“Entre las personas a las que hemos planteado que inicien procesos psicoterapéuticos de mayor calado nos hemos encontrado con mujeres con ideas suicidas, pero no provocadas por la pandemia, sino que venían de una situación anterior complicada y lo que la pandemia ha hecho ha sido reactivar estas emociones”, explica Ana Agirre, coordinadora de ADI, el servicio de atención psicológica ofrecido por el Gobierno Vasco para atender a los colectivos “más vulnerables” durante esta crisis, entre ellos, las personas mayores. “Hemos percibido mucha vivencia de soledad y aislamiento. Durante el confinamiento había hijos preocupados: Mi padre o madre era mucho más autónomo y ahora le cuestan más las cosas. Ha tenido un impacto a nivel de autonomía y emocional”, resume.

En este contexto, en el que muchos están reduciendo las visitas a sus mayores para protegerlos de posibles contagios y otros carecen de cobertura familiar, cobra especial relevancia saber cómo detectar los pensamientos que les rondan por la cabeza. “Hay personas con ideas suicidas que tienen un sufrimiento interno muy profundo y lo manifiestan poco. Quien piensa en el suicidio habla de un vacío tan grande que a veces no lo puede ni comunicar”, manifiesta Agirre.

Las personas con esta problemática que finalmente recurren a este servicio telefónico lo hacen, dice, “porque lo han expresado de una forma explícita y alguien en su entorno, ya sea un vecino o un sacerdote con el que se hayan confesado, se ha preocupado y les ha dicho: Creo que necesitas ayuda”. En otras ocasiones, añade, “ellos y ellas mismas se han asustado con esas ideas y sentimientos suicidas. La propia persona se ve angustiada y llama para pedir ayuda”.

Tras recalcar que “no hay que esperar a que alguien te diga: Estoy pensando que me quiero suicidar, porque así de claro es raro que te lo digan”, la coordinadora y psicóloga de ADI insta a mantener los ojos muy abiertos y a oír más allá de las palabras. “La gente mayor, cuando está vinculada a limitaciones físicas muy importantes, te puede decir en un momento determinado: No quiero vivir, pero cuando ya está muy mal. Si no, determinados síntomas vinculados con la tristeza los cuentan menos.

Por eso hay que estar más atento a ese tipo de pequeños detalles de la vida que nos demuestran que la persona lo está pasando mal y está triste”, advierte y enumera alguna de esas señales a tener en cuenta, como “la apatía, la falta de motivación e ilusión por cosas pequeñas, mucho me quedo en casa, no me levanto, no tengo ganas de hacer nada... No hace falta que alguien te diga: Estoy pensando que no valgo para nada. En cuanto detectes ese tipo de síntomas en una persona mayor o en cualquier persona deberías pedir ayuda o acompañarla a que la pida”, aconseja e insiste en que “a veces no nos dicen: Me quiero suicidar, sino que lo que nos transmiten es: Lo estoy pasando mal”.

Consciente de que “a veces a los hijos o a las personas del entorno nos cuesta mucho enfrentarnos a tener un familiar que lo está pasando así de mal”, Agirre insta a actuar y “no esperar a que sea muy tarde”. “Ir al psicólogo no tiene que ser una ayuda última, sino también algo preventivo, que le podamos ayudar cuando se empieza a sentir mal, no cuando ya está muy mal y la ayuda se hace igualmente, pero siempre es más costosa”, avisa.

Si la desesperanza va a mayores y la persona “expresa abiertamente ideas suicidas”, Agirre recomienda “acudir al psiquiatra y casi a urgencias porque, aunque no siempre las personas dan el paso y hacen una tentativa de suicidio, el riesgo es alto”, resalta. En algunos casos tanto que incluso se requiere el ingreso en un hospital.

En lo que llevamos de pandemia el servicio de atención psicológica ADI ha prestado ayuda a 270 personas y el 70% de las llamadas que han recibido han sido realizadas por mujeres. El común denominador entre la mitad de ellas ha sido “el sentimiento de soledad”, apunta la coordinadora del servicio.

Del total de personas asistidas, al 70% se le ha prestado una atención psicológica en cuatro sesiones. “Al 30% restante le hemos propuesto itinerarios con otras entidades, que hacen un acompañamiento más social y de la soledad, o les hemos planteado que hagan procesos psicoterapéuticos”, explica Agirre, que anima a “cualquier persona que se sienta muy afectada emocionalmente por el covid a llamar al teléfono de ADI: 688 768218”.

“Quien piensa en suicidio habla de un vacío tan grande que a veces no lo puede ni comunicar”

Coordinadora y psicóloga de ADI

“Un duelo como el del suicidio ya está aislado a nivel social y ahora la soledad aumenta”

Presidenta de la asociación Besarkada