El especialista gasteiztarra Ignacio Garitano coordina el Plan de vigilancia y control de la pandemia de covid-19 implementado por el Departamento vasco de Salud para rastrear y atajar con rapidez los posibles rebrotes del virus a través del programa Go.Data. Garitano encabeza un "vasto" equipo multidisciplinar que abarca la atención primaria, los servicios de medicina preventiva o de salud laboral de todos los hospitales vascos, las unidades de salud pública y epidemiología de los tres territorios o el Instituto vasco de seguridad y salud laborales y que tiene en su red de 36 enfermeras gestoras su figura más novedosa.
¿Cuál es la situación epidemiológica que más le preocupa?
—Ahora mismo yo sé contestar a qué es lo que menos me preocupa. Y lo que menos me preocupa es Araba, porque tiene pocos casos y porque los que nosotros conocemos están muy controlados. Siempre hay una parte que no vemos, pero nuestro sistema a día de hoy nos da una foto de Araba que es muy buena. Porque incluso los casos nuevos salen en su mayoría de contactos que ya están aislados, en previsión de que puedan ponerse enfermos. Cuando alguien enferma y sale de estos posibles contactos ya no es ningún peligro ni ninguna preocupación, porque ya está en su casa.
La otra cara de la moneda la representa Gipuzkoa, donde los rebrotes se suceden. ¿Cómo es la situación actual?
—En Gipuzkoa ha habido muchos casos. Ha habido brotes conocidos en Ordizia, en Zarautz... Pero aquí no hemos hecho una vigilancia normal, porque ha habido varias acciones complementarias que hasta ahora no se habían hecho en ningún sitio. En este sentido, hemos sacado un poco de pecho y hemos intentado hacer lo que pensábamos que era lo mejor, que ha sido bajar al terreno y decir las cosas como son. Cuando hemos detectado que había un brote relacionado con el ocio nocturno en el que ya los contactos de los casos se te pierden, porque son entre personas que no se conocen, hemos hecho llamamientos a la gente que ha estado en determinadas circunstancias, fechas o locales para que contacte con nosotros y se haga una PCR. Esto ha servido para multiplicar el número de pruebas que hubiéramos hecho de manera rutinaria y así hemos encontrado lo que estábamos buscando.
¿Esperaba llegar a estas cifras?
—Con estos llamamientos a que la gente se haga la PCR, evidentemente vas a localizar más casos que el sistema normal no hubiese encontrado. Pero lo suyo es encontrarlos. Si no lo haces, entras en el peor escenario, porque van a seguir existiendo. Ha sido un número de casos importante, pero casi siempre estaban ligados a lo que estábamos buscando. La exposición pudo ser en un momento dado en el ocio nocturno de la zona de Ordizia. Y en otros casos, como ha podido ser en Zarautz, va cobrando fuerza que el origen han sido esas celebraciones de gente joven, de 17 y 18 años, justo el mismo día de terminar la Selectividad. Estamos contentos de haber acertado cada vez que hemos hecho una iniciativa de estas, porque si no, estos casos habrían pasado más desapercibidos. Creo que hemos sido valientes y de alguna manera también humildes saliendo así a la palestra. Pero la situación es la que es. Los casos están en franco ascenso y tenemos claro lo que debemos hacer, que es lo que hemos hecho hasta ahora: encontrar sus contactos, aislarlos y ver si podemos controlar todos los focos.
¿A qué se puede achacar el importante número de rebrotes?
—Voy a contestar otra vez al revés. ¿Cómo hemos conseguido bajar la curva hasta casi cero? Estando encerrados en casa. Todo lo que no sea estar encerrados en casa, con un virus que se transmite relativamente fácil y en una población muy virgen para él... Pues el guion está escrito. Está pasando lo que sucede cuando mucha gente se relaciona entre sí sin medidas de protección y estando mucho rato unos con otros y en grupos grandes. Colectivamente todos queríamos creer que esto iba a ocurrir en otoño o en invierno, pero el virus una vez más nos ha puesto los pies en el suelo y ha empezado a trabajar. ¿La solución es meterse todos en casa? Desde el punto de vista médico, evidentemente sí. Pero desde el punto de vista práctico, probablemente no es posible, porque no le conviene a nadie. Por eso tenemos que hacer un esfuerzo enorme en poner la mascarilla en medio del virus, mantener las distancias y hacer la mayoría de nuestras actividades al aire libre. Sobre todo, tenemos que entender que no estamos en la normalidad y que no vamos a estar en ella en muchos meses. Tenemos que aprender a vivir de otra manera.
La consejera Murga habló de un "elevado" volumen de casos importados. ¿En qué cifras nos movemos?
—Hemos detectado que el origen de muchos de los brotes que tenemos era un caso que ha venido de fuera. Lo que pasa es que esto es como una chispa y la gasolina. Tú puedes tener un brote de cien casos con solo uno importado. Si ese caso va al lugar adecuado en el momento adecuado, si hay mucha gente y esas personas se tiran diez horas en una discoteca, ya está. No necesitas que los cien casos vengan de fuera, con que tengas uno ya te la lía. Y luego también el azar juega un papel muy importante porque el caldo de cultivo existe en cualquier sitio. En este sentido, limitar el aforo y los horarios de los bares, sobre todo nocturnos, es muy importante.
Los nuevos casos, por lo general, son más leves. ¿Se debe a esta detección precoz?
—No. Este virus es muy leve en el 85% de la gente. Lo que pasa es que cuando la gente que se contagia es joven, podemos tener muchísimos casos antes de que haya mala suerte, alguien se ponga malito y acabe en la UCI. El problema de tener muchísimos casos en gente de 17 años es que a lo largo de las semanas esos jóvenes se van a relacionar con sus mayores, con sus abuelos y con sus padres, y entonces acabarás teniendo casos en gente de 60, 70 u 80 años. Y en esas personas, la probabilidad de tener complicaciones va a ser mayor. Lo que ha pasado es que hasta hace una semana casi no teníamos enfermos de edades preocupantes y ya empezamos a detectarlos. El guion es claro: si los contagios siguen aumentando y se mantienen así en el tiempo, el virus acabará afectando también a esos grupos de edad más vulnerables.
¿Las personas sin síntomas tienen la misma capacidad de contagio que las que sí los presentan?
—No, no. Cuanto más grave es el cuadro, más contagioso es. La gente más contagiosa es la que está en UCI o en plantas con cuadros graves.
Una prueba más de que no cabe la relajación.
—Creo que estamos en un momento crucial, de pelea del sistema para intentar modular lo que parece que puede estar viniendo. El mensaje es muy claro, es el mismo que hemos mandando siempre. Lo que pasa es que cuando hay gravedad, cala, y cuando no la hay, cala menos. Hay que tomar las precauciones de las que hemos hablado muchísimas veces. Ahora ya se ha hecho obligatoria la mascarilla.
Ha habido controversia con la obligatoriedad del uso de las mascarillas. Hay mucha gente que se pregunta por qué ahora sí y antes no.
—Las evidencias han ido variando. Es muy triste reconocerlo, pero al principio de la epidemia los médicos pensábamos que la mascarilla no valía para nada, vamos a ser francos. El 1 de marzo la recomendación era no usarla, salvo cuando había que tratar a enfermos. Sin embargo, hoy ya hay evidencia científica de que con una mascarilla normalita, incluso una casera de tela, si todo el mundo la utiliza, las probabilidades de contagio disminuyen muchísimo. Y lo de la obligatoriedad también es un poco triste. La norma anterior a la que tenemos ahora era muy clara. La mascarilla era obligatoria salvo cuando no se podía mantener la distancia de seguridad. Ese cumplimiento ha sido nulo. No hay más que ver las imágenes de las calles, de los bares y de las aglomeraciones. Y lamentablemente se ha tenido que recurrir a esa obligatoriedad. Cumplámoslo. No esperemos a delegar la responsabilidad en las fuerzas del orden para que vengan detrás de nosotros y multarnos. Eso es muy triste.