Bilbao - Una madre siria con desnutrición dio a luz a su primer hijo en Damasco, cerca del campo de refugiados palestino de Yarmuk. Dos días después, el bebé cayó enfermo y, sin acceso a cuidados médicos apropiados cerca de su casa, la mujer intentó llevar a su hijo a un hospital de otro vecindario. A pesar de sus protestas, tuvo que esperar cinco horas en un puesto de control, donde finalmente le impidieron el paso. Su bebé murió poco después.
Estas muertes trágicas, y evitables, se han vuelto habituales en las zonas sitiadas de Siria. “Algunas muertes fueron el resultado de desnutrición y otras de falta de medicamentos y vacunas. Aquí los niños mueren debido a la rabia porque no disponemos de vacunas. Las enfermedades de la piel y del estómago se han extendido porque el régimen cortó el suministro de agua y la gente depende de los pozos de agua superficial, que a menudo están contaminados con aguas residuales. A los niños les afectan especialmente las inflamaciones pulmonares y las infecciones debido a la gran cantidad de humo emitido por las explosiones”, cuenta el doctor Nizar desde Ghouta oriental, en la capital siria, a Save The Children.
La ONG internacional publicó ayer el informe Infancia bajo asedio. Vivir y morir en las zonas asediadas de Siria, que recoge testimonios e historias de las víctimas de este cruel castigo colectivo y cuya presentación pública en todo el Estado tuvo lugar ayer en Bilbao. Según Save The Children, más de 250.000 niños viven en áreas sitiadas dentro de Siria bajo los bombardeos, los ataques aéreos y las bombas de barril. El documento denuncia no solo los efectos psicológicos que esto tiene sobre ellos sino también la falta de alimentos y atención sanitaria que suele ir aparejada.
El informe documenta las historias de niños enfermos que se mueren mientras los medicamentos que necesitan están al otro lado del puesto de control; de niños y niñas forzadas a comer hojas y comida para animales a tan solo unos kilómetros de los almacenes de comida; de familias que se congelan de frío por falta de combustible; del miedo de los niños a los bombardeos y a las bombas de barril -más del 22% de los bombardeos aéreos en Siria durante 2015 se produjeron en zonas que ahora la ONU clasifica como asediadas-; de médicos que operan sin electricidad ni equipamiento básico y de colegios que se ocultan bajo tierra en un intento desesperado de mantener a los niños y niñas a salvo de las explosiones.
El número de personas bajo asedio ha aumentado más del doble durante el último año. Naciones Unidas estima que hay 486.700 personas viviendo en 18 zonas asediadas -15 de ellas bajo control del Gobierno sirio, una en manos del Estado Islámico y otras dos, del Frente al Nusra, filial de Al Qaeda-. Sin embargo, varias ONG internacionales elevan la cifra a más de un millón de personas; Médicos Sin Fronteras habla, incluso, de 1,9 millones. Save the Children denunció ayer que, a pesar de los esfuerzos de las últimas semanas por hacer llegar a asistencia a estas zonas, solo entra al territorio una pequeña parte de lo que se necesita. En este sentido, según la ONG, algunos medicamentos esenciales, combustible y alimentos de alto valor nutricional siguen quedando fuera de los convoyes de ayuda humanitaria y continúa sin permitirse la salida de personas para recibir tratamiento médico.
“La mayor parte de las personas con posibilidad de huir ya lo hizo, y las que permanecen en Siria son las más vulnerables”, advierte Save The Children en el informe. Un análisis de la Sociedad Médica Sirio-Americana encontró que el 46,61% de las víctimas mortales en las zonas asediadas eran menores de 14 años y descubrió que las muertes se debían a causas evitables como la ingesta accidental de veneno al escarbar en la basura en busca de comida, la falta de atención médica de urgencia, complicaciones durante el parto -el estrés ha incrementado las complicaciones durante el embarazo y el parto; asimismo, la anemia que sufren la mayoría de las mujeres embarazadas ha conducido a más abortos, hemorragias y malformaciones de nacimiento-, desnutrición crónica y deshidratación.