Bilbao - El tercer sector ha ganado más de 25.000 voluntarios en los últimos cuatro años en Euskadi. Los resultados del barómetro 2019, presentados ayer en Bilbao, reflejan un ámbito que crece hasta rozar las 4.000 organizaciones, lo que representa casi dos por cada mil habitantes, en las que el voluntariado representa su principal sustento y que gestionan 1.736 millones de euros al año, el equivalente al 2,3% del PIB vasco. “Estamos ante un sector pujante, vivo, en constante crecimiento y con una contribución social significativa desde una perspectiva cuantitativa pero cuya contribución es, sobre todo, cualitativa. Son imprescindibles”, reconoció la consejera de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno Vasco, Beatriz Artolazabal.
El Observatorio del Tercer Sector en Bizkaia presentó ayer el barómetro 2019, un diagnóstico sobre la realidad de estas organizaciones, su actividad, las personas que las integran y los recursos económicos con los que cuentan. Las primeras grandes cifras muestran que, lejos de ser un ámbito en retroceso, la solidaridad está en auge en Euskadi. Hoy en día existen 3.938 organizaciones sin ánimo de lucro en Euskadi, casi 500 más que hace cuatro años, y en ellas colaboran unos 158.599 voluntarios, 25.000 más que en 2015. Son precisamente estos últimos, el voluntariado, el principal pilar del sector: casi la mitad de las organizaciones están compuestas únicamente por ellos y hasta en el 88% de entidades representan más de la mitad de las personas que las componen. Son sobre todo mujeres, con una media de 37 en cada organización. El sector emplea también a 38.525 personas.
Las propias personas o familiares destinatarias son las que conforman casi la mitad de las entidades, lo que refleja, en palabras de Lucía Merino, responsable de investigación del Observatorio, “el vínculo estable entre las organizaciones y las personas y colectivos destinatarias de su actividad”. Se dedican, mayoritariamente, a las actividades sociales, relacionadas con la promoción de la igualdad y los derechos de colectivos en situación de vulnerabilidad, como mujeres, mayores, personas pertenecientes a minorías étnicas, familias monoparentales, colectivos LGTBIQ+ o inmigrantes, y a la prestación de servicios sociales atendiendo a personas con discapacidad o en situación o riesgo de desprotección, dependencia o exclusión. También son numerosas las que trabajan en torno a la educación y el tiempo libre, la salud y la cooperación internacional al desarrollo. Y atienden, sobre todo, a mujeres y jóvenes, menores, mayores, inmigrantes y personas en riesgo de exclusión social, a través de actividades de ocio y tiempo libre, formación y educación, intervención psicosocial, acompañamiento social e intervención socioeducativa, aunque también destinan esfuerzos a la sensibilización y la promoción de la participación.
Tienen, además, una fuerte vinculación con el ámbito de actuación más cercano: la mayoría centra su trabajo en Euskadi y una de cada cinco lo hace a nivel local, “municipal, local o incluso inferior”, explicó Merino. En el sector conviven organizaciones con una larga trayectoria -una de cada tres tiene veinte años o más, y hay unas cuarenta con más de medio siglo de historia- con otras más jóvenes, que representan el 20% del total.
¿Y cómo se financian? Principalmente, a través de recursos públicos, sobre todo subvenciones que otorgan las administraciones, mientras que el 44% de su presupuesto restante les llega desde el ámbito privado, principalmente a través de las cuotas de socios y afiliados. Ocho de cada diez organizaciones son de pequeño y mediano tamaño, con un volumen de ingresos inferior a 300.000 euros; la mitad de ellas se sitúa por debajo de los 49.386 euros. Aun así, “conviven organizaciones que manejan un volumen de recursos muy distinto”, matizó la responsable de la investigación: mientras un 7,6% gestiona más de 1,5 millones de euros, los ingresos de otro 31,7% no llega a los 12.000. La mitad consigue mantener un equilibrio en sus cuentas, un 27% alcanzó un superávit y las restantes no escapan a los números rojos.
A la vista de estos resultados, el diputado de Acción Social, Sergio Murillo, por su parte, consideró que las instituciones deben comprometerse con la “promoción, el impulso y el apoyo” al sector social, pero “nunca sustituir a la sociedad civil”. Nora Sarasola, directora de la Obra Social de BBK, advirtió que conocer las necesidades reales del sector es “imprescindible” para diseñar estrategias adecuadas, mientras que Pablo González, presidente de Sareen Sarea, advirtió de que estos estudios permiten que el sector sea “valorado y reconocido” por toda la sociedad.