Por lo que el Ministerio de Sanidad ha informado hasta ahora los bares, cafeterías y demás negocios hosteleros podrán extender su aforo hasta un máximo de capacidad que garantice separación de clientes. Se permitirá gente de pie con separación mínima de 1,5 metros entre los clientes de la barra. En las terrazas se limitarán las mesas permitidas en años anteriores en base a la licencia municipal para que puedan asegurar la distancia de seguridad.
Podrían tener más mesas si el ayuntamiento permite más espacio, respetando la proporción mesas/superficie. Y hasta ahí se puede leer e interpretar. Desde la fase tres ya podemos ponernos de pie en los bares y tocar la barra.
Lo que corre por los mentideros de Madrid, en los que participan funcionarios de varios ministerios, es que los hosteleros se verán obligados a instalar medidas de higiene y separación, o sea las famosas mamparas.
También se habla de posibles controles de temperatura o tener que pasar por esos aros desinfectantes que espolvorean lejía o algún otro producto químico.Sea como fuere, lo que sí parece claro es que todas estas medidas suponen un duro golpe a nuestro tradicional poteo.
Empeñado en dirigirlo todo haciendo oídos sordos a los que de verdad entienden, el Gobierno español adopta medidas para todos, que no sirven para nadie.
Los hosteleros guipuzcoanos ya plantean una insumisión a la normalidad planificada desde Moncloa. Muchas incógnitas y demasiada presión.
A los establecimientos se podrá entrar en grupo (pareja, familia o amigos) pero los grupos deberán estar separados entre sí, parece que un metro y medio.
Una filosofía de ocio puesta en peligro
El poteo en cuadrilla por las partes viejas de las ciudades vascas corre serio peligro. Pequeños bares, con espacio limitado y barra atestada de pintxos sobre la que se arremolinan los clientes buscando el de bonito, el de pimiento o el de huevo cocido, parecen abocados a ser también víctimas del virus. Toda una filosofía social de ocio puesta en peligro la falta de empatía del Gobierno español con las especificidades territoriales.
Será difícil imaginar la parte vieja donostiarra, el casco viejo bilbaino, la 'Kutxi' gasteiztarra o Estafeta y alrededores en Iruñea con mamparas, controles de temperaturas, separación entre grupos y arcos desinfectantes en los bares. Y con una cola, con rayas marcadas en el suelo, para poder entrar.
En la costa mediterránea, con avenidas llenas de las terrazas de unos establecimientos a los que solo se entra para ir al servicio, estas medidas se ajustan más a sus necesidades, pero para muchos de los bares vascos podría suponer la desaparición. Y de las txosnas ni hablamos.
Los bares más grandes y los restaurantes tendrán que agarrarse a la meteorología y apostar por las terrazas, que por otra parte nuestras ciudades difícilmente van a poder soportar las distancias de separación en muchos de los casos.
Los establecimientos de comida rápida deberán basar su supervivencia en la entrega a domicilio ya que pocos podrán cumplir las nuevas 'normas normales'. No habrá cumpleaños para los de niños de una ikastola en locales especializados en esas fiestas. Tampoco está muy claro el número de invitados que podrán acudir al banquete de boda.
Otra de las cuestiones está en las inversiones que los hosteleros se verán obligados a realizar, que podrían recordar a aquellas que tuvieron que hacer para delimitar zonas de fumadores. Y es que cuando se descubra la vacuna y ya no sean necesarias, ¿qué pasará con todo lo invertido? El Ministerio de Sanidad, que es quien manda en esta vuelta a la 'normalidad', no sabe y además no contesta.
El bar 'normal' del futuro tendrá mamparas, habrá un camarero con un termómetro en la puerta o en su defecto un arco desinfectante. Las mesas estarán separadas un metro y medio. Se podrá estar apoyado en la barra pero solo con tu familia o amigos, sin que otro grupo se acerque. Y para sentarte en alguna terraza deberás reservar con antelación.
El pintxo-pote, tal y como lo conocemos, deberá esperar a la vacuna, si es que el virus de la normalidad no lo mata antes.