Crisis sin remiendos
Cabría pensar que éstos son buenos tiempos para el gremio que repara calzado y ropa, pero no. La gente estira los rotos más que antes o compra género chino de usar y tirar
La crisis en Vitoria no tiene arreglo. Hasta los negocios dedicados a reparar calzado y ropa, algunos con una larga experiencia zurcida durante décadas, han acabado sucumbiendo a la recortadora. Y eso que, en principio, cabría suponer que los remendones y costureros tienen las manos llenas por la propensión de los ciudadanos a economizar. Pero no. Mucha gente estira los rotos más que antes, hasta que ya no dan más de sí. Otra mucha gente se decanta por comprar, desgastar y recomprar género chino, tan barato como de mediocre calidad, porque prefiere la táctica del ahorro a corto plazo. Además, en este sector abunda la competencia, a veces sana, en ocasiones desleal. Grandes males para los que, por ahora, no se han encontrado grandes remiendos.
"Hasta el año pasado nos habíamos mantenido, pero desde enero hemos notado mucho el bajón". De todas las crisis que Lorenzo Encinas ha vivido, ésta se antoja "la peor". Es copropietario junto a María Jesús y José María de Reparación de Calzado La Blanca, un local con sabor a viejo en la calle Correría. Por sus nobles manos han pasado miles de zapatos, al principio bajo las órdenes del mítico Anselmo Moreno y desde 1988 en el negocio que comparte con sus socios. Pero ya no lo hacen al ritmo trepidante de antaño. "La crisis nos está afectando muchísimo", explica, "porque la gente se está comprando el zapato barato de 20 euros, que no es piel ni nada, un skay del malo que además va fatal para los pies, pero claro, la gente piensa en ahorrar, y cuando se estropea compra otro porque no compensa el arreglo".
Para colmo, quienes sí llevan calzado bueno no son clientes tan frecuentes como antes. "Ahora se aprovecha mucho, hasta que ya está fatal y tiene hasta agujeros en la suela", sostiene Lorenzo. Esa propensión a alargar la vida útil del zapato más allá de su fecha de caducidad obliga al remendón a afrontar intensas reparaciones, que le llevan más tiempo para que el producto luzca como nuevo pero no más dinero. La tienda de Correría procura "adaptarse a las circunstancias", aplicando "la mitad del IVA" a los precios cuando llega un nuevo año. Y, mientras tanto, el artesano cruza los dedos para que lleguen tiempos mejores, mientras se afana en ofrecer ese servicio cercano y familiar que le desmarca de las grandes cadenas. "Cada uno tiene su hueco", considera, aunque cada vez sea más pequeño para todos.
Una calle más abajo, en la colina oeste de la almendra medieval, el sonido del martillo llena el número 48 de Zapatería. Carlos Vadillo no podría haber elegido mejor calle en toda Vitoria para ejercer su viejo oficio de remendón. Ni mejor nombre para su tienda: La Clínica del Zapato. Lleva toda la vida practicando cirugía a sandalias, botines, alpargatas y demás variedades, por lo que no duda cuando se le pregunta por la actual crisis. "Es la que más se está notando. La gente consume mucho menos en general", apostilla. En los últimos tiempos es cada vez más habitual que los parroquianos lleguen a su tienda con boquetes en el talón o en la parte media de la suela. "Algunos esperan tanto", asegura el artesano, "que a veces el destrozo no tiene solución ni remiendo posible".
Carlos tiene la suerte, a priori, de contar con unos cuantos funcionarios entre sus clientes fieles. No obstante, hasta ellos han reducido sus visitas. "Se supone que con sus sueldos fijos no deberían de tener tanto respeto a la crisis y aun así también tienden a ahorrar", explica. Esa propensión a mantener la cartera en el bolsillo ha afectado este año al artesano, quien también advierte de que "el clima que hace en cada temporada nos juega buenas o malas pasadas". Con todo, él continúa afanándose para sobrevivir, trabajando con calidad, minuciosidad... Y tratando de ofrecer buenos precios, para mantener a quienes ponen en sus manos sus zapatos. Ya llevan dos años congelados, "mientras para todo lo demás aguantamos las subidas".
El Remiendo Alavés de José Antonio Landeras ha tenido que ser todavía más agresivo y bajar los precios. "En tapas, filis, en bajos de pantalones... Y aun así, no aumenta ni la facturación ni el número de servicios", lamenta el propietario, desde la tienda de la calle Gorbea. Si el negocio se dedicara tan sólo a la reparación de calzado, "apaga y vámonos". Los arreglos de otro tipo de productos y materiales son los que acaban "equilibrando un poco" la balanza, aunque incluso así el resultado final no llega a ser bueno. "Y lo peor de todo", apostilla el comerciante, "es que no vemos luz al final del túnel".
Como los pequeños locales del Casco Viejo gasteiztarra, esta cadena recibe cada vez más género en condiciones especialmente malas. "Se apura hasta el último momento. Si se consigue aguantar otros quince días hasta llevar el zapato a la tienda, se espera. Claro que luego la gente lleva las cosas de cualquier manera, con agujeros", explica Landeras. El negocio tampoco vende "con la alegría de antes" los complementos necesarios para dar comodidad y brillo al calzado. Los vitorianos prefieren intercambiarse las plantillas que ya tienen y se olvidan del betún, como si el lustre fuera un lujo.
"Hace dos años ya se notaba la crisis", apunta el comerciante, "pero desde entonces hemos ido bajando cada vez un poquito más". Aunque hay días en que la facturación es buena y Landeras se siente optimista, al siguiente cae y se pregunta cuándo la situación comenzará a estabilizarse. "Llevamos una estadística diaria, pero no vale de nada. Y así es difícil vislumbrar un horizonte", reconoce. Tan sólo queda aguantar, trabajando con materiales de la mejor calidad, tratando de mantener la buena imagen de la cadena, hasta que al final lleguen tiempos mejores.
Otro referente de la ciudad en reparación de calzado y textiles es El Remedio Vitoria. Y también sufre. "Yo entiendo que esta gran crisis de los últimos años es un cambio de ciclo, por lo que comercialmente lo que estamos haciendo ya no sirve", opina José Mari Viteri, dueño del negocio. Es una dura conclusión tras veintiún años de arreglos en los talleres de Jesús Guridi y La Paz, con el empeño de ofrecer cada día más y mejor servicio. "Trabajo hay pero la caja no sale", explica el dueño, "ya que sobre todo estamos realizando chapuzas de 1, 2 y 3 euros". Y eso que el campo de acción es amplio, desde reparaciones de ropa, mochilas o tiendas de campaña, hasta venta de cordones, betunes, limpiadores para telas y cepillos, o copias de llaves.
Abarcar más, sin embargo, no garantiza necesariamente el éxito en esta crisis. "Quizá las tiendas pequeñas pueden aguantar más porque se quedan sin vacaciones, meten más horas y así sus gastos son mínimos, pero yo tengo un personal y unos locales que mantener", explica Viteri. Tampoco las promociones por las que se conoce a El Remedio Vitoria permiten dar aire a la caja. "Yo vengo de la alimentación, tengo un largo recorrido en el sector y soy partidario tanto de mantener los precios como de hacer ofertas, por lo que siempre las he hecho", apunta el comerciante, "pero el problema es que ya no funcionan". Y ese es un mal síntoma, porque atractivas lo son un rato largo. Hay 2x1 en cremalleras, plantillas, cordones, llaves, hombreras... Y para los clientes fieles son habituales los sorteos de regalos y los puntos canjeables.
Como contrapunto, Viteri asegura que en El Remiendo Alavés de Pío XII, del que es propietario al 50%, "las cifras de ventas de los últimos cuatro años sorprendentemente se mantienen a pesar de la crisis". Y no es la única alegría en este mar de penas. Una comerciante que sonríe al cien por cien es Inés Ágreda. Fue trabajadora durante un lustro en una tienda de arreglos de ropa de El Boulevard que bajó la persiana y, desde hace un año, encabeza su propio negocio: Arreglos de ropa Inés, en Los Herrán 36. "Había clientes que ya me conocían y eso hizo más fácil el arranque de la tienda, y luego han ido llegando clientes nuevos que se han quedado. Yo no me puedo quejar", reconoce. Hay quien podría pensar que esta profesional se conforma con menos, pero ella insiste en que tiene motivos para estar contenta. "Creo que ofrezco calidad, tanto en reparación como en confección", dice. "Ah, y también mucha amabilidad, que la gente dice que se agradece". Un buen remiendo de regalo para las almas.
Más en Sociedad
-
Al menos 21 países suspenden las compras de pollo de Brasil por gripe aviar
-
Donostiako Udalak etxeko animaliak arduraz edukitzea sustatzeko kanpaina abiatu du
-
Euskadi propone a Madrid un semáforo con sellos de calidad para las universidades
-
El Gobierno vasco congela el precio de la matrícula de la UPV/EHU el próximo curso