Las tiendas de venta de cigarrillos electrónicos, que han proliferado en toda la geografía vasca, acogieron ayer la prohibición con resignación. "Ya esperábamos algo así pero nadie compra un e-cigarro para ir a vapear a una escuela o un hospital", afirmó Unai Bilbao, socio de Bluesmoke, inaugurado en Santutxu el pasado setiembre. Bilbao reconoce que, de momento, las ventas marchan muy bien -un cigarrillo electrónico cuesta de media 19 euros- pero se queja de que hay demasiados puntos de venta. Por su parte, el presidente de la Asociación Nacional de Cigarrillos Electrónicos, Manuel Muñoz, reclama que no se prohíba su consumo en lugares públicos al tiempo que reitera que la asociación está a favor de la limitación en colegios y hospitales. Sin embargo, cree que esta prohibición puede ser "un duro palo para el sector de cara a Navidad", ya que los rumores que llegaron en noviembre sobre una regulación restrictiva de este producto supuso ese mes una caída del 40 % en las ventas. Para finales de este año, el negocio de cigarrillos electrónicos en España habrá generado una facturación de 18 millones de euros. Mientras que para 2016 se calcula que habrá 3.800 puntos de venta abiertos que originarán 9.500 empleos directos y unas ventas de 60 millones de euros.