Washington - Su mirada emanaba emoción; sus gestos, orgullo, y su voz, agradecimiento. Juan Ramón Aspiri Guisasola vivió ayer uno de los días más intensos de su vida. Llegado de Idaho con su hijo Mark, ambos, padre e hijo, representaban el sentir de muchos de los vascos de Estados Unidos que ayer se acercaron al Mall para presenciar la inauguración del Smithsonian Folklife Festival. Juan Ramón disfrutó de cada rincón de Euskadi que se ha trasladado a Washington. Vio las exhibiciones de pelota, se lanzó a la sokatira con algunas de las autoridades llegadas desde Euskadi, pero, sobre todo, contó a quien quiso escucharle la historia de su padre. Vasco de un pueblo cercano a Gernika, que llegó quién sabe cómo hasta la isla de Ellis en Nueva York. “Así llegó mi aitite, como ilegal”, relata Mark, el único que habla un poco de castellano. A Juan Ramón no le hace falta; habla inglés y chapurrea en cuanto tiene ocasión alguna palabra en euskera. “Kaixo, nongoa zara?”, pregunta con un brillo de emoción en sus ojos. Mark a su lado continúa el relato familiar: “Como estaba ilegal, tuvo que ponerse a boxear; pero cuando le propusieron hacer tongo, dijo que no y huyó”. Así es como el padre de Juan Ramón llegó a Idaho y comenzó a trabajar, como otros tantos en aquella época, como pastor. Allí se casó y allí nació Juan Ramón. Así que para este vasco americano, ver un trocito de Euskadi en Washington supone una emoción difícil de explicar pero muy fácil de disfrutar.
Juan Ramón tendrá quince días para explorar cada uno de los espacios que se han expuesto en el Mall del Smithsonian. El Folklife Festival abrió ayer oficialmente sus puertas con una ceremonia en la que el director de la fundación museística, Michael Mason, alabó el esfuerzo realizado por el Gobierno Vasco y las tres diputaciones por llevar lo más representativo de Euskadi. “Animo a todo el mundo a participar y a recoger el espíritu del Folklife Festival. Hay cerca de 300 personas, tanto del País Vasco como de la diáspora, que están participando en este festival”. Unai Rementeria, diputado general de Bizkaia, ejerció de portavoz de las autoridades vascas. Escoltado en el escenario por la consejera Arantxa Tapia, y los diputados generales de Araba y Gipuzkoa, Ramiro González y Markel Olano, Rementeria aseguró que este era “el inicio de un próspero camino “entre Euskadi y Estados Unidos”. Y, dirigiéndose a la diáspora, afirmó: “Los vascos vamos a ser más fuertes después del Smithsonian Folklife Festival”.
el abuelo saturnino Precisamente, tan emocionado como Juan Ramón Aspiri estaba el congresista John Garamendi. Al igual que el octogenario de Idaho, el político estadounidense recordó a su abuelo Saturnino, siempre en su memoria cuando se habla de Euskadi. Garamendi recordó la dureza del trabajo en hoteles y en las minas “para dar una educación a mi padre y mis tíos, pero esta es la historia de América”. Esa misma sensación, mezcla de emoción y nostalgia, revoloteaba ayer el Mall.
Gabriel, su esposa Francesca y su hijo Peter paseaban ayer curiosos por los puestos de Euskadi. Según reconocen, les fascinan las historias de los vascos. Dicen que todavía les emociona ver en los árboles de su pueblo en Arizona el nombre de algunas chicas; nombres vascos tallados en los árboles que los pastores esculpieron a golpe de añoranza. No son vascos, pero quieren escudriñar cada rincón del festival porque les interesa conocer más sobre esta cultura. Así que si dan un paseo podrán observar a María Elena, redera de Bermeo, tejer sus redes con una inmensa fotografía del puerto de su pueblo a su espalda. Y, claro, ayer, festividad de San Pedro, María aprovechó para poner al cuello de quien se lo pedía un pañuelo a cuadros perfectamente anudado.
La familia de Arizona o Juan Ramón Aspiri y Mark también pudieron comprender que los tiempos han cambiado y que los jóvenes vienen dando fuerte con sus ideas y sus empresas. Es el caso de Jon Lasa, un oriotarra que ha llegado a Washington con su particular estudio de la fibra de carbono y la construcción de las traineras. También podrá practicar euskera, en el euskaltegi o jugar a pelota vasca en el frontón, quizás uno de los espacios más populares ayer.