Muxika. Con un lacónico y helador mensaje, P.I.B. hizo saber a través del teléfono de emergencias, hacia las 21.40 del viernes, del terrible crimen que acababa de cometer: "He matado con el hacha a mi madre", acertó a explicar la mujer, de 56 años de edad. La víctima M.B., de 83 años, aún permanecía con vida cuando llegó la ambulancia medicalizada al caserío familiar de Solai, en el barrio muxikarra de San Román, pero no pudo superar la gravedad de sus lesiones y falleció poco después.
Al mismo tiempo, la presunta homicida, al parecer en un estado de gran alteración nerviosa, fue detenida por los agentes de la Er-tzaintza en el lugar de los hechos -allí encontraron el hacha con la que agredió mortalmente a su madre- y trasladada a las dependencias policiales de la Policía Autonómica en Gernika-Lumo ante el asombro de sus vecinos, que no daban crédito a lo que estaban viviendo. Según las últimas informaciones, la agresora actualmente se encuentra internada en la unidad psiquiátrica del hospital de Galdakao, a la espera de pasar a disposición judicial.
Mientras tanto, el cadáver de la víctima fue conducido anteayer mismo al servicio de patología forense de Bilbao para proceder a la realización de la correspondiente autopsia. Por el momento, los agentes encargados del caso investigan las circunstancias en las que se produjo este fatal suceso, que se suma a la negra lista de agresiones violentas que se han vivido a lo largo de esta semana en Euskadi.
Delicada situación familiar La mujer detenida "estaba muy mal de los nervios", narró uno de los pocos vecinos que mantenía el ánimo a atender a los medios. "Incluso había perdido todo su cabello como consecuencia de ello", ilustró. El hecho de estar inmersa en un proceso de divorcio, unido a la muerte hace solo un par de años de su padre, y al suicidio de su hermano menor hace algo más de una década, habían hecho mella en su estado de salud.
Estos mismos vecinos fueron testigos hace varios meses del derrumbe moral que padeció la agresora cuando su madre, la víctima mortal de anteayer, sufrió una rotura de cadera como consecuencia de una caída en el mismo caserío de Solai. "Reaccionó gritando: "¡Ya no puedo más!". Estaba desesperada", ecuerdan que chilló al llegar al caserío familiar para interesarse por el estado de salud de su progenitora. De hecho, ni la agresora ni su única hija residían en el lugar del suceso, sino en el barrio muxikarra de Ariatza adonde se trasladó tras contraer matrimonio. "Venía todos los días a visitarla; no me lo puedo creer", afirmó su vecino. "Estoy seguro de que no lo ha hecho por maldad; si algo son es demasiado buenos. Habrá perdido la cabeza", aventuró.