Bilbao - Cambiar la tableta de turrón por la abdominal, terminar con las sobras de Reyes y empuñar los puerros, estudiar inglés para que las criaturas no se rían de ti cuando cantes We wish you a Merry Christmas... Finiquitado el periodo navideño, la ciudadanía se viene arriba y lo mismo se pone a meditar que a hacer pesas. ¿Aguantarán hasta febrero o aprovecharán que el monitor parpadea para, ahora que han cogido algo de fondo, darse a la fuga? Tres especialistas explican si los propósitos de Año Nuevo quedan en papel mojado y cómo evitarlo.
Los estiramientos de brazo para alcanzar los langostinos en la mesa no son deporte y lo sabes. Por eso, muchos se han apuntado este mes al gimnasio, saludando con “el típico comentario de me he pasado, a ver si bajo lo que he cogido. La gente ha hecho excesos y trata de ponerle remedio. Tras pecar más en Navidad, se proponen hacer un régimen y deporte”, señala Marta García, que, como gerente del centro Twentyfit Bilbao, ve cómo cada enero “hay un pico alto de inscripciones, que tienen una duración de tres o cuatro meses, en los que está más lleno”.
Con la vuelta de hojas del calendario, dice, la cosa empieza a “decaer porque llegan la Semana Santa o el verano o porque se cansan o no cogen el hábito”. No obstante, observa, “en los últimos años hemos notado que el porcentaje de gente que se mantiene es mayor”. Incluidos esos usuarios por los que, a simple vista, nadie daría un duro. Ni siquiera ellos mismos. “Hay mucha gente que te sorprende y se sorprende a sí misma. El deporte engancha. Una vez que coges el hábito, te gusta una actividad o ves resultados, hay quien nunca ha ido y de repente no concibe su vida sin deporte. No es el montante general, pero sí hay mucha gente que se sorprende cuando lleva tres meses y ve que le apetece porque la realidad es esa, que luego te apetece”, explica. La realidad es esa y esta otra, que hay quien abandona. “Si antes caía un 75%, ahora será un 60%”, calcula a ojo. Las razones para darse de baja son variopintas. “Creen que van a sacar tiempo y no lo sacan, no quieren gastar, piensan que van a hacer más ejercicio en casa o se autoengañan diciendo que van a andar porque ya viene el verano”, comenta Marta. Aunque ellos no piden explicaciones, todos tienden a justificarse cuando tiran la toalla. “La gente pasa apuro. Te cuentan que a su madre le han operado y está ingresada o que están pendientes de un nuevo trabajo fuera. Esta excusa es supercomún. Bilbao debe tener la tasa más alta de gente que se va a trabajar fuera”, ironiza.
A la espera del próximo repunte de matrículas “tras darse cuenta en Semana Santa de que el cuerpo no está como debiera para el verano”, no estaría mal seguir el ejemplo de las personas jubiladas. “En Navidad la gente mayor sigue viniendo, a diferencia de la trabajadora o los estudiantes”, apunta Marta, quien aconseja “agendar hábitos y rutinas” para lograr el éxito. “Si te haces un plan de entrenamiento y reservas las clases, ya tienes la obligación de ir y no hay excusas. Ese tipo de cosas ayudan a que tengas la conciencia intranquila si no lo haces”, explica.
“mE CONFIESAN TODO” “Dieta mediterránea, agua, de siete a ocho horas de sueño y ejercicio regular y diario”. Esta es la receta que la médico nutricionista Miren Marín Recalde propone para contrarrestar los excesos de las navidades, que pesan en la báscula un kilo de media. “La gente cree que engorda mucho más, pero no es tan real. El problema es que casi todo el mundo coge dos o tres kilos de grasa y pierde músculo porque dejan de hacer ejercicio y la alimentación es diferente”, argumenta, y avisa de que este no es un buen mes para adelgazar porque “se come todo lo que ha sobrado de fiestas”.
Hay comensales previsores, que “bajan un poco de peso antes de navidades para luego quedarse como estaban”, y quienes se entregan al cordero y los polvorones y pretenden revertirlo de la noche a la mañana. “Casi todo el mundo se pone a régimen por su cuenta y hacen dietas muy restrictivas o las famosas dietas milagro, con las que se pierde peso rápidamente, pero tienen un efecto de rebote impresionante”, advierte. Cuando el michelín reaparece, allá por febrero, piden sopitas. “Volviendo a la alimentación habitual el peso va bajando de nuevo. Lo importante es evitar el alcohol y los refrescos y limitar los productos dulces, los alimentos ricos en grasas saturadas, los precocinados y las salsas”, enumera. Eso y olvidarse de la báscula, porque “el estar pendiente día tras día provoca ansiedad y un aumento del picoteo”.
A la consulta de un nutricionista, cuenta, las personas acuden “por voluntad propia y ya mentalizadas, porque cuesta dinero”, por lo que “si vienen después de Navidad y hablamos de un sobrepeso normal, terminan perfectamente su dieta hipocalórica, acompañada de ejercicio”. Lo de su dieta es importante porque está diseñada a medida, tras un exhaustivo estudio. “Se trata de enseñar a la gente a comer según sus necesidades físicas y metabólicas. No todo sirve para todo el mundo”, aclara Marín. De hecho, se tienen en cuenta los alimentos que le gustan a la persona y se inicia la introducción de otros con menos aceptación, como las verduras y hortalizas cocidas, cocinándolos de otra forma, “asados, a la plancha o fritos”.
Si por sabroso que resulte el menú, alguien se lo salta, canta sin necesidad de un tercer grado. “Esto es como un confesionario. No voy a poder porque no tengo fuerza de voluntad. En mi familia no me van a ayudar. He empezado a hacer la dieta, pero resulta que he picado tal cosa... Cuando hacen algo fuera de lo pactado me lo cuentan porque se sienten mal”, comenta e improvisa una carta saludable para bajar peso, compuesta de “una fruta, un lácteo semidesnatado y pan integral con un poco de aceite de oliva y jamón o queso para desayunar; unos frutos secos o bocadillito a media mañana; unas alubias limpias y un pescado o verdura y carne para comer; una o dos frutas a media tarde y un plato combinado con una verdurita y una proteína para cenar”.
Al igual que a algunos el cambio de año les motiva para “dejar de fumar o beber, hay quienes dicen: a ver si me quito este asunto pendiente y aprendo de una vez inglés”, cuenta Iván Shuja, responsable de sendas academias Vaughan en Bilbao y Santander, quien destaca la importancia de animar a los alumnos a “no rendirse” y a que realicen “un esfuerzo personal en casa porque si no, están perdidos”. Hay quienes se aplican el consejo y van progresando y “gente que, aunque viene con la mejor intención, tira la toalla fácilmente. Se piensan que a su edad no son capaces de aprender inglés y sí lo son”, asegura.
Quienes son reincidentes lo dejan claro en la misma recepción con un “Ya veremos qué tal me va esta vez”. Luego están los aplicados, “personas de 25 a 50 años que lo necesitan por trabajo y tienen un interés bestial”. Y los que se dan por vencidos. Entre estos, un alumno que puso la “peor excusa” que Iván ha oído en su vida: “Dijo que, como se acababa de jubilar, no veía la necesidad de mejorar su inglés porque iba a conocer España y no iba a viajar al extranjero. Di que no quieres venir y ya está. No hay ninguna pistola puesta en la cabeza de nadie”, bromea. Además, no hay por qué estresarse. Siempre nos quedará el próximo Año Nuevo.