Donostia - ¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde que huyó de su país?

-Han pasado seis años. Mi marido era perseguido por cuestiones políticas, le secuestraron y desde entonces no he vuelto a saber nada de él.

¿Cómo recuerda la travesía hasta llegar a Euskadi?

-Vine con mis dos hijos, fue muy difícil. Es muy duro afrontar una salida así porque no es un viaje normal. Te ves obligada a pagar a la gente que te ayuda a abandonar el lugar donde naciste. Fue un viaje muy estresante.

¿Sus hijos lo pasaron mal?

-Sí, mi hija tenía quince años y el chaval seis. Era pequeños pero sabían por que estábamos preparando la huída. Era salir o morir.

¿Tiene contacto con algún familiar de su país?

-No. Debido a la guerra perdí el contacto con mis parientes hace años, mucho antes de venir aquí. Ellos vivían en otro Estado y, como era imposible transitar de un lugar a otro, perdimos el contacto mucho tiempo atrás. De hecho, hace más de 30 años que no veo a mi madre. Es una situación muy difícil.

¿Cómo convive con todo ello en Euskadi?

-Prácticamente todos los días me vienen a la cabeza las imágenes de aquel horror y de mis seres queridos. No es fácil estar fuera de tu país sin nadie.

¿Qué siente al ver el éxodo actual de miles de personas huyendo de la guerra?

-Les veo y me hacen sentir lo mismo que yo viví al venir aquí, ese desgarro por verte obligada a dejar aquello que conseguiste con esfuerzo durante años. Quizá no sean grandes cosas, pero tienes una casa, amigos y personas con las que hablas...

¿Aquí encontró mucha soledad?

-Sí, mucha, aunque poco a poco vamos haciendo amistades con otros inmigrantes solicitantes de asilo. Sé por lo que están pasando las personas que van a llegar a Euskadi en breve, porque es un enorme sacrificio dejar atrás tu país, y tantas cosas por el camino.

¿Qué consejo les daría?

-Que sean pacientes. lo mas importante es que ya están a salvo, aunque al llegar aquí descubrirán que seguimos inmersos en una crisis económica que no lo pone fácil.

¿Ha podido encontrar trabajo?

-No, está muy difícil.

¿Y de qué vive?

-Me ayudan mucho en la Comisión de Ayuda al Refugiado en Euskadi (CEAR). Gracias a ellos he podido alojarme en algún piso durante unos meses, y Cáritas también me ha apoyado.

¿Cómo se plantea el futuro?

-La verdad es que llegué aquí en el peor momento económico. Se ha alargado la crisis de tal manera que llegas a dudar de si saldrás algún día adelante. Al final te ves obligada a vivir el día a día.

¿Desearía regresar a su país?

-No. Lo echo de menos, pero me ha hecho mucho daño. Quién sabe lo que haré cuando sea viejita (sonríe).