Donostia. Más de 140 socorristas vigilan desde el pasado 15 de junio los arenales guipuzcoanos y advierten de que el exceso de confianza es una rutina entre quienes se acercan a nuestras playas. "A todos nos gusta el agua y cuando nos bañamos nos creemos lo más, pero nunca sabemos lo que nos puede venir", avisa el coordinador de playas de la Cruz Roja, Marcelo Peruchena.

Cada playa tiene sus peculiaridades y sus riesgos, pero Peruchena insiste en la necesidad de hacer caso de las indicaciones en todo momento. "Lo primero que hay que hacer es mirar las banderas. También es muy importante saber dónde tenemos el límite cada uno", indica este coordinador de la Cruz Roja.

Peruchena, con una amplia trayectoria como socorrista en los arenales guipuzcoanos, explica que, una vez en el agua "nos olvidamos de los peligros". "La gente se mete cuando hay bandera amarilla, se pone a jugar y acaba en una zona de corrientes señalizada con bandera roja, de donde se encuentra que no puede salir", describe. Encontrarse dentro de una corriente así es una de las situaciones "más peligrosas" para el bañista. "La gente se pone nerviosa, intenta nadar contra corriente y es lo que no hay que hacer", expone Peruchena, quien explica que, en estos casos, conviene "nadar poco a poco y en diagonal" hasta salir de la corriente.

Extremar la vigilancia Vigilar a los más pequeños de la familia es un elemento fundamental para evitar accidentes. "Un niño perdido, que no sabe nadar, puede acabar perfectamente ahogado en el agua", avisa Peruchena, que lamenta que los progenitores "muchas veces se relajan" ante la presencia de los socorristas. "Desafortunadamente, muchas veces los socorristas tienen que dejar de vigilar para ponerse a buscar niños que se han perdido y eso no puede ser", denuncia. "Los padres tenemos que darnos cuenta de que cuando vamos a la playa, vamos a que nuestros hijos disfruten, no a disfrutar nosotros", asevera, a la vez que expone que el pasado año, solo en La Concha se perdieron más de 100 niños.