Gasteiz - El goteo de denuncias por agresiones sexuales ha comenzado en plena vorágine festiva. Los Sanfermines acaban de despedirse con cierto sabor amargo tras la tentativa de violación a una joven de 19 años, un hecho que vuelve a reabrir el debate sobre la impunidad de los acosadores en fiestas y pone sobre la mesa las relaciones de desigualdad que persisten. Este lamentable episodio, en el que la víctima, según denunció, fue obligada a entrar en los baños de un bar con la complicidad de los acompañantes del agresor, coincide en el tiempo con nuevos datos del Consejo General del Poder Judicial, que revelan una preocupante tendencia al alza en Euskadi del número de condenas por violencia hacia la mujer. La estadística, que acaba de ser actualizada, recoge que durante el año pasado un total de 783 personas entraron en prisión por este tipo de delitos, una cifra que prácticamente duplica el número de sentencias condenatorias computadas en el País Vasco hace cinco años.
Una violencia que presenta múltiples caras, y que encuentra durante estas fechas un preocupante caldo de cultivo. “Tenemos un año entero para trabajar, para que todos y todas podamos disfrutar de las fiestas sin sentirnos acosados ni acosadas en ningún momento”. El alcalde de Pamplona, Joseba Asiron, ponía con estas palabras el epílogo a una semana en la que, a pesar del trabajo preventivo realizado, muchos siguen sin entender que en fiestas no todo vale.
La sexóloga Maite Azanza, terapeuta de la Asociación guipuzcoana de Víctimas de Abusos Sexuales en la Infancia, pone el acento en las características en las que transcurren algunas agresiones sexuales, como la ocurrida en sanfermines. Según el relato de la joven británica que denunció los hechos, la chica fue abordada con el conocimiento y la inactividad del grupo de amigos del agresor que, a sabiendas de lo que estaba ocurriendo, no hicieron nada para evitarlo, e incluso rieron la gracia. “En este hecho no solo tenemos que destacar la agresión en sí, sino la actitud del resto de amigos que colaboraron por no impedir que ocurriera. Es grave que nadie del grupo pudiera manifestar su disconformidad con la agresión. Se echan de menos las voces discordantes frente a los que ríen la gracia, porque entonces agreden con el visto bueno del resto”, sostiene.
Nagore Laffage La experta cree que no se puede hablar de falta de concienciación social, menos aún con precedentes tan graves como el de la irundarra Nagore Laffage, que murió en los Sanfermines de 2008 a manos de José Diego Yllanes. Durante este año, además, se han desplegado campañas activas contra la violencia de género. Sin ir más lejos, Emakunde ha anunciado esta semana la creación de espacios en las fiestas de diferentes municipios para prevenir las agresiones sexuales. “Información hay. Hay conciencia de que actitudes así son execrables, pero a pesar de todo se siguen cometiendo agresiones y, lamentablemente, la mayoría en general sale impune de estas faltas y delitos”, lamenta Azanza.
Esta psicóloga, que trabaja con víctimas de Violencia de Género del Programa de la Diputación y el Colegio de Psicólogos de Gipuzkoa, observa que las consecuencias de los abusos sexuales no son lo suficientemente importantes como para evitar nuevas agresiones, por lo que plantea la posibilidad de endurecer las penas. “Quizá sí, quizá sea necesario para que no salgan indemnes y que la víctima no tenga que ser de nuevo víctima mientras el agresor se ampara en la fiesta y el alcohol, discursos a los que estamos acostumbrados”, critica.
María Ángeles Álvarez, vocal del Área de Igualdad del Colegio de Psicólogos de Gipuzkoa, censura que tras agresiones como la denunciada estos días persisten relaciones de poder a edades cada vez más tempranas. “La actualidad ha vuelto a traer estas agresiones a la palestra, pero lamentablemente siempre están ahí. No nos cansaremos de trabajar para erradicar las agresiones basadas en el control y la intimidación. Estamos hablando de delitos, de violaciones a la libertad sexual. Que unos chavales sean capaces de reírse mientras su compañero comete una violación es la manifestación más descarnada de la desigualdad entre hombres y mujeres”.
Modelos de belleza La experta asegura que se está educando a hijos e hijas “en la no igualdad”. “No hay más que ver los anuncios de hoy en día. No dejan de fomentar modelos de belleza femenina basados en la juventud, la delgadez y comportamientos que no son nada saludables para las niñas”, critica esta psicóloga, miembro de diferentes agrupaciones de mujeres y vicepresidenta de la Asociación Terapia y Género.
Ambas expertas entienden que el alcohol desinhibe actitudes y comportamientos que están interiorizados, pero no puede decirse que los genere. “Cometer una agresión y reírse es la muestra de la educación machista, en definitiva, de la desigualdad”. Lamentan que “se ha perdido el cortejo, la seducción... Todos estos valores que hacen que confluyan los deseos de hombres y mujeres en el encuentro entre ellos”.
La psicóloga Álvarez está convencida de que es difícil revertir el peso cultural de una sociedad patriarcal. Se van dando pasos, entiende, pero desprenderse de esas etiquetas es costoso, “y además a muchas mujeres se les hace sentir culpables de lo que ocurre”.
En su opinión, queda una enorme labor de prevención por delante. “Hay partes del ser humano que son privadas y que no deben ser tocadas por nadie, salvo que una lo desee. Estamos hablando de un abuso de la confianza. Hay personas que se están divirtiendo y abusan de ellas. Muchas veces es algo velado. El problema surge cuando no coincide lo que quieres hacer con lo que estás haciendo, y se produce una disonancia, que una intenta salvar como puede. Siempre son mujeres las que son manoseadas, y son hombres quienes están tocando sus senos, echándose encima”, critica la experta.