donostia - ¿Por qué magrebíes y rumanos figuran entre los peor vistos por los vascos?
-En realidad no es así. La media de simpatía de la población autóctona hacia la de origen extranjero es de un 5,9 sobre 10. La china, por ejemplo, obtiene un 5,8 y un 5,3 la población paquistaní. Con esa referencia, la magrebí recibe un 5,1, por lo que no son diferencias tremendas. En buena medida se explica porque cultural y lingüísticamente están más lejos que quienes figuran en los primeros lugares, como la UE y o Argentina. Vemos con más simpatía a las personas que se parecen más a nosotros. Con los orígenes distintos se genera mayor sensación de desconfianza.
Un sector de la población repite como un mantra que inmigración y delincuencia van de la mano. ¿Qué dicen los datos?
-Esa percepción está instalada en un sector social, pero las encuestas sobre seguridad ciudadana nos dicen que esa visión va cambiando. El año pasado, un 36,9% de personas estaba de acuerdo con vincular inmigración con inseguridad, pero ese porcentaje se disparaba a un 61% en 2010. Es decir, en una década ha bajado prácticamente a la mitad, lo que quiere decir que la percepción es cada vez más positiva. La inmigración se ha triplicado mientras que las tasas de delincuencia han ido bajando. La delincuencia tiene que ver más con la vulnerabilidad social de las personas que con su origen.
¿Qué lectura hace de la violación grupal de Bilbao, o la denunciada en Donostia?
-Un delito es un delito, y en ese sentido no hay discusión. Otra cosa es cómo vamos a explicar lo que ha ocurrido, es decir, si vamos a poner el acento en la nacionalidad de esa persona o en su clase social. Hay que plantearse hasta qué punto sirve para explicar el hecho identificar el origen o el colectivo al que pertenece. A veces, se publican noticias en las que los autores de robos son autóctonos pero no se mencionan más datos. Al machismo hay que darle respuesta, lo mismo sea en Bilbao, Vitoria Donostia o Sanfermines. Da igual quién sea el actor y de dónde provenga.
De ‘La Manada’ se han conocido todo tipo de detalles. ¿La diferencia estriba en que identificar a delincuentes por su origen estigmatiza cuando pertenecen a colectivos vulnerables ?
-Cuando hablamos del origen de una minoría siempre existe ese riesgo de estigma. El problema es que se generalize y cale en la sociedad el mensaje de que todas las personas que pertenecen a ese colectivo son así, con el riesgo de poner etiquetas. En el caso de Sanfermines se conocieron detalles, pero en otro tipo delitos no se dan nombres, solo iniciales. Identificar la nacionalidad no explica lo ocurrido, puede llevar a la estigmatización de colectivos vulnerables y a airadas reacciones de la sociedad.
¿Hacen falta más recursos para menores extranjeros no acompañados que dejan de serlo?
-Su situación es incomparable a la del resto de la población inmigrante porque llegan sin recursos ni familia. Necesita una atención especial. Cuando cumplen la mayoría de edad se plantea el problema de la inserción social, y ahí la clave es la educación. Si han seguido un buen itinerario siempre tendrán más posibilidades.
Viendo el panorama mundial y europeo, el contexto no parece muy propicio para las oportunidades?
-No ayuda nada escuchar determinados discursos a niveles tan altos. A pesar de que su impacto sea por aquí reducido o moderado sí que pueden provocar reacciones xenófobas porque, de alguna forma, legitiman actuaciones reprobables. Es muy peligroso. Estamos luchando a diario, aportando datos para combatir los estereotipos y prejuicios, y ese trabajo se puede echar por la borda con discursos públicos que aprovechan la inmigración para conseguir más votos.
La desesperante situación del ‘Open Arms’, a la espera de un puerto en el que desembarcar 121 inmigrantes salvados en el Mediterráneo, retrata la política europea. ¿La UE sigue mirando hacia otro lado?
-Necesitamos una política integral. Estamos hablando de una crisis humanitaria y del grito de desesperanza y necesidad de asilo. Propuestas como la del Gobierno Vasco, con su propuesta Share, van por esa línea, asumiendo una responsabilidad compartida. Cada estado no puede hacer lo que quiera.
¿Le ha sorprendido el acusado descenso de flujos migratorios respecto al verano anterior?
-A 31 julio, y comparando los datos con los del año pasado, se ha reducido el número de llegadas en un 40% por vía marítima. A pesar de ese descenso, hay que contextualizar la situación porque a Euskadi, según el último padrón analizado, han llegado 14.888 personas de origen extranjero, de las que refugiadas o solicitantes de asilo son en realidad una mínima parte. La mayoría son inmigrantes económicos. Es decir, vienen a trabajar en avión, vía Barajas, y sobre todo desde Latinoamérica.