Vitoria. Cambian la tinta de los libros por el braille y el bolígrafo por las seis teclas de la Perkins. Esa es la única diferencia que identifica a los 175 chicos y chicas que este año han empezado o retomado sus estudios -catorce de ellos en centros universitarios- ya que en lo principal coinciden: las Matemáticas son difíciles de entender, aunque en el caso de los chavales con ceguera o una discapacidad visual grave esta circunstancia se agrava ya que las explicaciones, ejemplos y ejercicios prácticos de esta materia requieren de una signografía específica del sistema de lectoescritura de puntos en relieve, al igual que en Música o Química.
Eso sí, la asignatura pendiente en materia de inclusión en esas etapas es el ocio espontáneo, el recreo. De hecho, tal y aseguraba Ana Dávila, jefa de Servicios Sociales de ONCE-Euskadi, "los padres nos cuentan que tienen verdaderas dificultades. Durante el horario lectivo todos están sentados y más o menos en igualdad de condiciones, pero en los recreos tenemos más dificultades para que puedan participar de forma espontánea en los juegos", zanjaba. "Es complicado. Pero tratamos de influenciar para que esa inclusión se produzca también en los horarios de juego libre. Y el Gobierno Vasco, a través de los técnicos, también lo promociona porque efectivamente tenemos identificada esa necesidad. Tiene que ser espontáneo, pero si lo dejas a lo que surge te encuentras con que el alumno con discapacidad está un poco dejado de lado..."
Estudian los mismos temas, ven las mismas fotografías -se describe lo retratado- y analizan los mismos gráficos, adaptados en altorrelieve. Se examinan de las mismas preguntas; aunque en su caso, si necesitan hacerlo en braille se transcribe, si necesitan una ampliación de la letra se hace,? "y si demandan más tiempo para responder, pues le corresponde porque la velocidad lectora y de escritura es más lenta".
Ese es, en definitiva, el fin último de la inclusión en las aulas, donde no se disfrazan las limitaciones porque son reales, y donde se valoran la cooperación y la solidaridad. "Esto supone que el entorno se debe adaptar al alumno y no el alumno al entorno. Y desde luego, para que sea una realidad hay que poner en marcha recursos humanos y materiales alrededor del alumno porque de lo contrario esa inclusión no es real", subrayaba Dávila. La implicación que el Gobierno Vasco ha acreditado desde un principio en el desarrollo y fortalecimiento de este perfil del sistema educativo ha sido esencial, indicaba.
Respaldo de los CRI Antes del inicio del curso lectivo, los servicios de producción bibliográfica de la ONCE trabajan para que la vuelta a la actividad escolar y académica sea un proceso sencillo, sin complicaciones añadidas. Traducen al braille tema a tema los libros de texto, generan audiolibros, proporcionan herramientas tecnológicas,? y ofrecen apoyo formativo personificado en profesores de refuerzo. En Euskadi, ese respaldo a alumnos con discapacidad se desarrolla en colaboración con el Gobierno Vasco, a través de los tres Centros de Recursos para la Inclusión Educativa (CRI).
Estos organismos, dependientes del Departamento de Educación, abastecen de maestros de apoyo a los centros donde cursan estudios esos 175 alumnos ciegos o con una discapacidad visual grave -quince más que el curso pasado-, afiliados a la ONCE por lo tanto. En concreto, 16 corresponden a Educación Infantil; 46 son de Primaria; 35 están ya en la ESO; 6 cursan Bachillerato; 11 Formación Profesional; 14 son universitarios; y 47 están en otro tipo de enseñanzas.
Pero es que además, puntualizaba Dávila, estos CRI atienden a otros chavales que tienen una discapacidad visual menos severa, de hasta un 30%. "Esos centros tienen más alumnos atendidos, aunque muchos de ellos a lo mejor no necesitan ninguna adaptación tiflotécnica [ayudas técnicas destinadas a personas con deficiencias visuales graves] porque con la propia accesibilidad de Windows es suficiente". Sumando unos y otros, los que tienen una discapacidad visual grave y los que tienen más resto de visión, la plantilla de profesionales de los CRI atiende a 210 chavales en Bizkaia, 121 en Gipuzkoa y 75 en Álava.
Para cada alumno con discapacidad visual se elabora un Plan Individualizado de Atención en función de sus necesidades y se le asigna un maestro itinerante encargado, entre otras funciones, de asesorar al centro y al profesorado del aula, orientar a las familias y realizar un trabajo directo con el estudiante que abarca aspectos que puedan favorecer y potenciar su plena inclusión educativa, desde la estimulación visual, la autonomía personal, la orientación, la movilidad, la enseñanza de braille o aprender a usar la tiflotecnología [tecnología adaptada a sus necesidades].
Seguimiento Además, ese maestro itinerante coordina y realiza el seguimiento de la intervención de otros profesionales -especialistas en nuevas tecnologías, psicólogos, trabajadores sociales, animadores socioculturales...- con el objetivo de conseguir la mayor autonomía del alumnado con discapacidad visual y de los propios profesores de los centros, pero sin sustituirles en ningún caso. "Para conseguir la inclusión académica y social, el alumno debe aprender igual que los demás a relacionarse, a ser autónomo, a utilizar técnicas para orientarse y desplazarse, a conocer y asumir su patología visual, sus limitaciones, sus capacidades, etc., además de aprender los contenidos establecidos en el currículo ordinario", redondeaba Dávila.