Incluso en el seno del colectivo LGTBI “ha calado” la idea de que grandes hitos, como el matrimonio igualitario o la Ley trans supusieron la culminación de una serie de luchas y que está todo conseguido. Sin embargo, “esos avances u otros pueden decaer en cualquier momento”. Así se pronuncia Joxean Zapirain, miembro de la Asociación LGTBI del País Vasco, que pone el foco en la necesidad de luchar por los derechos humanos que hasta ahora “han estado integrados en la sociedad”.
¿Por qué sigue siendo necesario celebrar el Día del Orgullo?
-Es más necesario que nunca. Estamos en un momento en el que parece que hay un ambiente de involución en cuanto a los derechos que habían pasado a formar parte del sentido común. Es decir, que la sociedad había integrado como valores propios, como son la diversidad; los derechos humanos de las personas LGBTIQ+. En este momento parece que todo eso se puede cuestionar. Hay iniciativas legislativas que buscan derogar normativas que fueron aprobadas con un amplio consenso social y parlamentario. Es por eso que es más necesario que nunca la continuación del movimiento por los derechos humanos de las minorías sexuales. Y desde Gehitu y de la mano del Observatorio vasco de personas LGTBIQ+ estamos poniendo el foco este año en la necesidad de tener una Ley integral vasca.
Explíquese...
-No deja de ser curioso porque nuestro territorio fue la vanguardia legislativa en unos momentos en los que otras comunidades no tenían normativas tan avanzadas. Pero en estos momento nos hemos quedado en el vagón de cola, y somos la única comunidad que no tiene una Ley integral propia o que no la ha elaborado o está en ello. Y eso no deja de ser una anomalía. Entendemos que puede haber gente que se extrañe y se pregunte qué es lo que falta que no esté recogido en las leyes, si se ha aprobado recientemente la ley trans estatal. Pero es que en esa ley han quedado fuera las personas no binarias, intersexuales... realidades que no están suficientemente protegidas. Y nos parece fundamental articular una forma de control independiente de las administraciones que garantice que todas esas normativas se están implementando adecuadamente y tiene su dotación correspondiente.
¿Qué espera del día de hoy?
-Espero que contribuyamos a la visibilización de nuestras reivindicaciones, que son las reivindicaciones de los derechos humanos de nuestro colectivo, y animo a que todas las personas que sean sensibles a esa causa, la de los derechos humanos, que sabemos que son indisolubles, y universales. No se pueden defender exclusivamente los derechos humanos de algunas personas y hacer la vista gorda a los de otras, es inconcebible, nos atañen a todos. Espero que se acerquen a las movilizaciones y nos apoyen, porque es la causa de toda y cada una de las personas que integramos la sociedad.
El lema de este año es ‘Frente a los discursos de odio, orgullo LGTBIQ+’.
-Entendemos que la ultraderecha, o los recortes de derechos humanos que parece que ahora están cogiendo fuerza solo se pueden combatir con más derechos, con más garantías de que esos derechos no van a ser oprimidos. Que serán respetados. La mejor forma de hacer frente a la involución de las políticas de ultraderecha es precisamente garantizar los derechos que todavía no están consolidados o pueden peligrar. Es en lo que tenemos que incidir en este momento.
"La ultraderecha, o los recortes de derechos humanos que están cogiendo fuerza solo se pueden combatir con más derechos”
¿Están calando los discursos de odio?
-Sí. Y esto no es casual. Confluyen muchas circunstancias. Mediáticas, de intereses… nuestra labor es hacer pedagogía, hacer ver que esas realidades que pueden parecer nuevas a los ojos de la gente a las que les son ajenas, hacer ver que esas realidades han convivido y conviven con todas y cada uno de nosotros siempre han estado aquí. Simplemente no se veían, estaban ocultadas o marginadas. Las personas más vulnerables aún tienen un largo recorrido por hacer a nivel de protección social o jurídico. Y precisamente es falsa la imagen que a veces se tiene incluso dentro del colectivo, de que los grandes hitos legislativos, como el matrimonio igualitario o la Ley trans supusieron la culminación de una serie de luchas y que ya más o menos está todo conseguido. Y la realidad es tozuda. Esos avances u otros pueden decaer en cualquier momento. No quiero dar tampoco una imagen catastrofista, la moneda también tiene otra cara, que son los avances que celebramos... Pero más allá de eso hay motivos de preocupación que hacen que el asociacionismo estructurado y organizado sea más necesario que nunca. Sin el movimiento de Stonewall y las primeras luchas con todo en contra, saltándose todas las prohibiciones, no hubiéramos llegado a donde hemos llegado ahora. Es la base que no podemos perder. La institucionalización no puede sustituir a la calle.
¿En qué sentido?
-El origen del movimiento y la razón de ser del movimiento está en la reivindicación social de pancarta, de calle. Pero más allá de eso hay muchos más ámbitos de incidencia, absolutamente necesarios desde el asociacionismo. Quiero recordar por ejemplo casos como los que se ha personado Gehitu, como el caso de homicidios de Bilbao. La personación en un caso como ese por ejemplo es una labor fundamental. Forma parte de nuestro quehacer diario, conjuntamente con la atención a todas las personas que casi diariamente acuden a Gehitu con un sinfín de circunstancias que les hace buscar ayuda. Es increíble la cantidad de casos que siguen llegando, aunque parezca que todo está solucionado llegan agresiones, abusos de poder...
Atendiendo a las cifras, los delitos de odio por razón de identidad de género u orientación sexual se han reducido a la mitad.
-Hay que tener en cuenta que no dejan de ser registros de casos, no significa que esa sea la incidencia real. O que no sea una parte pequeña de una realidad mucho más amplia.
Muchos de esos casos, de estos ataques, se dan desde la juventud. ¿Es especialmente preocupante?
“Hace unos años el sentido común era que la juventud era más abierta, vivía la diversidad con normalidad, pero ahora eso ha cambiado”
-Sin duda. Además esa involución es especialmente llamativa. Hace unos pocos años el sentido común era que la juventud era más abierta, vivía la diversidad con normalidad, había asumido esos valores, pero ahora parece que las tornas han cambiado, y es absolutamente preocupante. Es un síntoma de cómo se mediatizan esos discursos de odio, esto no ocurre por casualidad. Responden a factores en los que podemos incidir las personas que no somos tan jóvenes, cada uno desde el ámbito que nos corresponde: No dejando pasar esos discursos que a veces se nos cuelan, los de odio, que han conseguido impregnar capas sociales que hasta ahora no había llegado.
En su caso personal, que lleva décadas en la asociación, ¿qué avances diría que ha habido? ¿Y retrocesos?
-La sociedad es más abierta, progresista y receptiva a las reivindicaciones de derechos humanos de nuestro colectivo de lo que a veces pensamos. Es cierto lo que decimos, las agresiones están ahí, la incidencia entre los jóvenes, pero a veces no nos damos cuenta de lo que hemos avanzado como sociedad en las últimas tres décadas. Ahora nos parece que cosas que dábamos por hecho siempre han sido así, pero no es cierto. Es saludable poner el foco en lo que nos falta por conseguir, y trabajar para que ocurra, pero no tengo duda de que vivimos en una sociedad muchos mejor que la que teníamos hace 20 o 30 años, aunque tengamos que estar atentos al riesgo de involución.