Pamplona. Tras su ausencia del año pasado, la divisa gaditana de Torrestrella se volvió a asomar al encierro con ese halo que les persigue de animales peligrosos, que corren como cohetes, a su bola, y que suelen menear la cabeza con frecuencia, derrote que viene por aquí, derrote que va por allá. Si bien acumulaban 21 corneados en sus últimas diez apariciones por Iruñea, suman con la de ayer en sus últimas tres visitas (2004, 2011 y 2013) una lista inmaculada en cuanto a corneados. De todas formas, algunos por la calle no se lo pusieron nada fácil. Sobre todo a Rayosol, un pedazo bicho de 565 kilos, cárdeno claro, que seguro que por el pelaje llegó a ser confundido por algún iluminao con un manso.

Pues bien, a Rayosol le fallaron las manos casi al final de la Estafeta, se quedó allí a ver venir a la marabunta y cuando se levantó empezó a mirar hacia el vallado con intenciones poco claras. Se detuvo, miró al tendido y vio una cuadrilla de despistados en los tablones de la izquierda, junto a la bajada a Labrit. Así, las cosas, se dio un garbeo por ahí y el animal no hizo ni embestir con fiereza. Sacó a paseo la cornamenta, no alcanzó de chiripa a un joven de camiseta azul que estaba subido al tablón, y luego se apiadó de un muchacho con gorra, que está todavía frotándose los ojos. A partir de ahí, el torazo blanquito prosiguió su camino un tanto aturdido por el gentío. Sin saber muy bien a qué hacer caso, hasta que media docena de mozos tiraron del asta y le recortaron con buen final para encaminarle hacia el callejón. En el tránsito, en Telefónica, a Rayosol se le cayó otro mozo en las mismas patas. Tumbado en el suelo y sin defensa posible, el torrestrella se volvió a hacer el desinteresado. Pasó de largo y, así, a base de sustos y revueltas, pero sin una embestida firme, sin un derrote malquerido, el morlaco accedió a la plaza y en la calle ya se oían los soplidos de alivio.

Hasta que Rayosol se dio de bruces con el tapete la caminata de los torrestrella por Pamplona había tenido pocos sobresaltos, aunque uno de envergadura. Fue Finito, el colorado con el 14, el que encabezaba la torada en Santo Domingo, y fijó su mirada sobre varios de los corredores. Después de asomar tres veces los pitones por el lado derecho, a un mozo le terminó arreando un palazo en la chepa que le terminó llevando al suelo. Antes, en plena cuesta, un hábil de la cosa que observaba la carrera desde un lado de la calle se dedicó a citar a la manada para ver si le hacían caso. Estas cosas, que no es que estén mal hechas sino que simplemente son de tontos del bote y así hay que decírselo, cada vez son más frecuentes, denuncian los puristas, y sí, es verdad, que lances de este calibre se suelen ver a diario. No hay que dejarles, que la lían gorda, igual que los agarracuernos, que cometen acciones punibles cada dos por tres.

UN CALCO A LOS VICTORIANO Hasta la Estafeta, Torrestrella prácticamente calcó la carrera de los Victoriano del día anterior. Incluso en la curva, donde Mentirita, con el 100, se arrimó bien a la pared con otro par de hermanos, pareció que el espectáculo iba a ser semejante.

Esta vez no se encontraron, como los toros del miércoles, con un inglés soplagaitas al que llevarse colgado, pero fue por pura casualidad, porque todos los mozos que habían dado con sus huesos por allí acabaron rodando por el adoquín, Hasta media docena se contaban en el suelo. Luego, la manada empezó a disgregarse con Finito haciendo de líder con tres cabestros a su lado, más atrás otro cuatro hermanos y, al fondo del todo, Rayosol intentando quitarse gente de en medio para ver el camino.