Donostia - La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), en una resolución sin precedentes, dictaminó que el consistorio de la localidad vallisoletana de Boecillo cometió una infracción grave por añadir a un vecino a la conversación sin su autorización. Desde una línea de teléfono móvil de titularidad municipal se incorporaron 255 números a un grupo para proporcionar información de interés vecinal. El problema es que no todos habían dado su consentimiento y una de las personas incluidas en ese grupo denunció los hechos. “La agencia ha querido dar un toque de atención”, observa Jorge Campanillas (Donostia, 1976), abogado especialista en Derecho de las Tecnologías de la Información y Comunicaciones.

¿Qué opina del caso?

-El reclamante ha logrado que la Agencia Española de Protección de Datos tipifique como infracción grave la inclusión de un número de teléfono sin consentimiento del interesado. Estamos hablando de WhatsApp, hoy en día tan utilizado que parece que no existes si no lo empleas, pero conviene recordar que la resolución es aplicable a cualquier otra herramienta de comunicación que permita hacer grupos, como puede ser Telegram.

¿La resolución es un espejo en el que deberían mirarse las instituciones?

-Sí, de alguna manera se ha sentado jurisprudencia para resolver casos similares. Es un toque de atención al ayuntamiento, al que no se le impone una multa pero sí le sacan los colores diciendo que ha incumplido la normativa. Debe servir de ejemplo para la Administración y las empresas. Todas saben más o menos la teoría y la aplican, pero siempre puede existir el riesgo de llegar a pecar e incurrir en acciones graves, por mucho que se esté pensando en el bien del ciudadano. Hay que tener muy claro que para utilizar este tipo de servicios se debe contar siempre con el consentimiento de la propia persona. Antes de hacer nada con nuestra información, en este caso incluir a un particular en un grupo de WhatsApp, hace falta su autorización. Un ayuntamiento, por mucho que disponga de mis datos, no tiene el beneplácito para incluirme en un grupo compartido.

¿Ha llegado a conocer algún caso similar en el País Vasco?

-No, de lo contrario nos habríamos enterado. Ha sido el primer caso en el Estado. En Euskadi, por suerte, hay mucha sensibilidad y se ha hecho una gran labor de concienciación. Disponemos de la Agencia vasca de Protección de Datos, algo de lo que no pueden hacer gala todas las Comunidades Autónomas. Tener agencia y ser un territorio pequeño hace que la Administración esté muy al día en estas cuestiones, ya que el vigilante está cerca. Otros ayuntamientos ven a la agencia española más lejana y no la tienen en cuenta.

¿Una empresa también estaría cometiendo un ilícito?

-Es la misma situación. Siempre tiene que pedir consentimiento.

¿Tanto pública como privada?

-Sí, cualquier institución, administración o empresa.

¿Es cierto que usted, que conoce tan bien las redes sociales, ha comenzado el año dejando de utilizar WhatsApp?

-Sí, lo he hecho por dos cuestiones. La principal es la cantidad de datos nuestros que están manejando. Quizá la gente no lo tenga presente en el día a día, pero WhatsApp es propiedad de Facebook. Estamos hablando de la misma empresa y, aunque ellos digan lo contrario, el trasvase de datos de una a otra es incesante. Quizá a mucha gente no le parezca preocupante, pero creo que también hay mucho desconocimiento y una falsa sensación de seguridad. Todos nos quedamos con que WhatsApp cifra las comunicaciones. ¡Es que solo faltaba! A la gente le parece suficiente con que nadie sepa lo que está diciendo, pero eso es lo de menos. A Facebook lo que menos le interesa es la conversación. ¿Qué le importa lo que hables con tu madre? El problema es que Facebook sabe quién es tu madre, cuándo os conectáis... pueden llegar a saber mucho más de lo que pensamos. Conocen hasta nuestros hábitos de sueño. Saben que lo último que hacemos antes de ir a la cama es mirar WhatsApp, y que es lo primero nada más levantarnos.

Y no dejamos de regalar datos...

-Claro. Se están haciendo con un montón de información relativa a lo que llamamos metadatos: con quién nos conectamos, quiénes son nuestros amigos, cuándo establecemos comunicación con ellos y cuándo leemos los mensajes. Estamos hablando de información que es muchísimo más importante que la propia conversación.

¿Cuál es la segunda razón que le ha impulsado a dejar la aplicación?

-La productividad misma. Estar incluido en tantos grupos exige un contacto permanente, por lo que inevitablemente nuestra propia productividad se acaba resintiendo. Es una herramienta que te pone en contacto con mucha gente, pero tiene sus contrapartidas...

Son dos argumentos, cuando menos, para reflexionar...

-He de confesar que no es fácil dar el paso de dejar de utilizar una herramienta tan arraigada socialmente. Igual dentro de dos semanas vuelvo a utilizarla, no lo sé... (sonríe). Ha calado tanto entre nuestros usos y costumbres que no es fácil prescindir de ella. La presión social es tremenda. Si te sales del grupo de los amigos, no te enteras de muchas cosas. Aun siendo así, no debemos olvidar que existen otras herramientas que no son tan intrusivas, con ese traslado permanente de datos cada vez más peligroso.

Una curiosidad... ¿su entorno ha aceptado de buen grado su salida?

-Hay quien me ha dicho:” ¡Jorge, qué exagerado eres!” (sonríe), pero no lo creo. Es una decisión tomada después de sopesar pros y contras. Si alguien se quiere comunicar conmigo tiene otras opciones.

¿En otros países qué medidas se están adoptando?

-La CNIL, Autoridad Francesa de Protección de Datos, acaba de sancionar a WhatsApp de manera bastante grave, pidiendo que detenga ese trasiego de información con Facebook. Insisto en que les estamos dando una información valiosísima.

¿En qué se traduce esa amenaza a la privacidad?

-Tomando como referencia lo que decimos por WhatsApp, Facebook te acaba mandando publicidad. Este sitio web de redes sociales quiere conocerte más que nadie. Hoy por hoy la amenaza tiene fines publicitarios, pero nadie está a salvo de que puedan llevarse a cabo otro tipo de acciones.

¿Se conocen usos que vayan más allá del ámbito publicitario?

-Hay que ser cautos. Hace falta prevención, pero con los pies en la tierra, porque a partir de ahí ya nos estaríamos yendo a un planteamiento paranoico que nos lleva a pensar que los Estados acceden a todo este tipo de información...

¿Acaso no es cierto?

-Puede plantearse. Pero más allá de estas consideraciones, pondría el acento en la información que nosotros mismos estamos proporcionando a estas grandes multinacionales.

Por cierto, ¿que te incluyan en un grupo de amigos sin consentimiento también puede ser sancionable?

-En esos casos se contempla lo que se llama la exención doméstica. Es cierto que cada vez más conocidos te acaban metiendo en un grupo. Hay gente que coge todo su listado de contactos y los incluye en un grupo sin pedir ningún permiso. Luego te puedes salir, pero ya desde ese momento hemos facilitado al resto nuestro número de teléfono, aunque ni siquiera sepamos quiénes son muchas de las personas que figuran en el grupo. A mucha gente no le hace ninguna gracia que otras personas dispongan de su teléfono. Pese a todo, no sería sancionable siempre que sea para hablar de cuestiones domésticas...

¿A qué le llama la ley cuestiones domésticas?

-Cuestiones como quedar y todas esas cosas que comparten los miembros de una cuadrilla, a la que con el tiempo se van agregando más y más personas. A partir de ahí, si pasamos a cuestiones profesionales con fines lucrativos o políticos, la situación puede cambiar y habría que pedir el consentimiento.

¿Somos conscientes de la herramienta que estamos utilizando?

-Es una herramienta muy poderosa, a la que nutrimos a todas horas con muchísima información. ¿Alguien se plantea por qué nos han dado una herramienta tan potente y gratuita? ¿Por qué la compró Facebook por 1.000 millones? Digo yo que algo ganará. Facebook vale lo que vale por los datos que tiene de todos nosotros.