El pasado 27 de enero Enetz Gurrutxaga, un joven guipuzcoano, recibió una llamada telefónica de Jon Darpón, el consejero de Sanidad del Gobierno Vasco. En ella le informaba de que solo dos horas después iban a hacer pública una nueva ley para la instalación de desfibriladores en lugares públicos. Aquello era el final de un camino que tiempo atrás había comenzado Enetz. Tras el fallecimiento de su hermano Urtzi en pleno partido de fútbol por una parada cardíaca, puso en marcha una campaña de recogida de firmas para pedir a Lakua que se instalasen estos aparatos en los centros deportivos públicos y evitar así que casos como aquel se repitieran. Enetz inició su petición a través de Change.org, un portal que se ha convertido en referencia mundial en cuanto a movimientos sociales de todo tipo.

Esta compañía nació en 2007, cuando dos estudiantes de Stanford, Ben Rattray y Marcos Dimas, quisieron aprovechar el poder de Internet para unir a las personas. El proyecto comenzó siendo un constante proceso de prueba-error hasta encontrar el modelo que es hoy en día. En un primer momento se presentaba como un cúmulo de blogs con trasfondo social o una plataforma de crowdfunding y no fue hasta 2010 cuando dieron con el formato de peticiones de firmas que tanto éxito ha tenido en todo el mundo.

Paralelamente, en España en 2010 Francisco Polo creó Actuable, una plataforma de peticiones. Fue un fenómeno sin precedentes en el ámbito tecnológico estatal puesto que en apenas 18 meses consiguió dos millones y medio de usuarios. Con un formato y una filosofía tan similar a la de Change.org, a nadie extrañó que la compañía americana absorbiera a la española por “un precio simbólico”. A partir de mayo de 2012 en España solo opera Change.org y Polo pasó a ser su director en un país que alojaba la primera sede de la compañía fuera de Estados Unidos. Hoy en día Change.org cuenta con 18 oficinas repartidas por todos los continentes en las que trabajan 300 empleados, once de ellos en la oficina de Madrid.

En la actualidad la plataforma cuenta con 100 millones de usuarios en 196 países de todo el globo y ya acumula desde su creación más de 100 millones de peticiones de todo tipo. Cada mes se inician más de 25.000 campañas nuevas, un dato que es consecuencia del sencillo mecanismo de funcionamiento de la plataforma. Y sobre todo porque los usuarios encuentran una esperanza: cada hora una petición de Change.org consigue su objetivo.

Albert Medrán, director de comunicación de Change.org en España, explica que su compañía posibilita que cualquier usuario pueda poner en marcha una petición: “El funcionamiento es muy sencillo. Primero selecciona cuál es el destinatario al que va dirigida esa petición, qué está pidiendo y por qué eso es importante”. Una vez que reúne esos tres campos, la petición ya está activa y la gente empieza a compartirlo para recaudar firmas. “Cada vez que alguien firma, el destinatario recibe una notificación de que esa petición va creciendo”, explica Medrán; “las peticiones no exigen un número mínimo de firmas. Esto no es una Iniciativa Legislativa Popular en la que se necesite un número de firmas para poder presentar algo en el Congreso. Es una plataforma para hacer presión de una forma pública y directa”. A partir de ahí, cada destinatario de las peticiones tiene la posibilidad de actuar o no en consecuencia.

Activismo del s. XXI Change.org es una evidencia de que en los nuevos tiempos la tecnología ha cambiado también el activismo social. “Esto es una extensión más de nuestra vida cotidiana. A veces se intenta presentar el mundo on-line y el mundo off-line como dos mundos separados y eso no es cierto”, apunta el director de comunicación de la plataforma. “Las personas vivimos en una sociedad en la que disponemos de un montón de herramientas a nuestra disposición e intentamos utilizarlas como ciudadanos”, enfatiza.

Internet permite hoy en día que mucha gente que no podía participar en la vida política y pública, ahora sí pueda hacerlo. Albert Medrán advierte que la gran barrera para la participación, muchas veces, es la falta de tiempo: “Hay gente que está preocupada por muchos temas, pero bien porque tiene que trabajar o cuidar de su familia, lo tiene muy complicado para asistir a una manifestación o para otras acciones. Internet permite que una persona desde cualquier lugar pueda participar”.

Medrán recuerda que a los españoles se les suele acusar “por su pasotismo” en la vida pública. Sin embargo, el 22% de los usuarios estatales de Internet lo son también de Change.org, un dato que contrasta con la presencia de usuarios estatales en otras redes sociales. Esta plataforma posibilita que actores que tradicionalmente no intervenían en la agenda pública o política ahora sí lo hagan y les permite interactuar con el resto de actores. Esto hace que las iniciativas de los usuarios lleguen con facilidad a los medios de comunicación, que se convierten “en un altavoz de sus reivindicaciones y suman a esa presión”.

Un ejemplo de este fenómeno es el de Elena Alfaro, una madrileña que hace tres años inició una petición para abaratar los libros de texto, sobre todo para las familias más desfavorecidas. En el primer verano recogió 90.000 firmas, pero no se conformó y dio un paso más. “Acudió a los medios de comunicación, la entrevistaron y luego fue al Congreso de los diputados”, relata Albert Medrán; “se reunió con los grupos parlamentarios, planteó un texto de una Proposición No de Ley y un grupo lo recogió y lo llevó a la Comisión. Finalmente el Congreso lo aprobó y se sacó adelante una disposición para que en los colegios públicos y concertados hubiese bancos públicos de libros de texto”. La de Elena Alfaro fue la primera petición de Change.org que se convirtió en ley a nivel estatal.

Muchas instituciones públicas y privadas se han dado cuenta de la trascendencia que puede tomar una petición de Change.org y 150 administraciones, empresas y políticos cuentan con perfiles verificados en la plataforma para responder a las peticiones en las que son aludidos. “Las administraciones locales suelen responder muchísimo más que las administraciones de territorios más grandes”, cuenta Albert Medrán, “por ejemplo, el anterior alcalde de Barcelona, Xavier Trias, era el perfil que más respondía del mundo”.

Publicidad y firmas verificadas El portal Change.org es una empresa social que reinvierte en sí misma todo el dinero que genera. Para poder posibilitar que su uso siga siendo abierto y gratuito pone en marcha un modelo de sostenibilidad que se basa en publicidad de algunos de sus perfiles. “El 95% de nuestros clientes son ONG. Como ONG puedes querer que tu petición le aparezca a más usuarios para que la vean y, una vez que han firmado, puedan solicitar más información de esa organización. Ese es el modelo de nuestra publicidad” detalla Medrán. “Cuando firmas una petición te aparece un anuncio de otra petición que puedes firmar o solicitar más información sobre ella. Si no te interesa, te saltas el anuncio y ya está”.

A Change.org no le han faltado críticas prácticamente desde su puesta en marcha. Según sus detractores, la plataforma posibilita que se incluyan en las peticiones firmas que no se corresponden con personas reales, lo que da pie a que se altere el desarrollo de esas recolectas de apoyo. Albert Medrán asegura que esas acusaciones son infundadas y desgrana las diferentes formas en las que luchan contra el uso indebido de su plataforma. “Luchamos de diferentes maneras contra el spam. Tenemos sistemas automáticos y manuales para poder verificar el hecho de que las firmas vengan de cuentas de correo válidas y que no haya spam o robots que manden firmas que no son reales. El nivel de spam es mínimo”, explica el director de Comunicación de Change.org en España. “Estos sistemas nos permiten observar si hay patrones extraños para analizar esas peticiones y asegurar la integridad de las peticiones. Incluso en las peticiones más grandes que ha habido en España los niveles de spam han sido muy bajos. Esas firmas siempre se acaban eliminando y no se ven reflejadas en los recuentos”. Además, apunta que “siempre se está innovando en estos sistemas para evitar que haya personas que puedan alterar el sentido de una petición de firmas y poder asegurar su integridad”. Está convencido de que los sistemas están funcionando: “La verificación de las firmas está asegurada y la gran mayoría de nuestros usuarios utiliza la plataforma de un modo completamente normal. Los casos que se puedan dar son mínimos”.

Desde Change.org siguen trabajando para que cualquier ciudadano pueda iniciar su pequeña revolución. Cada hora consiguen un objetivo. Ese es el motor que les alimenta: “Los usuarios ven que su firma ha servido para provocar un cambio y eso significa que luego están más predispuestos a seguir firmando peticiones y a iniciarlas. Ven que sus firmas sirven para generar cambios”.

Usuarios. Euskadi tiene 508.574 usuarios de los cuales 209.241 han firmado alguna petición que terminó con éxito. Se han creado 3.633 peticiones y se han aportado 4,4 millones de firmas a peticiones de todo el mundo.

Grandes temáticas. Los temas que más movilizan a los vascos son los relacionados con los derechos de los animales. Le siguen los relacionados con la salud y la justicia económica.

Instituciones. La única institución pública que tiene un perfil verificado en Change.org es la Diputación Foral de Bizkaia.

Frank. 24.000 vascos firmaron la petición de revisión del caso de Yuyee, la mujer del presentador de ‘Frank de la Jungla’ encarcelada por posesión de drogas.

Celíacos. Casi 22.000 firmas para que el Gobierno español facilite la compra de alimentos sin gluten para celíacos.

Donar comida. Más de 20.000 vascos han secundado la petición de que los supermercados donen la comida que les sobra a entidades sociales y ONG.

34%

Es el porcentaje de usuarios de Internet en Euskadi que también utilizan Change.org. Está por encima del 22% estatal, que convierte a España en el país con mayor tasa de usuarios del planeta.