de intercepción de botes. Está respondiendo a la demanda de Italia, de que colabore en la devolución de embarcaciones. Es algo que responde al nuevo pacto migratorio y a las condiciones que se han establecido y donde se prioriza la colaboración con terceros países para reforzar el control fronterizo”, confiesa el presidente de SMH, convencido de que Túnez no participaba hasta ahora de esta manera “tan agresiva y tan activa”.
El freno a la migración irregular de Meloni
El Gobierno italiano, liderado por la ultraderechista Giorgia Meloni, tiene en el freno de la migración irregular uno de sus principales caballos de batalla, y la contención del flujo migratorio en el Mediterráneo central está entre una de sus prioridades. Italia ha instado a Túnez y Libia a hacer más para impedir que los migrantes se lancen al mar.
En lo que va de 2024, más de 21.700 personas llegaron a Italia a través de esta ruta marítima, una cifra baja en comparación con los más de 53.000 migrantes llegados en este margen de tiempo en 2023. Entre ellos y ellas se constata la cada vez mayor presencia de menores. De hecho, es la primera misión del Aita Mari en la que el buque acude con chalecos para bebés, un dato que refleja el agravamiento del drama migratorio. “Cada vez es más habitual en los rescates la presencia de menores, lo que viene a demostrar que lejos de mejorar la situación en los países de origen, continúa degradándose”, asegura Mijangos.
Se advierte un cambio de perfil entre las personas que huyen de sus países. “Antes eran prácticamente todos hombres, y ahora están viniendo cada vez más mujeres con niños”, reconoce Isa Eguiguren, responsable de comunicación de la misión, que ha atendido a este periódico poco antes de zarpar.
Esta mujer figura entre los catorce tripulantes del buque de salvamento –ocho profesionales y seis voluntarios, tres socorristas, dos enfermeras y una periodista- que se han embarcado esta mañana en una expedición prevista de unas cinco semanas en las que cubrirán 6.000 millas. “No dan por ahora buenas condiciones de mar y esperemos que vayan mejorando porque el viaje es largo, de unos diez días”, indica
Eguiguren.
Un mes de concienzuda preparación
La tripulación lleva un mes de concienzuda preparación durante el que han tenido ocasión de entrarse a fondo para saber, por ejemplo, cómo actuar en caso de incendio en el barco. Los ejercicios prácticos se han llevado a cabo principalmente con Neska y Donostia, como llaman a las dos zódiac que en última instancia son las que aproximan a los náufragos. “Todos los días hemos ido entrenando casos urgentes”, detalla Egiguren, sin olvidar la ingente tramitación burocrática que ha sido necesaria por parte del capitán.
A diferencia de otras misiones en las que el buque zarpaba desde Castellón, en este caso el viaje se ha iniciado desde Pasaia, por lo que la travesía será más larga de lo habitual. Unos diez días hasta llegar a la zona SAR, como se conoce a ese espacio delimitado del Mediterráneo, entre Italia, Túnez y Libia, en el que se llevan a cabo misiones de rescate.
“Ahora es una época en la que debido al buen tiempo aumentan las salidas, pero el problema es el contexto de donde vienen estas personas”, sañala Eguiguren. “Hay tantos países en conflicto que, a pesar de las muchísimas barreras que está poniendo Europa, van a seguir saliendo”.
El buque, que en 2021 recibió el Premio Sabino Arana, abordará la nueva misión con cierta preocupación “por lo que está ocurriendo en Túnez y la aplicación del nuevo Pacto Migratorio”. Desde el año pasado, la Unión Europea ha firmado asociaciones migratorias con Egipto, Marruecos, Mauritania y Túnez, acuerdos que incluyen partidas económicas específicamente destinadas a frenar la migración a Europa.
Para muchos analistas, la posición que está adoptando Túnez es especialmente preocupante, pues se ha convertido en un punto de partida popular para los migrantes de toda África que esperan llegar a Europa.
Secuestros y abandonos en zonas desérticas
Junto con Marruecos y Mauritania, ha desarrollado un "sistema" contra la migración en el que "miles de personas de piel negra son detenidas, secuestradas y abandonadas en zonas desérticas", según una investigación de un consorcio internacional de periodistas publicado recientemente.
La responsable de comunicación de la misión del Aita Mari explica que, paralelamente, las dificultades impuestas por el gobierno italiano han ido en aumento. “En este barco caben 150 personas. Antes te autorizaban a llenarlo al completo pero tardaban muchísimo en darte puerto. Ahora sólo te dejan hacer un rescate, y la asignación de puerto es inmediata, pero está muy lejos. La situación va cambiando, pero siempre es para desgaste de la tripulación, y sobre todo de las personas migrantes, que llevan meses soportando unas vulneraciones de derechos tremendas”, denuncia la tripulante.
Unas dificultades que, según observa Mijangos, “han venido para quedarse, buscando siempre la fórmula más coercitiva. Se mantiene la política de puertos lejanos. No sabemos hasta dónde nos mandarán ir, pero en otras ocasiones nos obligaron a hacerlo hasta Génova”, señala el responsable, aunque finalmente en aquella ocasión se pudo evitar semejante desplazamiento debido a las malas condiciones meteorológicas.
Hechos recientes apuntan en la misma dirección. Once personas perdieron la vida el pasado 7 de junio en un nuevo naufragio en el Mediterráneo central, tras una operación de búsqueda y rescate de nueve horas por parte del barco Geobarents, de Médicos sin Fronteras (MSF), según informó la misma ONG. Tras una jornada en la que fueron rescatadas 165 personas con vida, el barco tuvo que navegar hacia Génova, al puerto que le fue asignado por las autoridades italianas, a más de 650 millas náuticas de distancia.
“Es una operación muy clara de desgaste”, critica Amaia Iguaran, vicepresidenta de SMH, quien también ha acudido a Pasaia a despedir a la tripulación. “Buscan tener fuera de la zona a los 18 barcos que realizan labores humanitarias, e Italia representa lo que quiere Europa”.