La mente lúcida y futurista del escritor Julio Verne, que vaticinó una vuelta al mundo en 80 días, jamás hubiera imaginado un aparato que tardara 95 minutos en completar esa odisea. Tampoco James Watt con su popular máquina de vapor creería en la existencia de un objeto capaz de viajar a 27.000 kilómetros por hora. Ni Galileo, el padre del telescopio, sería tan atrevido como para intuir que en un futuro, por muy lejano que fuera, su invento podría acercarnos hasta la Tierra lugares a más de 13.400 millones de años luz. Esa máquina existe, se llama Hubble, es un proyecto conjunto entre la Nasa y la Agencia Espacial Europea (ESA) y cumplió 25 años ayer. Un cuarto de siglo acercándonos a las estrellas.
Su nombre se debe a Edwin Hubble, uno de los astrónomos más reconocidos del siglo XX que, mediante el uso de las líneas del espectro que se desplazan hacia el rojo, es decir, que se alejan de nosotros, determinó que la velocidad de una galaxia es proporcional a su distancia. La recesión de esas galaxias es mayor cuanto más lejos se sitúen. Todo este conocimiento que Hubble brindó a la humanidad acabó desembocando en la teoría del Big Bang que asegura que toda la materia del universo estaba comprimida en una masa densa y caliente y que, al explotar originó todo lo conocido. De ahí su célebre cita: “La historia de la Astronomía es una historia de retroceso de horizontes”.
La expansión del universo es una afirmación tan cierta como inabarcable para el pensamiento humano, sin embargo, el telescopio espacial Hubble posa su mirada en rincones hasta ahora desconocidos.
El astrónomo de la ESA Pedro García Lario asegura que el Hubble proporciona imágenes de galaxias remotas, que “datan de cuando el universo solo tenía mil millones de años” , de ahí que se calcule su edad total en 13.700 millones de años.
Más allá de las inimaginables cifras, el inexorable paso del tiempo también hace mella en el universo, al igual que la vida en la Tierra, todo tiene un inicio y un fin. “El Hubble ha proporcionado imágenes espectaculares de las morfologías imposibles que las estrellas desarrollan poco antes de morir, al convertirse en nebulosas planetarias”, señala Lario.
Nace un sueño
El 24 de abril de 1990 se produjo el lanzamiento de Hubble, lo que supuso la primera puesta en órbita de un telescopio espacial que costó unos 1.865 millones de euros. Aunque era un proyecto común entre las agencias espaciales estadounidense y europea, hubo dificultades en sus inicios. “Era como jugar al escondite. Había visitas de los ingenieros de la Nasa a los laboratorios de la ESA y los europeos no estaban muy contentos. Pero poco a poco, como en toda colaboración donde hay hombres y mujeres que tienen que entenderse, la cosa funcionó muy bien”, cuenta el astrofísico francés Roger-Maurice Bonnet, director del programa científico de la ESA en 1990.
El objetivo del Hubble era proporcionar imágenes como la de los telescopios terrestres pero evitando la distorsión que genera la atmósfera. Sin embargo, como toda nueva tecnología, sus comienzos fueron complicados ya que tres años después de su lanzamiento a órbita un fallo en la lente propiciaba fotos de una calidad inferior a la esperada.
Las gafas de ‘hubble’ La solución fue tan sencilla como sorprendente: proveer al Hubble de una especie de gafas que corrigieran su visión. “Necesitaba un par de gafas porque nos habíamos equivocado al construir su espejo principal, era demasiado plano. Se recuperó el telescopio y se instaló un dispositivo óptico que funcionó muy bien”, explica Bonnet. El oculista de toda esta operación fue Claude Nicollier, el primer astronauta suizo de la historia que se encargó de la reparación del telescopio. Desde ese momento ha habido cuatro misiones más de mantenimiento del aparato, la última hace cinco años cuando “sufrió una renovación a fondo dejándole listo para seguir operativo hasta la actualidad”, afirma Lario.
El constante mantenimiento del telescopio, que en un principio estaba pensado para tener una duración de 15 años, hace que siga siendo igual de útil que solicitado. El Hubble ofrecerá “ciencia de primera calidad por muchos años”, ya que “su tiempo de observación sigue siendo uno de los más demandados por los científicos de todo el mundo”, señala Lario. “El niño va extremadamente bien. Ha recibido varios liftings en su vida y parece más joven que cualquier otro telescopio”, asegura Bonnet.
Buscando con la mirada
Lario se aventura a señalar que este telescopio ha “revolucionado la astronomía prácticamente en todos los ámbitos”. Es capaz de observar las nubes de gas donde se forman las estrellas y de mostrar espectaculares colisiones entre galaxias, es decir, ha multiplicado exponencialmente los límites del conocimiento humano. “Hubble también ha obtenido la primera imagen de un planeta orbitando alrededor de otra estrella que no es el Sol”, declara Lario. Un acontecimiento fundamental sucedió en 1994 cuando el cometa Shoemaker-Levy, después de deshacerse en fragmentos, impactó contra la superficie de Júpiter en lo que supuso el choque entre dos cuerpos del sistema solar, una situación que nunca antes se había registrado y que la potente lente del Hubble captó en una imagen de las más recordadas del telescopio, donde el suelo del planeta aparece marcado, como una cicatriz en la enorme superficie del cuerpo celeste.
Júpiter es un planeta gaseoso, el más grande del sistema solar, más de 300 veces el tamaño de la Tierra y que cuenta con 67 satélites. En Ganímedes, el más grande de todos ellos, el Hubble descubrió un profundo océano de agua salada bajo su corteza helada. El hallazgo vuelve a abrir la puerta de uno de los sueños más perseguidos de la humanidad: la existencia de vida en otro planeta, ya que, el agua, parece un elemento necesario para el desarrollo vital. Otro peldaño hacia el descubrimiento de vida fue “la primera detección de una atmósfera de un planeta extrasolar”, que se “hizo con Hubble mirando a través de la transmisión de luz de esta, en la que detectó absorción de sodio”, asegura la Nasa, sobre una posibilidad cada vez más cercana. Además, profundizando más en el tema, el Hubble pudo fotografiar “toda una secuencia de la formación de estrellas y planetas que pueden conducir a la aparición de objetos similares a los que vivimos, es decir, una Tierra alrededor de un Sol”, asegura Roger-Maurice Bonnet.
Uno de los fenómenos que más curiosidad despierta son los agujeros negros. Su espectacular fuerza gravitatoria hace que nada pueda escaparse a su atracción, incluida la luz, una especie de punto de no retorno, de ahí que se hable de horizonte de sucesos, donde, una vez traspasado no existe otra situación que no sea precipitarse hacia su interior.
“Hubble también ha demostrado que esencialmente en el centro de cada galaxia hay un agujero negro supermasivo y también nos ha demostrado que existe una relación entre la masa del agujero negro y la masa del bulbo de estrellas alrededor de la galaxia” explica el astrofísico Mario Livio.
Más allá de nebulosas, estrellas y galaxias, de complejos cálculos matemáticos y cifras que desafían a la mente humana, este telescopio es el responsable de estampas de una calidad artística sin precedentes. “El Hubble ha sabido reflejar la belleza del caos como nada antes”, afirma el crítico de fotografía Owen Edwards. “Ciertamente, el Hubble ha popularizado la astronomía entre el público en general de una forma que ha excedido todas las expectativas. Podríamos decir que Hubble ha abierto los ojos de la humanidad” dice Lario. El Hubble, un cuarto de siglo haciendo que un universo en expansión nos parezca cada vez un lugar más pequeño.