Izaskun Rueda, gasteiztarra de nacimiento, descubrió en un momento dado de su vida que el circo era su pasión. Y no escatimó en esfuerzos, sacrificios ni tiempo para formarse. Por ejemplo, no le importó vivir durante más de dos años en su furgoneta –una Volkswagen Caravelle, especifica ella misma– para así ahorrar y costearse sus estudios de Artes Circenses en la Escuela de Circo Carampa de Madrid (2.400 horas de formación). O coger esa misma furgoneta para dar cursos y asistir a convenciones en Barcelona, Toulouse o Atenas. O desplazarse hasta Sudamérica, en concreto Chile y Argentina, para seguir perfeccionando sus técnicas.
“El curso era caro y no me llegaba para todo. Estaba diez horas al día entrenando bajo una carpa. A veces echas la vista atrás y te acuerdas de esos días que hacía frío o que pasabas miedo… pero tenía claro que quería estudiar eso. El propio circo me daba fuerza. Cuando me salía el truco, ese día estaba emocionalmente mejor. Me daba autoestima. Eso me enganchaba, era como una terapia”, cuenta Izaskun desde la academia que acaba de abrir en El Antiguo, concretamente en la calle Escolta Real, donde hace poco más de un mes inauguró una escuela de circo, llamada Zirkun Zirko y dirigida a niños y niñas. Es su segunda escuela, después de abrir la primera hace seis años en las Arenas (Getxo). No es lo único que ha hecho durante este tiempo, ya que, por ejemplo, también ha creado sus propios espectáculos y ha colaborado con colegios, centros culturales y ayuntamientos para mostrar el mundo del circo al público infantil.
“Cuando empecé a dar clases a los niños me di cuenta de que a ellos les pasa lo mismo que me pasaba a mí, que ganan en autoestima cuando les sale un truco. Es una locura. Los ves felices cuando les sale algo. Me he ido enganchando a eso”, cuenta Izaskun, que también se ha formado en yoga y ofrece ambas disciplinas: “El circo te da disciplina, te enseña a ser constante, resiliente. Y el yoga proporciona la templanza necesaria para canalizar esa energía. Es una buena mezcla”.
Izaskun se ha formado en “todas las disciplinas del circo”, pero su especialidad son “las verticales en estructuras y los malabares”. A los más pequeños trata de introducirlos en el mundo del circo. “Empiezan a aprender todas las modalidades: acrobacias de suelo y aéreas, equilibrios malabares, todas las técnicas de trapecio, trabajo con tela, zancos… y gracias a mis estudios de yoga también trabajamos la elasticidad. La mayor parte de nuestras clases y talleres están dirigidas a niños, pero por ejemplo esta pasada semana hice un taller en Getxo de yoga aéreo a adultos”.
Dentro de la amplia nómina de actividades extraescolares para niños, las escuelas de circo no son habituales, aunque hace poco abrió otra en el barrio de Igara. Pese a ello, Izaskun está “muy contenta” con la acogida que está teniendo Zirkun Zirko en Donostia. “La primera semana ya teníamos 30 niños y tengo clases todos los días, de lunes a viernes”, comenta. Por ahora se centra en chicos y chicas menores de doce años, pero no descarta ampliar la oferta. Entre estos alumnos en Donostia, los que tiene en Getxo y las actividades que organiza en colegios –una opción a la que también quiere abrirse en Gipuzkoa–, trabaja con “alrededor de 200 niños todas las semanas” y, sumando espectáculos o iniciativas puntuales esta cifra aumenta. Las clases se las reparten entre ella y otros cuatro profesores también formados en artes circenses.
Izaskun transmite su pasión por el circo, que puede ser una de las claves de su éxito. “La primera vez que vi una convención de circo, que es donde se juntan profesionales, la verdad es que aluciné. Esa vez solo había cien, pero puede haber 3.000 reunidos en el mismo sitio. Me pareció una pasada. Así que iba a todos los festivales que podía. Hay talleres durante el día, espectáculos a la noche y la última jornada se hacen una especie de Olimpiadas, en las que nos ponemos retos, por ejemplo aguantar lo máximo posible con una maza en la nariz”. Todo eso trata de “transmitirlo” a sus alumnos, sin importarle las circunstancias: “En la pandemia, como no podíamos dar clase dentro de la academia, salíamos a la naturaleza. Daba igual que hiciera frío, veías a los chavales disfrutar haciendo equilibrios encima de la bola y con el trapecio en la calle. Luego nos tomábamos un chocolate caliente”.
Desde los tres años
La facilidad con la que aprenden los niños siguen sorprendiendo a Izaskun. “Al principio puse el mínimo de edad en cinco años, pero luego vi que con tres ya podían hacer muchas cosas. Por ejemplo, a mí me costó mucho el tema de hacer el pino. A la gente adulta en general le cuesta porque va asociado con muchos miedos, casi todos emocionales, pero un niño lo coge enseguida. También se ponen con mucha facilidad boca abajo con las telas, por ejemplo. Aunque parezca mentira, desde los tres años pueden hacer circo. Igual no hacen malabares con mazas grandes, pero hacen con pelotas u otros materiales que tenemos preparados. Tenemos todo adaptado para edades, desde monociclos a bicis más pequeñas o zancos de diversas dificultades. Las acrobacias de suelo y volteretas también te dan muchas posibilidades”.
“Para ellos es un juego, o se lo toman como un juego, pero les da autoestima”, añade la gasteiztarra, que destaca que cada uno puede descubrir sus capacidades: “Igual un niño es menos hábil en acrobacias, pero puede ser súper bueno en malabares o en la parte más teatral. Es amplio y abarca todas las habilidades y edades. A mí, cuando les veo mejorar, me hace motivarme y querer más. Es una disciplina muy interesante para chavales pequeños”.
Profesional del circo
Zirkun Zirko no tiene por ahora clases para adolescentes, ya que Izaskun reconoce que “cuesta un poco” con esa edad, pero explica que hay opciones de continuar en este mundo para quienes empiezan de niños y, como ella, se apasionan por las artes circenses: “Hay escuelas como la de Madrid en la que estudié yo, hay en Barcelona, en Francia un montón… si alguien se quiere profesionalizar puede acabar sus estudios en el colegio y con 18 años meterse ahí. Y luego tiene diversas salidas laborales. Puedes abrir tu propia escuela, como yo, o trabajar en espectáculos, por ejemplo de parques de atracciones. Por llegar, puedes llegar hasta el Circo del Sol”.
Un rato de charla con la artista gasteiztarra sirve para quitarse de la cabeza la idea de que el circo es una disciplina frívola. “Hay que estar muy bien físicamente, y la parte mental también es muy importante. Te da disciplina. Aunque los niños se lo tomen simplemente como una extraescolar o un hobby, te hace superarte, querer más e ir mejorando con tu cuerpo. Es alucinante lo que se consigue. Por ejemplo, te puede dar miedo tirarte al suelo y acabas haciendo volteretas. Piensas: Ostras, puedo con todo. Y no te tienes que limitar. El año pasado fui a Argentina y en una escuela conocí a un trapecista de 81 años que ha estado en activo hasta hace poco. Con el circo puedes romper tus barreras”.