Vitoria. Más de 23 años luchando por los derechos de los que no tienen derecho a nada dan para acumular mucha frustración aunque este abogado siga dispuesto a llegar hasta donde haga falta, incluido un programa de televisión. Convencido de que vivimos en un estado de desecho y no de derecho, Javier Galparsoro, presidente de CEAR Euskadi, sabe lo que es chocar contra los muros de la administración. Administración que le ha vuelto a dar la espalda y cuya falta de pago, ha llevado a la organización a una situación económica dramática.

Dispuestos a hacer cualquier cosa por la causa han participado en el concurso de TV 'Atrapa un millón'.

Sí y eso que ni mi compañera de Madrid, Estrella Galán, ni yo, somos concursantes al uso ni estamos acostumbrados. Pero la situación económica tan delicada que tenemos nos obligó a participar.

¿Hasta qué punto es delicada?

Nos deben 700.000 euros, mucho dinero, y en un programa de TV por muchos llamamientos que hagas a la solidaridad y a que la gente colabore, no se puede producir el milagro. Aunque el concurso se llama Atrapa un millón, el límite máximo eran 200.000. Conseguimos 20.000 pero aunque hubiésemos acertado todo, que es muy difícil, no hubiéramos podido resolver la papeleta. Lo que buscábamos era una presencia mediática y dar a conocer que estamos en una situación dramática y nos jugamos el futuro.

¿La situación de CEAR Euskadi es mejor que la del resto de España?

Aquí estamos razonablemente bien. En este momento, en la Comunidad Autónoma Vasca ninguna administración nos debe dinero. La deuda está contraída, sobre todo, con las administraciones locales de otras comunidades.

¿Cuál es la situación por la que atraviesan los trabajadores?

Los 148 trabajadores no han cobrado el mes de julio y el mes de agosto tampoco. Lo cual es un drama para muchas personas que tienen responsabilidades familiares, obligaciones con los bancos etc... Somos conscientes de que es algo equiparable a lo que sufre otra mucha gente y otras organizaciones. Pero no deja de ser una deuda. Es un dinero que nos corresponde porque no es un dinero prometido sino un dinero concedido y son subvenciones otorgadas.

¿Les han explicado por qué no les pueden pagar?

La hucha está vacía, es lo que nos dicen. Y lógicamente si está vacía, no seremos los únicos acreedores. Pero nosotros lo padecemos también y se nos ocurrió que una manera original de contarlo a la ciudadanía era presentarnos a un concurso de la tele. Aunque previamente ya habíamos advertido de que estábamos en una tesitura muy seria, que CEAR podía desaparecer. Y en aquel momento, cuando empezamos a contarlo, se nos debía un millón y medio de euros. La deuda se ha reducido ahora a la mitad, pero sigue siendo un dineral.

Esta deuda ¿le ha hecho perder definitivamente la fe en la Administración después de más de veinte años de sinsabores y varapalos?

No es una cuestión de fe. Yo tengo fe en los refugiados y en mis compañeros de CEAR y en la causa que defiendo. La Administración es necesaria en nuestro trabajo, nosotros desarrollamos una tarea ingente y necesitamos de las subvenciones públicas para poder llevarla a cabo. Hasta hace unos años, las cosas habían ido razonablemente bien, pero ahora se ha producido un desplome general. Estamos viviendo lo que, en definitiva, vive la ciudadanía. Esto se está disolviendo como un azucarillo y es tremendo porque lo peor es que no se ve un horizonte claro de salida.

No obstante, la solidaridad de la gente sigue funcionando.

Sí, pero no puedes solo apelar a la bondad ciudadana y a la misericordia divina, tienes que pensar que esto es algo más estructural porque si tapas este agujero pero abres un boquete por otro lado, esto es pan para hoy y hambre para mañana. Y al final debemos tener unas garantías y estabilidad para el futuro.

Estos problemas financieros les pasan factura y limitan su capacidad de acción.

Obviamente cuando se produce un estrangulamiento económico, te limita la acción. Limita la actividad, y limita la actitud de los compañeros y compañeras porque hay mucha gente que está bastante desmoralizada. Enfrentarte en el día a día en un trabajo serio y arriesgado sin todos los estímulos necesarios para hacerlo bien, es difícil. Y eso que no pedimos nada extraordinario. Solo estamos hablando de la compensación económica a un trabajo que seguimos haciendo y que, en ningún momento, hemos abandonado. Lo cierto es que el capital humano de la organización se está resintiendo y los propios refugiados lo están notando y que no podemos llegar a todos los sitios y de la misma manera.

¿La plantilla se mantiene?

En absoluto. Como consecuencia de esta crisis económica y de la deuda, la plantilla se ha reducido prácticamente a la mitad. Éramos unos trescientos trabajadores y ahora estamos unos 148.

Se resiente la actuación a pesar de que cada vez se reciben menos peticiones de asilo.

Es que ese es otro aspecto añadido. Al mismo tiempo que sufrimos esos problemas económicos, se está produciendo una disminución de personas que solicitan asilo, con lo cual, eso también afecta a nuestra actuación. Como consecuencia de todas las políticas europeas, y española en particular, de mayores exigencias para dificultar el reconocimiento del estatuto de refugiado pues obviamente se ha producido un descenso muy apreciable. El año pasado hemos tenido solamente unas 2.600 solicitudes. En Euskadi, en 2012 se presentaron 61 solicitudes, 60 de ellas en Bizkaia y una en Álava. La caída de peticiones frente al año pasado es de más del 45%.

Es una cifra muy baja.

Sí, prácticamente son mínimos históricos. España ha ocupado el puesto 16 entre los países del continente europeo, muy por detrás de Francia, Alemania o Italia.

Es una paradoja porque hay menos demandantes de asilo pero sigue habiendo muchísimas personas que necesitan refugio.

No es una paradoja, es una gran hipocresía. Tenemos 42 millones de refugiados en el mundo que podrían ir a cualquier país pero como estamos poniendo tantas dificultades en la salida, en el camino y en la llegada, la posibilidad de pedir asilo se ha convertido en una auténtica quimera. ¿Quién emprende un camino desde cualquier país, desde Siria, por poner un ejemplo de actualidad? Es imposible.

¿Son tantas las trabas?

Es que tienes que tener una documentación, tienes que poder salir, poder embarcar, poder llegar, llegar directamente porque si llegas a través de terceros países, España va a decir que no es competente y que vayas a uno de esos países a pedir protección. Y una vez que llega, tienes que pedirlo y una vez que lo pides, tienes que demostrar los méritos, y aunque los demuestres pueden rechazar la petición. Es una auténtica carrera de obstáculos.

Y todo porque estamos culpabilizando a este colectivo de refugiados, desplazados, inmigrantes... de todos los males de la crisis.

Por eso es una hipocresía. Encima de tenerles que estar infinitamente agradecidos por la dignidad de su testimonio, de la presencia que les ha traído hasta nosotros y agradecidos por todo lo que nos han aportado, ahora se les trata de culpabilizar de algo de lo que no tienen ninguna culpa. A ver ¿quién ha generado todo este descalabro económico? Ellos no. Ellos han venido de países en situación extrema, huyendo de guerras, de conflictos y apelando a una protección internacional que no se han inventado.

¿Volverían a la televisión para recaudar más dinero?

Los ecos del concurso han sido extraordinarios y hemos tenido una lluvia de felicitaciones. La experiencia ha merecido la pena y si hay que volver a intentarlo, una vez que has pasado ciertos ríos, ya te atreves hasta con mares. Pero no nos olvidemos que hemos tenido que hacer una presentación original, de una forma más atrevida porque se trata de un programa de entretenimiento. Y puede que nos pase factura y tenga un precio, pero espero que se entienda que era una necesidad. Lo que tenemos claro es que por la causa de los refugiados todo va a merecer la pena y seguiremos luchando hasta el final.