bilbao - Las estadísticas dicen que Euskadi fue el año pasado la cuarta comunidad que más sangre donó en el Estado.
-Este ranking me pone enfermo porque lo que tenemos que hacer es conseguir las donaciones suficientes y usar lo mejor posible los productos. El objetivo no es ser el primero o el cuarto. ¿El primero para qué? ¿Para luego no utilizarla bien? Somos autosuficientes y cumplimos lo que necesitan nuestros pacientes. Este año podemos estar los cuartos y otro, los primeros, porque además estamos hablando de ratios del 40,06 por mil habitantes, o de 40,82. Cuestión de décimas. Eso del ranking quizá tuvo cierto sentido hace tiempo cuando había que estimular la donación voluntaria.
Porque la sangre se pierde ¿no?
-Sí, la sangre tiene una caducidad corta. Un mes, los glóbulos rojos, las plaquetas, cinco días. No podemos sacar el doble de la que necesitamos porque luego se va a perder y eso significa que haríamos una gestión pésima. Quizá hay que extraer un pelín más para que nos dé la garantía de estar abastecidos. Pero hay unas grandes diferencias de unos países desarrollados a otros. Dinamarca extrae el doble que Holanda, por ejemplo. Porque ciertos países tienen costumbre de transfundir más.
Dice usted que ahora en verano, a la población les puede parecer que son unos pedigüeños.
-Sí, parece que estamos todo el día pidiendo sangre, pero es lo que hay. Tenemos que ser previsores. Porque ahora tenemos stock en los almacenes, pero a finales de agosto estamos con el agua al cuello, y lo que entra por una puerta, sale por la otra. Aunque ayuda mucho a organizar el verano esos héroes que se quedan aquí y acuden a donar. El sistema de promoción funciona muy bien, pero es una guerra continua porque todos los años pasa algo.
¿Este año puede ser el zika?
-Si las cosas no van bien con el zika lo vamos a sufrir. Por ejemplo, si hay una epidemia y el problema que ahora está localizado en otra parte del mundo aparece aquí. Hay más riesgo en verano y da miedo. Estamos vigilantes porque el zika nos puede complicar la vida. Pero el año pasado fue el chikungunya, que si venía, que si no venía... Hay que estar muy pendientes y debemos tener una base muy sólida de donantes para que acudan cuando les necesitemos, aunque molestándoles lo menos posible para conseguir los productos y las donaciones que realmente precisamos. Sin que nos falte, ni nos sobre.
Es raro el ciudadano que a lo largo de su vida no necesita una transfusión de algún tipo.
-Sí, es difícil el ciudadano que a lo largo de su vida no reciba una transfusión o un producto que deriva de una donación. Por ejemplo las inmunoglobulinas se ponen en multitud de enfermedades. Hay pacientes que reciben miles de productos a lo largo de los años como hemofílicos, personas con anemias congénitas, etc...
La sangre que ustedes extraen se fracciona en productos diferentes. ¿Cuál es la estrella?
-El producto estrella son los glóbulos rojos que tienen una caducidad de un mes y que es la transfusión convencional que uno recibe cuando le operan o cuando sufre una hemorragia masiva.
Y ¿el siguiente en la lista de demanda?
-Las plaquetas, las células de la coagulación. Sin un buen soporte de plaquetas es imposible la oncología agresiva, y casi imposible el trasplante de médula. Como además solo tiene cinco días de caducidad, eso nos obliga a estar bastante encima. Y el tercer producto estrella es el plasma, toda la parte líquida. Cerca del 80-85% del plasma que sacamos de las donaciones se usa para la producción y obtención de medicamentos.
El donante medio está envejeciendo. ¿Es igual la sangre de un joven que la de un mayor?
-La sangre se renueva y el rendimiento del producto que obtenemos es igual, independientemente de la edad del donante, si está sano. Un glóbulo rojo tiene una vida media de 120 días, al de ese tiempo se va deteriorando y el cuerpo lo elimina pero eso pasa con alguien de 30 años o alguien de 60.