Donostia - Apagarlos, guardarlos en las mochilas y no sacarlos dentro del colegio, ni siquiera durante el recreo o en el comedor. Los centros escolares de Euskadi ya han abierto sus puertas, y dentro de ellas los alumnos son conscientes de que el uso del teléfono móvil no está permitido. La CAV aplica estas reglas con respecto a este dispositivo sin necesidad de que exista una ley estatal que prohiba su utilización, tal y como ha decidido Francia. La comunidad educativa cree que prohibir no es la solución, sino que apuesta fundamentalmente por educar a los alumnos en el buen uso de este dispositivo e introducirlo en las aulas solo como herramienta didáctica.

Aunque, en todo caso, esta competencia recae en las comunidades autónomas, el Gobierno español ya ha anunciado que estudiará su prohibición, alegando que existen “demasiados adolescentes muy adictos a la tecnología”, por lo que “hay que reflexionar sobre si el tiempo escolar debe estar libre de esa adicción”, indicó este viernes la ministra de Educación y FP, Isabel Celáa.

En Francia, el curso ya ha comenzado con esta polémica novedad. Ahora, los menores de 15 años tienen prohibido por ley hacer uso de esta herramienta digital. Algunos colegios incluso disponen de cajas fuertes para guardar los móviles de los alumnos y la nueva normativa gala permite confiscar los teléfonos. Y, en Euskadi, ¿la situación es muy distinta? De hecho, es bastante parecida, pero aquí no ha hecho falta articular una ley. El Departamento de Educación del Gobierno Vasco no tiene una directriz establecida en este sentido, sino que es cada centro educativo el que, “dentro de su autonomía y de sus normas propias”, regula este asunto. Y, básicamente en todos los colegios, las normativas se repiten.

“La tendencia va hacia que el móvil no sea un elemento que perturbe ni el horario lectivo, ni la convivencia dentro del patio”, afirman desde la Federación Baikara de Padres y Madres. En la mayoría de los colegios, las normas son las siguientes: el móvil debe estar apagado o en silencio en clase, si suena, se confisca y, en algunas ocasiones son los propios padres los que tienen que recuperarlo. En el recreo y en el patio no se puede utilizar, aunque en estos lugares es mucho más difícil controlar a los alumnos y hay quienes se esconden para usarlo.

Sentido común Desde Baikara reconocen que “la preocupación” por el uso indebido del móvil es “latente” tanto en los centros, como en las familias y consideran que su empleo debe “estar ajustado a cuestiones pedagógicas”. En este sentido, confían en la decisión que adopte cada centro con respecto a este asunto. “Estamos en coherencia con lo que vayan aplicando, porque lo hacen con sentido común”, indican.

Y es que lo que no hacen los colegios es mirar hacia otro lado y no abordar esta problemática. Porque la realidad es que el móvil está en manos de muchos niños: el 26,1% de los alumnos de diez años dispone de un teléfono, porcentaje que se eleva hasta el 90,2% en los jóvenes de 15 años, según datos del INE. Además, según un estudio de la marca Wiko, el 46% de los padres considera necesario que los niños tengan un móvil para sentirse parte de su grupo de amigos.

Es decir, que los alumnos llevan el móvil al centro escolar, aunque no lo usen en el aula, es “un hecho” y, por lo tanto, es “imprescindible e insoslayable reflexionar sobre su uso como parte de la conducta personal y colectiva”, afirma Luisa Calvo, de la Asociación de Docentes Jubilados de Euskadi, Adostuz.

“Por la prohibición no se está, porque podremos hacer la del avestruz, metemos la cabeza en un agujero”, pero esta no es la solución, defiende por su parte Iñigo Salaberria, maestro y presidente de Sarean, la Asociación de Centros Públicos de Euskadi. Con un actuación “coordinada” entre las familias y los centros, “lógica en el uso y consensuada con el alumnado, los pros” de este dispositivo “son mucho más importantes que los contra”, insiste Salaberria.

una programación definida Pero, para ello, antes de empezar a integrar elementos de este tipo en las aulas, hay que “tener claro cuáles son las perspectivas preventivas y formativas”, realizar “una programación de uso bien definida”, marcar los objetivos, siempre “en sintonía con las familias”. “Desde la asociación de centros públicos abogamos por un principio de acuerdo entre los diferentes agentes del sector para definir un marco común, que ayude a hacer un uso lógico, mesurado y productivo de estos elementos”, defiende Salaberria.

No obstante, todavía queda un largo camino por recorrer. “Hace falta una formación del alumno en esta nueva tecnología, pero también del profesorado. Una vez más apelamos a la formación, porque al final es el pan nuestro”, subraya. Toda la comunidad educativa es consciente de los peligros que entraña el mal uso del móvil, por lo que para evitar adicciones, distracciones o comportamientos graves como el ciberbullying, se debe crear “un entorno seguro de coordinación entre los centros y las familias”.

También es misión de los educadores “enseñar a los alumnos a ser ciudadanos digitales responsables”, señala Josune Gereka, responsable de TIC de la Federación de Ikastolas, que cuentan con un plan tecnológico y un desarrollo de la competencia digital en las aulas. En su opinión, prohibiendo los móviles no se consigue que los estudiantes hagan un “uso ético” de esto dispositivos, sino que se logra “con la educación”. Gereka cree que el móvil, “si se usa como instrumento pedagógico, tiene muchas ventajas” y pone de ejemplo la grabación de un debate, que es “bastante más fácil” hacerlo así que con otro dispositivo.

Por ello, apostar por este uso didáctico dentro de las aulas y enseñar a los alumnos a hacer un “uso responsable” también es tarea de los profesores. Pero, existe un problema para llevar esto a cabo: “El sistema educativo todavía no se ha adaptado, ahora mismo en las aulas no hay material educativo vinculado a los móviles y falta formación docente”, opina Ernesto Gutiérrez-Crespo, presidente del Colegio de Psicopedagogía de Euskadi.

Herramienta de futuro A día de hoy, señala, se ven más los aspectos negativos que tiene el dispositivo, como que puede “distraer a los chavales, fomentar la pasividad”, además de todo lo relacionado con las fotografías, grabaciones y los casos de ciberbullying. Sin embargo, “es una herramienta con un potencial grande”. “Yo estaría más por las posibilidades pedagógicas que tiene que por prohibir”, afirma.

La clave, igual que señalan otros expertos en el sector educativo, está “en que se den pautas claras y se regule su uso desde los centros”. “Es una herramienta que se debe potenciar a futuro porque es interesante”, insiste. Prohibir no es la solución, porque “lo prohibitivo siempre es lo que más gusta”, apunta Asier Garate, profesor en Elgoibarko Herri Eskola.

Móviles. Es el porcentaje de jóvenes de 15 años del Estado que dispone de un teléfono. El 26,1% de los niños de diez años ya tiene uno y el 46% de los padres considera que lo necesitan para sentirse parte del grupo de amigos. .