El Congreso ha dado el primer paso para abrir una investigación sobre los abusos sexuales a menores en el seno de la Iglesia. ¿Cómo se sienten las familias?

-Todas las víctimas con las que he podido hablar estos días dicen lo mismo. Tenemos esperanza e ilusión ante este nuevo escenario, para instar a la Iglesia a que tome cartas en el asunto, depure responsabilidades y atienda a sus víctimas. Sigue siendo una asignatura pendiente, algo que les ha pedido el papa Francisco desde Roma, pero que en España, por desgracia, se siguen negando a abordar.

¿Debe ser una comisión parlamentaria o una de expertos, como ha planteado el PNV?

-Es una cuestión que todavía está encima de la mesa y que habrá que analizar respetando siempre el interés superior de las víctimas. Es un tema muy sensible, y por ello se debe valorar qué modelo es el más efectivo. Aún es pronto, aunque lo sabremos en unos días.

Tal y como está la política, ¿no cree que la comisión de investigación corre el peligro de convertirse en un espectáculo contraproducente para las propias víctimas de los abusos?

-Es lo que se trata de evitar a toda costa, y por eso se está tardando tanto en tomar una decisión. Es una cuestión que lleva unos días encima de la mesa. Hay que darse un tiempo y ver cuál puede ser la mejor solución antes de precipitarnos.

¿Por qué una comisión de investigación solo sobre lo ocurrido en la Iglesia y no en todos los ámbitos?

-Desde la Asociación Infancia Robada nunca hemos planteado el lugar donde ocurrieron los hechos. Creemos en el interés superior de la infancia. Así viene recogido a nivel internacional y ahora, más en concreto, con la ley de protección integral a la infancia y la adolescencia. El interés superior de la infancia es sagrado. Hemos atendido todo tipo de casos, en el ámbito intrafamiliar o deportivo. Y claro está, también en la Iglesia.

¿Tiene la sensación de que la jerarquía eclesiástica busca eludir responsabilidades con la táctica del 'Y tú más'?

-Como es algo que ocurre en todos los ámbitos, se excusa diciendo que le estamos atacando cuando denunciamos los hechos que suceden en su seno. Ya sabemos que ocurre en todos los ámbitos. Siempre hemos defendido a todas las víctimas, con independencia de que los delitos se hayan perpetrado en la Iglesia, en un centro de menores o en un club deportivo.

La Fiscalía General del Estado quiere hacer una radiografía de la pederastia, pero lo cierto es que la mayor parte de expedientes se instruyen en procesos eclesiásticos y no llegan a la justicia civil. ¿No es un punto de partida muy limitado?

-Es un punto de partida limitado, sobre todo por una cuestión temporal. La actual fiscal general del Estado, Dolores Delgado, ya solicitó colaboración hace años, y la Iglesia se la negó. La medida que está tomando la Fiscalía me parece correcta, pero estamos hablando de casos que a nivel judicial se están tramitando en estos momentos.

¿Qué quiere decir?

-Que con esta medida no se habla de los casos del pasado, y es la Iglesia la que tiene que mover ficha de una vez. No podemos estar acusando a los poderes públicos del trabajo que no hace la Iglesia. La Administración está haciendo los deberes, con la aprobación de una ley integral de protección a la infancia y la adolescencia, que es pionera a nivel internacional. La Iglesia no puede pretender que sea el Estado el que haga el trabajo que ella no hace por falta de voluntad y actitud. Tendrán que colaborar.

¿Cómo debe ser esa colaboración?

-Por encima del modelo que se elija, lo que se tiene que poner encima de la mesa es el compromiso de la Iglesia para que aporte información. Sin ese compromiso, el modelo nace cojo, porque no disponemos de todos los datos para investigar. Es la Iglesia la que tiene que dar el paso, la que tiene la responsabilidad con sus víctimas y con sus victimarios. Ellos sabrán si quieren seguir mirando hacia otro lado.

La Conferencia Episcopal no ha demostrado estar muy por la labor.

-Es la única en toda Europa que ha dicho que no va a ser proactiva en la investigación de estos delitos, ni va a crear ninguna comisión independiente.

¿En toda Europa?

-Sí, estos días Italia ha señalado que se suma a la idea de crear una comisión independiente de investigación de estos delitos en la Iglesia italiana. Portugal y Polonia lo han hecho también. España es la única Conferencia Episcopal que ha dicho que no a nivel europeo, e incluso casi diría a nivel mundial.

¿Qué lectura hace de esa cerrazón?

-Tienen un problema, y se les está acabando el tiempo. Este tema les va a terminar explotando, y mientras sigan con esa actitud pasiva y negacionista, flaco favor están haciendo a la causa y a las víctimas de la pederastia.

Habla de la Iglesia española. ¿Y la vasca?

-Ha tenido dos buenas noticias. La primera, que se vaya de Gipuzkoa el obispo José Ignacio Munilla. La segunda, que haya hecho lo propio Mario Iceta en Bizkaia. Han sido dos personas que no estaban lo suficientemente involucradas en la investigación de los delitos de pederastia. La llegada de Joseba Segura, obispo de Bilbao, aporta un hilo de luz y de esperanza. No es un príncipe de la Iglesia, como eran los de antes, sino un pastor, un auténtico pastor. Si hay una figura en el seno de la Iglesia que puede hacer un buen servicio para solucionar este grave problema, es un pastor, y no un príncipe. El perfil del obispo de Bilbao es muy empático y positivo para que todos los delitos de pederastia en la diócesis se puedan resolver.

¿Un soplo de aire fresco para las víctimas?

-Sí, porque por encima de todo lo que quieren es la verdad, que sea contemplada por toda la sociedad. Y no solo eso. También quieren revelar su situación, por lo que tenemos que heredar empatía y afecto. Las víctimas necesitan sentirse acompañadas.

¿Empatía y afecto que le faltó a su hijo?

-Sin duda. Y no solo empatía y afecto. Ha habido un auto de instrucción, una sentencia de la Audiencia Provincial de Bizkaia y una sentencia del Tribunal Supremo que han dado la razón a la versión de mi hijo. Pues bien, durante todo este tiempo el Colegio Gaztelueta donde estudió y gran parte de la sociedad han mirado para otro lado.

¿Qué comunicación ha mantenido el centro con la familia tras la denuncia de los hechos?

-Lo único que hicieron fue llamarle loco a mi hijo. Cuando un colegio que está recibiendo dinero público -puesto que es concertado-, trata de loco a una víctima con un auto y dos sentencias a favor, tendríamos que empezar a pensar si todo esto es admisible en una sociedad civilizada.

¿Cómo valora lo ocurrido?

-Estamos hablando de una incitación al odio. Esta situación sería impensable en Alemania con un terrorista, por ejemplo. Aquí es diferente. Es como que se sigue defendiendo la inocencia del terrorista a pesar de conocerse su implicación en hechos violentos. Es lo que ha ocurrido en el caso Gaztelueta, con todos los tejemanejes que ha habido entre el Opus Dei, el colegio y quienes les han protegido. Han encubierto y defendido a un verdugo en vez de defender a una víctima.

Su hijo llegó a confesar que pasó diez años de su vida en "estado vegetativo" cuando se produjeron los abusos por parte de su exprofesor, cuando tenía 12 y 13 años. ¿Ahora cómo se encuentra?

-Son situaciones que se van encajando, y uno debe aprender a convivir con ello. Cuando hablamos de un delito en el que hay un trauma o un shock postraumático, no se trata tanto de superarlo sino de aprender a vivir con ello. Mi hijo está aprendiendo a vivir todavía con ello. Obviamente, acusa un retraso porque cuando se ha encontrado mal no ha podido tener una evolución continua a nivel de estudios. A nivel emocional ha estado fatal, insociabilizado. A esas edades, es irrecuperable el tiempo perdido.

Ahora tiene 25 años y estudia Derecho en Madrid. ¿Va recuperando su vida?

-Está sacando muy buenas notas, porque siempre fue muy buen estudiante cuando le dejaron estudiar. Sigue avanzando adecuadamente, pero no nos podemos olvidar de que esto no se trata de una gripe pasajera que se supera con una aspirina. Por desgracia, es algo que viene y va. Siempre está sometido a picos, tanto desde el punto de vista del rendimiento como de las emociones. La gente tiene que saber que muchas víctimas de pederastia, hoy en día adultas, son personas a las que han destrozado la vida, siendo objeto del ninguneo y la negación cuando denunciaron los hechos.

Define en un artículo de opinión ese "ninguneo", esos silencios eternos, como "basura y terror". ¿Qué quiere decir?

-He tenido la oportunidad de escuchar los relatos de víctimas, y si hay una palabra que define lo que han pasado esos niños y niñas es "terror". Es una auténtica película de terror. Cuando ese terror se mete a rosca en la forja de la personalidad de un niño, la destroza. La sociedad debe darse cuenta de que la denuncia de todos estos hechos no es ningún capricho. Estamos hablando de graves delitos contra la infancia, lo que supone un ataque frontal contra los Derechos Humanos. De por sí es terrible, y más cuando se les niega y ataca de una forma perversa y totalmente ruin.

Escuchándole, resulta todavía más sorprendente esa falta de empatía por parte de la jerarquía eclesiástica española.

-Lo he solido vincular con el terrorismo, que tiene mil caras. Entiendo que es así cuando estás encubriendo estos casos y estás jugando con fuego, como es la salud de niños y niñas.

Habrá quien les tache de urdir una ofensiva contra la Iglesia.

-No somos anticlericales. Al revés, como cristianos que somos muchos de nosotros, entendemos que hay que limpiar la Iglesia de tanta maldad, de tanto odio y perversión. Quienes lo han hecho, saben que lo han hecho. Habrá quienes dentro de la Iglesia no tenían conocimiento de estos abusos y habrán actuado en otras funciones de mil amores. Eso existe también, no se puede generalizar. Dicho esto, es cierto que la jerarquía de la Iglesia ha tapado los casos de pederastia, y eso es muy grave, porque son niños y niñas.

Más allá del Opus Dei, ¿algún representante de la Iglesia estableció contacto formal con ustedes?

-De oficio, que parta de ellos, nunca. Siempre ha sido a instancia nuestra. Nadie de la Iglesia se ha puesto en contacto con nosotros si no es por una solicitud de reunión previa por nuestra parte. Creo que es algo que hay que mejorar. Las víctimas necesitan empatía, afecto y cercanía. Lo que ha hecho la Iglesia ha sido engañarnos y trampear. En nuestro caso, además, tuvimos la desgracia de conocer a Silverio Nieto, jefe de los servicios jurídicos de la Conferencia Episcopal. Creo que sigue en el puesto, algo que no entiendo.

¿La desgracia por qué?

-Por que es un fontanero, un mal fontanero del sector más lamentable que tiene la Iglesia católica. Este señor nos sometió a mí y a mi hijo a un interrogatorio de tres horas. Lo hizo mediando trampa porque, según sus propias palabras, el papa no se podía desplazar. Fue una investigación que se abrió en falso, mediando trampa, y se cerró igualmente en falso. No hubo ningún procedimiento. Es más, a nosotros se nos dijo que en esa reunión nuestra abogada no podía estar presente porque se trataba de una reunión afectiva. La Congregación para la Doctrina de la Fe, que es el tribunal para estos temas, archivó el caso por supuesta falta de pruebas. Envió un único burofax al colegio en el que decía que había que reponer el buen nombre del profesor.

Ya han transcurrido años desde la denuncia de su hijo.

-Sí, desde entonces ha llovido mucho. Ha habido una instrucción favorable al testimonio de mi hijo, una sentencia de la Audiencia Provincial de Bizkaia de once años de condena, y otra del Tribunal Supremo rebajando la pena a dos años, por abusos continuados a un menor. Es una sentencia firme, y a día de hoy la Iglesia sigue diciendo que hay que reponer el buen nombre del profesor. La Iglesia, por lo visto, debe pensar que un pederasta condenado a dos años por abusos a un menor tiene un buen nombre. Ellos sabrán. Yo ya me he cansado de reclamarlo. Cuando mi hijo haya cumplido 70 años, igual ya es un poco tarde.