El drama de los refugiados que están llegando en masa a Europa no tiene fin. Hace una semana Europol daba a conocer otra escalofriante cifra: según sus previsiones más conservadoras, al menos 10.000 niños refugiados han desaparecido del radar de las instituciones tras su ingreso en territorio europeo. El miedo ahora es que hayan caído en manos de las mafias europeas que se dedican a la explotación sexual y laboral de niños. Los menores no acompañados o aquellos que se han separado de sus familiares durante la ruta son los más vulnerables a la violencia, explotación y abuso. De estos últimos no hay una cifra exacta, pero solo en Alemania y Suecia se registraron más de 90.000 el año pasado.
La crisis de refugiados a la que asiste atónita Europa tiene rostro de niño. En la actualidad, uno de cada tres solicitantes de asilo que alcanza las costas europeas es menor de edad. Del millón de personas refugiadas que llegó el año pasado al continente, 270.000 eran niños. “Pero esta cifra podría ser mayor”, advierte Unicef, “dado que muchos adolescentes van a señalar que no son menores para continuar con el tránsito porque quieren llegar a los países del norte de Europa, ya sea porque tienen familiares allí o porque consideran que las redes de acogida pueden ser mejores”, explica Sandra Astete, especialista en políticas de infancia de la organización.
A Manuel Macía, director de programas de la Fundación Tierra de Hombres, estas cifras no le sorprenden. “Por muchas alambradas y muros que se levanten, no se va a frenar la llegada de inmigrantes. Nosotros llevamos tiempo lanzando el mensaje de alarma de que están llegando muchos menores no acompañados que no están recibiendo la atención a la cual tienen derecho. En 2010 hicimos un estudio en cuatro países (Bélgica, Suiza, Francia y España) sobre el seguimiento que se hacía a los menores no acompañados y nuestra sorpresa fue que nos decían abiertamente que casi la mitad de ellos desaparecían”, explica.
El primer control fronterizo es primordial. En él, las autoridades, generalmente griegas (el principal punto de entrada a Europa), realizan la indentificación de los menores que llegan a sus fronteras. “Hay que identificar su origen, los motivos por los que realizan el viaje, comprobar si son solicitantes de asilo, si vienen solos o acompañados, verificar la filiación con las personas que los acompañan, porque el adulto con el que llegan puede ser parte de una red de tráfico. Este control es muy importante, pero se está haciendo parcialmente porque ante el actual flujo masivo no hay recursos. Lo dramático que estamos viviendo últimamente es que muchos de ellos ni siquiera llegan a los centros, por lo que creemos que la cifra de Europol es una mínima parte”, señala Macía.
Pero es que además muchos de los que llegan a los centros habilitados para acogerlos deciden irse por sus propios medios. La razón: que la atención no es la adecuada. “En el caso de los menores hay que identificar qué medidas de protección son las más adecuadas para ellos. No se trata solo de llevar a cabo una atención humanitaria urgente, comida, cama, mantas, etc. Hay que escucharles mucho, conocer cuáles son sus proyectos de vida. La mayoría quiere estudiar y luego trabajar. Y si están bien acogidos e integrados van a ser elementos productivos. Lo que no se puede es tenerlos en un centro tres meses sin actividad alguna, en el mejor de los casos hasta que se regularice su situación; en el peor, hasta ser expulsados o devueltos a su país. Muchos menores perciben estos centros como lugares de internamiento y se van. El problema es que para llevar a cabo una atención adecuada se necesitan recursos, muchos trabajadores sociales, psicólogos, no es fácil”, agrega el director de programas de la Fundación Tierra de Hombres.
Según las investigaciones de Europol, la pista de 5.000 niños se perdió en Italia y la de otros 1.000 en Suecia, menores que ahora han quedado a merced de “una infraestructura criminal paneuropea” relativamente nueva y enormemente sofisticada que ha fijado su objetivo en los refugiados. Esta organización criminal habría aparecido hace 18 meses y tendría sus epicentros en Alemania y Hungría, país este último que sirve como centro de tránsito desde el cual las redes de trata reciben a los menores procedentes de Italia o Suecia y los distribuyen por el resto del continente.
“El hecho de que la Unión Europea no tenga mecanismos legales ni un sistema de acogimiento unificado en territorio europeo favorece la acción de los grupos delictivos. Ante el desorden y la falta de unidad imperan las mafias y los grupos clandestinos”, advierte Save The Children, organización que pide el establecimiento de rutas seguras para los refugiados.
En la actualidad, Serbia, Macedonia y Croacia, países de tránsito de los refugiados que van de Grecia al norte de Europa, solo permiten el paso por sus fronteras a sirios, iraquíes y afganos. El resto son considerados “inmigrantes económicos” y su ingreso está vetado. Esto conduce a estas personas a tomar rutas más peligrosas y clandestinas, caldo de cultivo para las mafias.
Como también lo ha sido “el cierre inesperado de fronteras, que ha supuesto que el flujo de población se dirigiera de forma dramática y caótica a otra frontera”, explica la responsable de Unicef Sandra Astete, quien asegura: “Además del horror de que 10.000 niños desaparezcan, tenemos que asegurarnos de que no vuelva a pasar y esto pasa por implementar un plan europeo de protección a menores no acompañados o separados en la ruta”. La clave está en la información entre países y la coordinación.
“Todo el espacio que no estamos atendiendo nosotros es terreno abonando para que se creen circuitos criminales. Hay un porcentaje de estos menores desaparecidos, no sabemos cuál, que acaba en redes criminales, explotados sexualmente o para realizar pequeños delitos, convertirse en pequeños traficantes”, apunta por su parte Macía.
Las voces de alarma de los trabajadores de campo es inequívoca. O se actúa con contundencia o miles de niños seguirán siendo vulnerables a los peligros de la innmigración insegura.
Menores inmigrantes y solicitantes de asilo. El año pasado llegaron a Europa 270.000 menores, lo que supone un tercio del total de personas refugiadas e inmigrantes que cruzaron las fronteras en 2015. El 80% de estas son afganas, iraquíes y sirias. La cifra, en cambio, podría ser mayor. Por un lado, porque muchos adolescentes no revelan su condición de menores de edad para continuar el viaje hacia el norte de Europa y, por otro, porque muchos de ellos no pasan por ningún tipo de control debido a la gran afluencia de refugiados e inmigrantes en los países de tránsito.
Franja de edad. Oscila entre los 11 y los 16 años, principalmente.
Menores no acompañados. Se desconoce la cifra exacta, pero en 2015 solo en Alemania y Suecia se registraron más de 90.000.
Los desaparecidos. Según Europol, unos 10.000 menores han desaparecido del radar de las instituciones, la mitad de ellos solo en Italia. Tanto Europol como las ONG coinciden en que la cifra puede ser mucho mayor.