La siguiente es una historia sobre la dejadez con la que en ocasiones el ser humano suele tratar a los animales más cercanos. Es una historia de maltrato. Un reportaje que ninguna persona querría hacer suyo pero que es indispensable contar para denunciar una situación que penosamente parece ir a más, sea en un ámbito urbano o en plena Reserva de la Biosfera como lo es Urdaibai. En plena pandemia, un 78% de los casos de abandono animal ni siquiera habían sido denunciados, situación que no se ha revertido. Esta la triste historia de Txori, que en plena Muxika fallece porque ninguna administración, sea local, provincial o autonómica, parece hacerse cargo del animal. Y que solo unos vecinos tratan de salvar, aunque finalmente –y desgraciadamente– fuera en vano.

“El otro día estaba trabajando, cuando un vecino viene a mí y me pregunta a ver qué hacemos con un perro que ha visto”, al que a continuación se acercaron para conocer su estado. Así empieza la historia de un vecino del barrio de Ariatza, en Muxika, llamado Juan Irure. “Llamé al 112 para denunciar la situación del perro. Antes de que llegásemos donde estaba, ya le estábamos oyendo pedir auxilio pero cuando llegamos nos temimos lo peor”, prosigue. “El pobre animal estaba lleno de moscas y de avispas, pero unas avispas del tamaño de un cacahuete. Se lo estaban comiendo vivo y desde luego el perro no daba abasto para quitárselas de encima. Allí no nos podíamos quedar, así que le comenté al vecino a ver si podía traer una manta o algo que nos ayudara a transportarlo”, describe.

“A la vez que eso sucedía yo cogí una rama con hojas de un árbol y la use para quitarle todas las moscas y demás que tenía por encima. Ya cuando llegó el vecino nos lo pudimos llevar”, prosigue. Según los primeros auxiliadores, “la primera valoración no era buena ya que presentaba bastante mal estado, media oreja comida, sin medio rabo con aspecto de haber sido arrancado (quizá a mordiscos). La oreja no sangraba, parecía como si ya llevase unos cuantos días, pero la cola si que perdía sangre. Y allí estaba tirado, muy cerca de las vías del tren”, añade contrariado.

Primeros Auxilios

Era urgente dar auxilio a Txori, que así fue llamado por Irure. “Conseguimos llevarlo donde yo trabajo. Allí le pude dar agua y algo de comida, que aceptó con ansia. Le limpiamos lo que pudimos. Le lavamos un poco las heridas, le quitamos larvas de moscas y nos dimos cuenta de que estaba lleno de garrapatas y pulgas”, asegura. Y empieza el problema de dar con la institución que se haga cargo del perro. “Los agentes de la Ertzaintza llegan y después de alguna pregunta le pasan el lector y... sorpresa, no hay chip. Lo secamos y lo tapamos con papel y un chubasquero de plástico que tenía por allí y una compañera tenía unas mantas en el coche. No podíamos hacer nada más por él”.

“Hablando con los agentes me dicen que han llamado (supongo que al Ayuntamiento de Muxika), pero no nos dan ninguna solución. Sigo insistiendo y nada, ellos no pueden hacer nada, me dicen. Les pregunto si hay alguna asociación o protectora que nos pudiese echar una mano, pero nada”, relata este hombre. La situación hace pasar a la acción al rescatador del animal. “Busco en internet clínicas veterinarias con urgencias en Gernika y tampoco”, agrega. “Me empiezo a poner nervioso ante la pasividad de los agentes y de todos los testigos allí presentes”, según dice. “Estaba pensando en llevarlo al veterinario, pero no podía, estaba trabajando”. La alternativa pasa por una amiga suya. “Llamo a una amiga que sé que adora los animales y le comento. Ya me veo llevándome el perro por mi cuenta, todos aportan ideas, pero nadie hace nada”. Afortunadamente, y “después de ser identificada”, su amiga “se pudo llevar a Txori por fin”.

La situación del can era extrema y comienzan las horas para tratar de salvarlo. “Lo único que necesitaba el perro era ser atendido y cuanto antes. Que yo sepa, cuando uno llama al 112 es para ser atendido y ayudado ante una urgencia. Hasta donde yo sé, que no es mucho, creo que tanto el municipio (eso seguro) y quizá los agentes tienen la obligación de intervenir según el artículo 14/22, en el que tiene que haber un servicio de recogida y salvamento de animales domésticos y más aún en este caso en el que el perro mostraba signos claros de maltrato, lo cual y por lo menos los agentes creo que fueron conscientes en el mismo momento de su intervención”, denuncia ante el pasotismo de las instituciones. Desgraciadamente, y a pesar de que pudo pasar por el veterinario, Txori –con una rotura del sacro e innumerables golpes por todo su cuerpo– fallece al día siguiente, víctima de sus heridas.

Irure no comprende que un animal muera en estas circunstancias y que nadie pueda hacer nada para ayudarlo. “A día de hoy estas cosas ya no pueden suceder. La rabia de ver que nadie hacía nada por ese perro que claramente se estaba muriendo, me parte el alma”, asevera. “Los perros no tienen la culpa de sus propietarios, merecen una atención digna”, concluye.