llodio. El euskera se convirtió ayer en el protagonista indiscutible de la fiesta que acogió el centro de Llodio para demostrar el compromiso de este municipio con la lengua vasca. Sonidos de trikitixas y panderos, bailes, cantos, e incluso un burro tirando de un carro lleno de productos del agro vasco acompañaron los momentos previos a la escenificación de la elección del alcalde de la jornada que, siguiendo una tradición que se remonta al siglo XIV, llevaron a cabo los representantes de los cuatro barrios históricos del lugar (los de Larra, Olarte, Goienuri y Larrazabal) en la Herriko Plaza.

Esta ancestral práctica tenía lugar siempre cada 29 de septiembre, Día de San Miguel, en torno a una mesa de piedra de sillería y un gran árbol (conocidos como campo de Batzalarrina) que desaparecieron a finales del siglo XIX, cuando se acometieron infinidad de obras que cambiaron la fisonomía del pueblo. Allí se reunían los representantes de las citadas cuadrillas para presentar a su propio candidato al cargo de alcalde del año. Los nombres se escribían en un papel en el interior de un cascabel. Las bolas se depositaban en un cántaro de cobre y una mano inocente, generalmente la de un muchacho, se encargaba de revolverlas en el recipiente antes de efectuar el sorteo. Después, se tomaban los cargos y se hacía el juramento. Esta histórica votación aparece recogida ya en un documento datado en 1341 y por aquel entonces se realizaba íntegramente en euskera. De aquí que hoy día se rememore esta cita, pero para escoger al alcalde del euskera, que ayer resultó ser Iera Garaio del barrio de Olarte, quien tomó el relevo a Karla Santisteban del barrio de Larra. La nueva regidora -miembro del proyecto de comunicación en euskera de la comarca del Alto Nervión, Aiaraldea.com- aprovechó su primera intervención pública para instar a sus convecinos a "estudiar, usar y vivir nuestra lengua en los bares, tiendas, escuela, o incluso en el médico", y selló su alocución con un "gora Laudio euskalduna" que arrancó un sonoro aplauso entre los presentes.

Esta representación tuvo lugar a las seis de la tarde, pero la fiesta del euskera arrancó a las doce del mediodía con el sonido de los cencerros del grupo local de zanpantzar Ttuntturro, que invitó a toda la población a sumarse a la fiesta. También ayudaron a animar las calles los integrantes del grupo de Balmaseda que, desde la una del mediodía, se dedicaron a entonar canciones populares vascas por todos los rincones.

600 comensales A eso de las tres llegó la comida popular, que fue secundada por 600 personas ataviadas con trajes tradicionales que proclamaron a los cuatro vientos su deseo de vivir en euskera. Y es que gracias a la colaboración del sector hostelero, este ágape que, normalmente se centralizaba en el interior del patio del instituto, se dispersó por ocho zonas de todo el centro urbano, dando cabida a más gente y dando un mayor colorido a la propia fiesta del euskera.