Los fritos, las cervecitas, el tinto de verano, las paellas, las tapas, los helados, un combinado de vez en cuando... En vacaciones comemos fuera de casa, llevamos una vida social más activa en las terrazas, nos olvidamos del reloj, y descuidamos la alimentación casi por completo. ¡Oh sorpresa! Cuando llega el mes de septiembre nos encontramos con un flotador extra adosado al cuerpo, que antes no teníamos.

Según la Sociedad española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), engordamos tres kilos de media cada verano por los excesos durante las vacaciones. La SEEN afirma que “una persona que no se ejercita lo suficiente y que evita tener hábitos alimenticios correctos puede engordar en promedio esos tres kilos, que podrían elevarse hasta cinco en los casos más importantes”.

Tres kilos extra, el ‘souvenir’ de las vacaciones

La fórmula de los malos hábitos es conocida. Comer sin control, a deshoras y bebiendo más alcohol. Es la dieta del chiringuito, por la que se paga un alto coste calórico. Solo con las bebidas, el postre y el picoteo se puede aumentar la ingesta diaria entre 600 y 1.500 kilocalorías.

Y eso se traduce en más rayas en la báscula y más marcas en el cinturón. Ya lo dice la patronal de cerveceros, “entre julio y septiembre se bebe el 30% de la cantidad consumida de esta bebida durante todo el año”.

Con estos antecedentes no es de extrañar el sobrepeso. Aunque la receta para mantener a raya los michelines tampoco es tarea fácil. “Para beber, siempre es mejor el vino tinto o blanco que la cerveza. Nada de cañitas de aperitivo, un zumo de tomate o un tinto de verano con gaseosa porque las bebidas de limón suelen tener mucho azúcar, en cambio, la gaseosa es baja en calorías. Hay un mito por el que se cree que el blanco es menos calórico que el tinto pero no es cierto”, señala la nutricionista Marta Aranzadi.

Época de excesos

La solución, según explican los dietistas, es ser conscientes de que “cuando el verano se acaba se deben acabar los excesos” y, por tanto, “igual que se vuelve a la rutina en el trabajo hay que volver a la de la alimentación”.

Y eso que antes de la llegada de estas fechas, muchos han llevado a cabo bastantes despropósitos ante la repentina necesidad de cambiar el cuerpo para ajustarse a unos estándares de belleza. Es la operación bikini de antes que ahora ya se sabe resulta completamente infructuosa.

Los expertos llevan años alertando que, al tratarse de la búsqueda de un cambio físico tan repentino, es habitual caer en comportamientos peligrosos, especialmente cuando se busca una transformación preveraniega.

Mochila, flotador... Llámelo X, pero el personal acostumbra a cargar con tres kilos tras el verano. La dieta del chiringuito conlleva un exceso de equipaje que se paga en la báscula

Si bien durante esta época hay auge de dietas exprés y de prácticas deportivas intensas, la presión estética afecta durante todo el año, especialmente a la población joven, más propensa a vivir rodeada de influencers e instragremers. De hecho, según el último Barómetro Juvenil, llevado a cabo por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, el 18,9% de la población de entre 15 y 29 años se somete a dietas para adelgazar.

El principal problema son las consecuencias que pueden derivar de este afán por conseguir “el cuerpo de verano”. Muchos estudios relacionan la presión social y mediática a la que se ven expuestos los jóvenes diariamente con el desarrollo de problemas de salud mental como los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) o la ansiedad.

Pero se trata de un fenómeno que cada vez es más amplio. Porque no consiste sólo en llevar a cabo dietas milagro y convertirse en vigoréxicos, sino que los cambios llegan incluso a implicar cirugía y retoques estéticos. En este sentido, según un informe de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica, durante los meses previos al verano crecen de forma notable las intervenciones estéticas. Tal y como afirma David Céspedes, “para muchos, la necesidad de seguir un canon de belleza puede suponer graves problemas de salud física y mental”.

Ni dietas milagro ni vigorexia

Pero contrariamente a lo que muchos pueden pensar, someterse a una dieta restrictiva o prácticas deportivas intensas durante periodos cortos de tiempo no es saludable. Según Ainhoa Fernández, responsable editorial de Campus Training “para llevar un estilo de vida sano hay que hacer deporte por salud con regularidad y durante todo el año. Si el proceso se hace de forma correcta y se acompaña de otros hábitos saludables, los resultados se ven poco a poco”.

Por lo que se refiere a la alimentación, sucede un poco lo mismo. Tal y como aclara Manuel Lago, experto en alimentación y deporte, “una dieta restrictiva durante un periodo corto de tiempo sólo provoca que la persona se canse rápido de comer poco y platos muy bajos en calorías, pero las consecuencias no son sólo mentales: este tipo de dietas pueden ir muy desacorde a las necesidades de muchos cuerpos, provocando desajustes hormonales, cansancio e incluso trastornos alimentarios. En definitiva hace que lo acabe dejando por la baja adherencia”.

Desde Deusto Salud afirman que, “lo mejor es entender que, estéticamente, ningún cuerpo debe ajustarse a un canon y que todo el mundo puede disfrutar sin necesidad de someterse a duros procesos físicos y mentales, aceptarse es la mejor manera de disfrutar de un verano feliz y relajado”.